Vitoria - Nuevo capítulo de la decadencia del Baskonia, una pequeña sombra del que competía hace años con vigor y que sigue dilapidando gran parte del prestigio que tanto le costó labrarse durante su época más dorada. Así lo ha revelado una temporada clausurada oficialmente ayer tras la segunda derrota en el play off de cuartos de final ante el Barcelona. Lejos de los mínimos exigibles fijados por Josean Querejeta, el poso de amargura es evidente en todos los estamentos del club y se avecina una oleada de cambios en el futuro. En la plantilla y puede que también en el banquillo, donde la segunda etapa de Sergio Scariolo ha dejado más sombras que luces. La elección del técnico italiano no suscitó la unanimidad de todo el baskonismo y, aunque el club puso en sus manos una plantilla con numerosas deficiencias, no puede librarse de su importante cuota de responsabilidad.

Por cuarto ejercicio consecutivo, el inquilino del Buesa Arena ha divisado como un sueño inalcanzable la posibilidad de acceder a los títulos o las rondas finales en todas las competiciones donde tomó parte. Nadie le exige hoy en día engrosar la vitrina de trofeos ante sus estrecheces económicas, pero sí ser un conjunto competitivo, solvente ante rivales de inferior talla y con el que se identifique su sufridora afición. Dichos objetivos han vuelto a quedar en agua de borrajas tras una campaña torcida desde el arranque que ha destapado sonados errores de planificación. El dinero ayuda, pero no garantiza la felicidad plena. Y escudarse en la falta de medios para tapar, por ejemplo, la pérdida del célebre ojo clínico en materia de fichajes sería demasiado simplista y equivaldría a ponerse una venda en los ojos. El Olympiacos y el Maccabi, campeones de las tres últimas Euroligas, han evidenciado que, con un poco de sentido común, un entrenador cualificado y peones dispuestos al sacrificio, se puede llegar muy lejos.

Si el Baskonia generó admiración en su día entre sus propios enemigos era por su asombrosa capacidad para ir un paso por delante de los demás, extraer el máximo jugo a todos sus recursos y tener una identidad muy marcada. Todo eso se ha extraviado. La prematura eliminación en cuartos de final de la ACB ante el ogro culé, algo que se veía venir tras la consecución de un pobre sexto lugar en la fase regular, certifica el fracaso de otro proyecto que amaneció con excesivos bultos sospechosos. Lo sucedido ante el Gran Canaria hace doce meses ya representó un serio toque de atención, pero las soluciones a los males volvieron a brillar por su ausencia. Se marcharon jugadores teóricamente poco comprometidos (Maciej Lampe y Nemanja Bjelica) para dejar paso a un vestuario con menos talento pero concebido para recuperar el carácter y la ambición. Los frutos han sido escasos. Tanto se ha resentido la calidad que el Laboral Kutxa lo ha pagado caro.

Dudas en todas las líneas Si decepcionante ha sido de principio a fin la trayectoria liguera, no menos traumático resultó un pasaporte copero sellado in extremis, en parte por los deméritos de otros rivales modestos. O el pobre papel en un Top 16 de la Euroliga donde el Baskonia estaba virtualmente eliminado al final de la primera vuelta tras una ronda inicial que, eso sí, deparó los momentos más dulces del curso con aquella doble victoria ante el Maccabi, a la postre campeón en Milán. La indudable valía de temporeros como Thomas Kelati, Rimantas Kaukenas y Milko Bjelica cuestionó muchas apuestas del verano.

De los 62 partidos disputados, la formación de Scariolo cosechó 30 victorias y 32 derrotas. Números insólitos para un equipo de esta categoría. Un bagaje impropio de un teórico gallito del Viejo Continente que, entre otras cosas, se vio penalizado por la falta de un estilo, la nula consistencia defensiva o la paupérrima aportación de varios fichajes. El fiasco de Walter Hodge, de vuelta en enero a su país natal en calidad de cedido, fue el más llamativo.

Un total de 19 jugadores desfilaron a lo largo de estos meses por el Buesa Arena, convertido en un foco de inestabilidad por el rosario de lesiones y bajas formas. Las limitaciones saltaron pronto a la vista en todas las posiciones, adquiriendo tintes sonrojantes la dramática ausencia de un escudero para Heurtel -cuatro bases se turnaron con nulo éxito a la hora de dar descansos al galo-, la nula pegada de la pareja de escoltas y la tibieza de una batería interior demasiado corta que malvivió ante pívots fornidos y eminentemente físicos. Ultradependiente de la munición procedente de su solvente columna vertebral, integrada por el uno de Beziers, Nocioni y Pleiss, el Baskonia careció de referentes en la sombra para asentarse como un bloque competitivo, sólido y de garantías.

Más preocupante para las altas esferas que los pobres resultados, sin embargo, está siendo el desapego y el abandono de su sufridora afición. La escasa comunión con el equipo ha ido despoblando masivamente de aficionados las gradas del Buesa Arena, donde el mal rollo y los pitos han ido in crescendo a medida que transcurrían los meses. Un problema mayúsculo teniendo en cuenta que el club acaba de hacer un llamamiento a toda la sociedad alavesa para su implicación en la ampliación de capital puesta en marcha para subsanar el delicado estado de las finanzas.

Uno de los sorprendentes conejos de la chistera que se sacó Querejeta para romper la monotonía fue Lamar Odom. Un ángel caído de la NBA, precedido por un pasado turbulento, pasó con más pena que gloria. Apenas 23 minutos permaneció sobre la pista la vieja gloria neoyorquina, cuyo desembarco provocó un terremoto mediático sin precedentes pero fue incapaz de aportar un plus bajo los aros. En definitiva, una temporada para olvidar que acelerará este verano un incesante carrusel de altas y bajas.

19 jugadores. Las lesiones y los errores de planificación propiciaron una inestabilidad evidente a lo largo de todo el curso. Además de los doce inscritos para el 'play off', también desfilaron sucesivamente por el Buesa Arena Poeta, Hodge, Kaukenas, Kelati, Clark, Milko Bjelica y Odom.

Liga ACB. Por segundo año consecutivo, el Baskonia ha sido eliminado en cuartos de final. El último verdugo fue el Gran Canaria de Pedro Martínez.

Copa del Rey. Tras doce presencias consecutivas en las semifinales del torneo, el Valencia Basket privó a los alaveses de prolongar esta racha en la edición de Málaga. El equipo no sucumbía en cuartos de final desde 2001, cuando le eliminó el Cáceres también en tierras andaluzas.

Euroliga. El Laboral Kutxa tampoco superó aquí su notable registro del pasado curso cuando selló el pasaporte para el cruce previo a la Final a Cuatro. En esta ocasión, se despidió a las primeras de cambio del 'Top 16' tras completar una brillante ronda inicial.

62

El balance fue de 30 victorias y 32 derrotas. Ni siquiera un 50% de éxitos, un dato que ilustra la falta de pujanza del equipo.