"Lo importante era ganar y se ganó". Era la conclusión del Kun Agüero tras el debut de Argentina en la Copa del Mundo de Brasil, donde la albiceleste arrancó con victoria por 2-1 ante Bosnia-Herzegovina. Es cierto que el marcador terminó sonriendo a la tropa de Alejandro Sabella, pero las dudas alzadas en el compromiso inaugural son considerables. Hubo dos aspectos rescatables como los más positivos para Argentina: el triunfo, pues las sensaciones sobre la capacidad para resolver obstáculos hablan de manera distinta, y la notable voluntariedad de Leo Messi de erigirse en la estrella del Mundial, lo que precisamente propicio la victoria. Este segundo apartado fue imprescindible, consecuencia directa, para que se diera el primero.

Argentina es un equipo previsible, falto de creación, sin inventores natos. Por ello Messi, bien distinto a su versión de los últimos tiempos en el Barcelona, busca multiplicarse sobre el terreno de juego. No aguarda al esférico; lo ataca. En Maracaná quiso ser omnipresente. Quiso ser organizador, desequilibrante, asistente y rematador, o sea, todo menos portero, pues incluso presionó como lo hace una primera línea de avanzadilla. Fe dio la acción del minuto 89, donde arrancó un sprint tras una pérdida de balón que habla de pundonor, de predisposición al sacrificio en aras del colectivo. Ayer Messi se echó el equipo a las espaldas sacudiendo cualquier incertidumbre. Lo esperado en él.

La Pulga anduvo impreciso en los compases inaugurales, pero a medida que fue adquiriendo temperatura corporal, su precisión fue se fue optimizando, mejoró su rendimiento. Entró en juego como el que más, ofreciéndose para orquestar a una Argentina pintada por Sabella que es soporífera en labores de creación, sin velocidad ni capacidad de sorpresa, sin imaginación ni decisión. Con un dibujo de cinco defensas, tres de ellos centrales (Campagnaro, Garay y Hernández), excesivos como se demostró con el consumo de los minutos, Mascherano y Maxi Rodríguez no mostraron capacidad para dar salida a la pelota. El enganche era Messi, la llave de acceso para la puerta hacia la franja atacante. Su radio de acción, especialmente en la primera mitad, estuvo merodeando el círculo central, a unos 45 metros del meta Begovic.

"No controlamos el partido en el primer tiempo", resumió El jefecito Mascherano. Argentina apenas dominó media hora de la segunda mitad; Bosnia nunca se rindió y acabó encajonando a su rival, poniéndole contra las cuerdas. El tempranero gol en propia meta de Kolasinac (para su desgracia fue el primer tanto para su selección en la historia de los mundiales), en el minuto 3, tras botar Messi un córner que peinó Rojo de cabeza y que golpeó en el bosnio para acabar dentro, apaciguó a una selección albiceleste que movía la pelota a ritmo playero. Instalado el relax, Argentina se difuminó. Desaparecieron los ofrecimientos, los desmarques y solo Messi trataba de construir, más voluntarioso que efectivo.

sabella rectifica Sabella reaccionó a su desacertado planteamiento y en el descanso sustituyó a Hernández y Campagnaro para dar entrada a Higuaín y Gago. Argentina mutó, pasó del 5-3-2 al 4-3-3 y llegaron sus mejores minutos, tras la reanudación. "Si salimos los cuatro (él, Agüero, Di María e Higuaín) con todo, el rival tiene más dudas", opinó Messi, dejando su preferencia sobre el esquema. "En el segundo tiempo jugamos como estamos acostumbrados. Quizá la incertidumbre del primer partido, los nervios, la ansiedad, hicieron que Alejandro eligiera el otro sistema. En el segundo tiempo tuvimos más la pelota, con ese esquema los delanteros nos sentimos más cómodos", añadió.

En el marco de esos mejores compases, Messi, que como confesó a la postre "tenía muchas ganas de hacer un gol", secuestró la pelota, arrancó desde el flanco derecho trazando una diagonal hacia la portería bosnia, fue zigzagueando sorteando rivales, apoyándose en una pared con el Pipita, para armar un zurdazo cruzado al segundo palo que golpeó al poste antes de tocar la red en el minuto 65. Clásica jugada marca de la casa.

La patente de Messi calmó a Argentina, pero en demasía, como el tanto inaugural. Se instaló la anarquía en la albiceleste; Bosnia se hizo inmensa, gestó la revolución fundamentada en Pjanic y Besic, hasta que en el minuto 85 obtuvo recompensa con el gol del incorporado Ibisevic. El resto de minutos fueron de calvario para Argentina, que salvó el estreno, entre otras cosas, gracias a una intervención de Romero. "Nos vamos con el objetivo cumplido, si bien no hicimos un gran partido", reconoció Messi, que dio la mejor noticia, no solo por ser autor del gol del triunfo, sino por sus intenciones, aunque más o menos acertadas, decisivas. De su rendimiento dependerá una selección necesitada de ideas y protagonismo. Por predisposición del Diez no será. Quiere ser el esperado.

Argentina2

Bosnia-H.1

ARGENTINA: Romero; Zabaleta, Campagnaro (Min. 46, Gago), Federico Fernández, Garay, Marcos Rojo; Maxi Rodríguez (Min. 46, Higuaín), Mascherano, Di María; Agüero (Min. 87, Lucas Biglia), Messi.

BOSNIA-HERZEGOVINA: Begovic; Mujdza (Min. 69, Ibisevic), Bicakcic, Spahic, Kolasinac; Besic, Hajrovic (Min. 71, Visca), Pjanic, Misimovic (Min. 74, Medunjanin), Lulic; Dzeko.

Goles: 1-0: Min. 3; Kolasinac, en propia puerta. 2-0: Min. 65; Messi. 2-1: Min. 85; Ibisevic.

Árbitro: Joel Aguilar (El Salvador). Amonestó al argentino Marcos Rojo y al bosnio Spahic.

Incidencias: Unos 75.000 espectadores en Maracaná en la primera jornada del Grupo F.