Son como el primo lejano del running tradicional, esa emergente disciplina atlética que de un tiempo a esta parte parece haber inundando los parques y calles de todas las capitales de provincia. Vitoria, por su puesto, no es ninguna excepción. Un par de ejemplos y un par de nombres propios avalan esta teoría. El pasado fin de semana, cerca de 900 corredores se calzaron sus zapatillas para tomar parte en la exigente subida a Estíbaliz (15 kilómetros), una de las clásicas en el circuito popular local que ya va por su XXIX edición, y dentro de unas semanas, concretamente el 11 de mayo, se celebrará la edición número doce del maratón Martín Fiz, que aspira en la presente edición a convocar a casi 4.000 deportistas en torno al asfalto. Ni que decir tiene que el influjo del propio exatleta así como la nobleza de su actual pupilo, el seis veces campeón de Euskadi de cross, Iván Fernández, están contribuyendo a la consolidación en Álava de esta modalidad. En este contexto, el rosario de carreras populares ha ido creciendo de manera exponencial en los últimos años al mismo tiempo que una variante del running desconocida, pero mucho más dura y exigente, no ha parado de ganar terreno. Se trata del ultra trail, carreras disputadas en plena montaña -siempre por encima de los 42 kilómetros- con un catálogo de modalidades que ofrece desde maratones salvajes hasta carreras verticales o marchas kilométricas. Una modalidad durísima, a veces extrema, que sigue creciendo a pesar de la fortaleza física y mental que exige.

A esa particular orden pertenece Maddi Arrázola, una de las dos mujeres que forman parte del Kirolak-CM Gasteiz, uno de los pocos equipos que existen en estos momentos en Vitoria vinculados específicamente a las carreras por montaña. Psicóloga y nutricionista de 34 años, comenzó a correr hace cuatro después de que el alpinismo, que hasta entonces siempre había estado presente en su vida, comenzó a generarle más tensiones que alegrías. El fallecimiento de una compañera en alta montaña fue la puntilla que le llevó entre 2009 y 2010 a abandonar la selección española de alpinismo e iniciar su particular relación con el running de montaña, donde ha vuelto a disfrutar de la naturaleza "sin riesgos". Aunque los primeros 25 kilómetros que disputó fueron "horrorosos", el contacto y la sensación de competir con la motaña de tú a tú terminó por engancharle. Desde entonces ha disputado una decena de ultras en los que sólo en dos ocasiones no pudo terminar. "Una fue por desmotivación y la otra por lesión; en el resto pude acceder al podium", recuerda con gran sentido de la humildad.

hambre de montaña En esta línea, su palmarés hasta la fecha contempla entre otros un segundo puesto en la Travesera Integral Picos de Europa, un tercero en la clásica Ehun Milak (168 kilómetros con un desnivel positivo de 11.000 metros que tardó 30 horas en completar) y una victoria en la Ultra Covandonga Extrem. Situaciones, la gran mayoría, límite donde deportistas como Arrázola alcanzan la felicidad, disfrutando con un sufrimiento que para el resto de los mortales, quizá, resulte difícil de entender. "Yo soy feliz con lo que hago y cómo lo hago, con independencia de que las consecuencias físicas de este tipo de carreras algún día tendrán que aparecer", resuelve la corredora. Hasta entonces, su hoja de ruta alpina continúa firme. Y como quiera que sus rodillas y sus tobillos arrastran lesiones del pasado, ha enfocado la presente temporada a partir de un ejercicio de dosificación mental y física. Por eso en los próximos meses solo se empleará a fondo en las dos pruebas que ya tiene marcadas en el calendario. La Ultra Mitic de Andorra, en julio, y el brutal Tor des Geants (Italia) en septiembre, un rompepiernas de 330 kilómetros con un desnivel positivo de 24.000 metros en los que se pasa a los pies de montañas míticas como el Mont Blanc o el Matterhorn. "Sé que es una prueba brutal y sé que quiero terminarla, por eso no voy a competir antes para poder llegar con ganas de monte a la cita", revela la gipuzkoana. La suya, como tantas otras, es la historia de retos y superaciones, de personas y montañas, deportistas anónimos de otra pasta empeñados en "correr o morir", como sostiene el runner catalán Kilian Jornet. Motivadores de alto voltaje predestinados para un final distinto. Único. "Por más que subo le veo una cara diferente, no importa por qué camino corras sino hacia qué horizonte miras cuando llegues arriba, y dependiendo de la niebla o despejado que esté el día, la profundidad de tu éxito será diferente". Palabra de Gorka Gaviña.