la última sensación del Mundial, la amenaza inmediata a los sueños de grandeza de Leo Messi, se llama Xherdan Shaqiri, un albanokosovar que juega para Suiza y quiere demostrar a Pep Guardiola que es algo más que “el mejor suplente” del Bayern. Un par de horas después de que, sustituido por Sabella, Messi no pudiese completar su primer hat trick en un Mundial, Shaqiri puso nombre al quincuagésimo triplete de la historia de los Mundiales.
Con Guardiola en la grada, que tras dar una conferencia en Argentina se acercó a la vecina Porto Alegre, a Messi le faltó tiempo para completar otra exhibición. Dos horas después, un joven delantero de la selección suiza, exultante y con el brazuca bajo el brazo afirmaba: “Estoy muy orgulloso del hat-trick, pero más del juego de todo el equipo”. Shaqiri había completado una actuación descollante contra Honduras. Ahora, los caminos de los dos se cruzarán el 1 de julio en Sao Paulo. Para el suizo es la oportunidad de demostrar que su ambición de pelearle el puesto a grandes estrellas mundiales tiene una base sólida.
Shaqiri, nacido en Gnjilane, en el sureste de Kosovo, es un niño de la guerra, un emigrante que recaló en Suiza cuando las pretensiones independentistas de los kosovares chocaron con la negativa serbia a desgajar la parte de territorio que tenía mayoría albanesa. En medio del conflicto, toda su familia -padre, madre y cuatro hermanos- recalaron en Augst, una pequeña ciudad del cantón de Basilea, a pocos kilómetros de la frontera alemana y francesa. Y allí, Xherdan comenzó a demostrar su talento, primero en el club local y con tan sólo 8 años en el Basilea, un reto mayúsculo: “Al principio lloré mucho y no quería ir, pero mi padre me convenció. Él cogía el autobús para venira ver todos los entrenamientos”, destaca.
Shaqiri se destaparía para el resto de Europa al ser elegido mejor jugador de la Nike Cup, lo que propició que recibiese ofertas de clubes más poderosos, pero siguió en Suiza. Firmó su primer contrato profesional en 2009, jugó su primer Mundial un año después, con 18 años, y le fichó el Bayern en 2012. Nada más llegar dejó claras sus intenciones: “Quiero luchar por tener un puesto en el once”. No le fue mal ese primer año. Con Heynckes disputó 26 duelos, pero la llegada de Guardiola cambió su estatus.
“No quiero seguir así. Necesito jugar para progresar y quiero ser titular en los grandes partidos, no solo en la Bundesliga, cuando el resultado ya está claro. No voy a pasar otro año así”, aseguró antes del Mundial.