costa Rica vive estas dos últimas semanas en la cresta de la ola futbolística, en estado de euforia incontenible después de partir en Brasil como teórica cenicienta del Grupo D, el llamado grupo de la muerte, y haber dejado ya atrás dos cadáveres deportivos del rango de Inglaterra e Italia para alcanzar los octavos de final sin derrotas en su casillero. En el país se han desatado ya comparaciones con aquella selección que en Italia’90 logró, también contra pronóstico, superar la fase de grupos. Las andanzas de los Ticos se siguen con verdadera pasión y sus protagonistas son poco menos que héroes populares salidos en la mayoría de los casos de entornos más que humildes. Uno de los que más alabanzas recibe es Óscar Duarte, apodado La Piedra por su planta física, fortaleza y carácter inquebrantable y primer futbolista nacido en Nicaragua que consigue jugar un Mundial.

Duarte (3-VI-1989) es un central espigado (1,84) y fuerte que se ha convertido en un fijo en el eje de la zaga costarricense (ha sido titular en los tres duelos de la fase de grupos, logrando además un gol en el encuentro ante Uruguay) y que desde el año pasado milita en el Brujas belga. Su historia, como la de la mayoría de sus compañeros de selección, está repleta de privaciones en su infancia, de piedras en el camino hasta convertirse en futbolista profesional, pero en su caso hay además un cambio de país antes de convertir en realidad sus sueños, en los que siempre estaba presente el balón de fútbol. Duarte nació en Nicaragua pero con cuatro años se trasladó a Costa Rica con sus padres en busca de un mejor porvenir en el terreno laboral de la familia. La primera que hizo el viaje fue su madre y cuando ella encontró un trabajo pidió a su marido y a sus dos hijos, Óscar y Cinthia, que la siguieran. Viajaron de urgencia, prácticamente con lo justo, pero para el pequeño de la casa el balón era ya algo más que una simple afición y lo primero que pidió al llegar a su país de adopción fue que le inscribieran en una escuela de fútbol.

Instalados en la periferia de San José, la capital del país, el dinero no sobraba en el hogar de los Duarte, pero decidieron que la perseverancia y la pasión de la que hacía gala Óscar merecía un premio, se apretaron el cinturón otro poquito más y así su hijo pudo entrenar en un equipo local. “Hubo muchos sacrificios porque no teníamos posibilidad de mantener su carrera en el fútbol, pero poco a poco fuimos saliendo adelante. Creo que nunca se lo he dicho, pero lo que más admiro de él es su disciplina y su perseverancia por alcanzar lo que quiere, porque incluso en los momentos más difíciles, como cuando no teníamos para botas o para pagarle el transporte para que fuera a entrenar, él siempre fue hacia adelante. Ni el agua ni el sol le detenían; acudía a los entrenamientos incluso cuando estaba enfermo”, recordaba recientemente en La Nación su madre, quien narraba con indisimulable orgullo una anécdota para dar muestras del carácter del que por aquel entonces era un niño de poco más de diez años: “Un día le dije que no iba a poder ir a entrenar un sábado porque no había plata para pagar los pasajes del bus, pero él me dijo que estuviera tranquila, que no me preocupara, que todo era cuestión de levantarnos más temprano para poder ir andando”. Absolutamente nada podía separar a Duarte del fútbol.

Así, pronto llamó la atención del Deportivo Saprissa, que le incorporó a su cantera. Con 14 años tuvo sus primeras botas de fútbol -“unas Umbro verdes y negras; le di un sueldo entero para comprarlas”- las cuales cuidaba a diario como un tesoro, aunque pronto los jugadores del primer equipo, conocedores de las apreturas económicas por las que atravesaba la familia, empezaron a regalarle las botas que ellos desechaban e incluso a deslizarle algo de dinero para sus gastos. Duarte creció deprisa en las categorías inferiores del club y 2009 acabó siendo un año crucial para él, primero para lo malo y luego para lo bueno. En primera instancia, no pudo participar en el Mundial sub’20 de Japón en el que Costa Rica acabó en una extraordinaria cuarta posición tras perder por la mínima en semifinales ante Brasil al no haber tramitado a tiempo la petición de su nueva nacionalidad, pero tras solventar este problema pudo al menos debutar en la Primera División de Costa Rica enrolado en las filas del Deportivo Saprissa.

Progresión Desde entonces, su progresión ha sido espectacular al debutar con la selección absoluta en 2010, fichar por el Brujas en 2013 y haberse convertido en pieza fundamental de los Ticos, la gran sensación de este Mundial, el conjunto que ha aglutinado el cariño de gran parte de los aficionados al fútbol. Sus éxitos se saborean en Nicaragua como si fueran propios, sobre todo en Catarina, localidad al sureste de Managua en la que nació, donde todavía residen sus abuelos y donde los lugareños siguen los partidos de Costa Rica en una pantalla gigante instalada en el parque municipal. El siguiente reto de los de Jorge Luis Pinto es derribar otro muro, seguir haciendo historia y alcanzar por primera vez en su historia los cuartos de final de un Mundial. Todo un país soñará con ellos y Óscar Duarte ejercerá de puntal. Por algo es La Piedra inquebrantable.