Aquel de 2002, con la inconsciencia propia de un niño de 11 años, Victor Moses (12-XII-1990, Laos), futbolista que jugó la pasada campaña en el Liverpool cedido por el Chelsea, salió por la tarde a jugar a fútbol a las calles de Kaduna (Nigeria) sin importarle demasiado el ambiente bélico que se respiraba como consecuencia de las revueltas religiosas. Los musulmanes quemaban iglesias, los cristianos respondían reduciendo a cenizas mezquitas; vecinos atacándose, bandos asesinándose como consecuencia de un conflicto siempre latente pero que esa semana habría estallado, según algunas fuentes, por la publicación en un periódico de la capital de una noticia sobre el certamen de Miss Mundo que se iba a celebrar esa misma semana en la ciudad nigeriana de Abuja en la que supuestamente se sugería que “si Mahoma viera la gran belleza de las candidatas, podría casarse con alguna de ellas”. Ajeno a todo, Moses jugaba en la calle cuando un vecino acudió a la carrera a buscarle: sus padres habían sido asesinados.
Austin, el padre de familia, era pastor cristiano y su madre, Josephine, le ayudaba muchas veces en sus funciones. Su labor religiosa les había convertido en objetivo de uno de los bandos en conflicto, que esa tarde irrumpió en su casa y les mató. Moses quedó devastado, pero apenas había tiempo para lamentos y lutos: él también corría peligro. Tuvo que pasar una semana escondido en casa de unos vecinos hasta que las revueltas se calmaron, pudo salir del país y acabó aterrizando como solicitante de asilo en Inglaterra, donde encontró un hogar de acogida en el sur de Londres. Sus cualidades atléticas saltaban a la vista así como su instinto goleador, lo que le convirtió en una celebridad jugando en el equipo del colegio, desde donde fue captado, con 14 años, por la academia del Crystal Palace.
El club inglés le ubicó en otro centro escolar, Whitgift, con cuyo equipo de fútbol marcó más de cincuenta goles en una temporada y ganó en 2005 la FA Youth Cup al Grimsby por 5-0, todos ellos goles suyos. Tal era su superioridad respecto a sus rivales y tan colosal fue su actuación contra el Grimsby, que vestía de rojo, que el Evening Telegraph fue muy gráfico con su titular: “Moses separa las aguas del Mar Rojo”. Había nacido una estrella.
Con 16 años realizó su debut con el Crystal Palace en la Segunda División inglesa, sus actuaciones como extremo le llevaron a debutar con la selección inglesa sub’16 y en 2007 fue Bota de Oro en el Europeo sub’17, en el que Inglaterra perdió la final ante España. Los problemas económicos del club hicieron que fuera traspasado al Wigan en el mercado de invierno del curso 2009-10. Ya fuera por las lesiones o por la competencia que había en la plantilla, a Moses le costó alcanzar un nivel sostenible, pero finalmente explotó en la campaña 2011-12, convirtiéndose en titular indiscutible, jugando todos los partidos de la Premier y marcando seis goles.
Con 21 años, Moses se convirtió en pieza codiciada en el mercado de fichajes y fue el Chelsea el que se hizo con sus servicios. Su primera temporada en el club no fue del todo mala, pero el regreso de José Mourinho a Stamford Bridge en el verano de 2013 y la gran competencia existente en los puestos de ataque hizo que fuera cedido al Liverpool. Su internacionalidad con Inglaterra se daba por sentada, pero en 2010 cambió de opinión. Debutó en la sub’21 inglesa ese año ante Uzbekistán y tras ser sustituido en el descanso no fue convocado por Stuart Pearce para los siguientes compromisos, por lo que optó por jugar con Nigeria a pesar de que el seleccionador le llamó para que cambiara de opinión. “Inglaterra tiene muy buenos atacantes y cada año puedes comprobar que surgen nuevos talentos, es complicado hacerse un hueco”, dijo. Fue llamado por la selección de su país de nacimiento en marzo de 2011, pero no pudo debutar hasta que la FIFA tomó una resolución al haber representado a Inglaterra, algo que ocurrió meses después. Desde entonces se ha convertido en una pieza importante y en jugador predilecto de un combinado cuyos incondicionales saludaron con regocijo su decisión de jugar con Nigeria, sobre todo tras el título de la Copa África el año pasado.
A los 23 años, Moses acumula muchas experiencias dolorosas en el plano personal y un recorrido profesional que le ha llevado a la élite pero al que todavía le quedan pasos por completar. Como él mismo decía hace un par de años en The Guardian, “en Nigeria jugábamos por pura pasión. No había botas, jugábamos descalzos y cualquier objeto redondo era susceptible de convertirse en balón. He recorrido un largo camino y solo puedo dar gracias a Dios por haber llegado hasta aquí. Es un sueño convertido en realidad y quién sabe hasta donde puedo llegar si sigo trabajando, puede que un día me vea en el Barcelona. Seguro que, estén donde estén, mis padres estarán orgullosos”. l