vitoria - De hombres, dicen. Que a bailar ballet a otro sitio. Que el baloncesto es cosa de carácter, agallas, sudor y, sobre todo, testosterona supurando por cada poro. Nos invitan a que no seamos "políticamente correctos", o "hipócritas". Pobres de nosotros.
Esta perspectiva, a la que fácilmente se le puede atribuir pelo engominado, bigote, palillo en la boca y camisa azul con lamparones, es la única que ha celebrado la iniciativa de Marcin Gortat. El célebre Gavioto, como se le apoda, ha tenido a bien ha tenido a bien proponer que permitan a los jugadores que tengan ganas de dejar por un momento el juego para dedicarse a otros menesteres más violentos, darles carta blanca. "Algo rápido, 15-20 segundos de pelea, y que luego el árbitro les separe", dice Gortat. No le debe gustar al polaco de los Wizards Anillo: el muflón: esto es, que los jugadores choquen sus cabezas en actitud desafiante, como tanto se ha hecho hasta ahora. No, él quiere más: "Deberían suavizar las sanciones por peleas, porque hoy en día vas a un partido de hockey sobre hielo y lo que la gente está esperando es la pelea. Así que podían configurar algo así en la NBA". En una semana en la que, entre otros, Ilyasova, Mayo y PJ Tucker han sido sancionados por agredir a compañeros, viene Gavioto y se saca de la manga una idea de bombero. El último, alero de los Suns, ha sido suspendido por darle un puñetazo en la cara a Blake Griffin cuando forcejeaban en el suelo. Griffin, que es mil cosas, pero ninguna de aquéllas agresivo, se fue a por él como una exhalación, y en ese momento compañeros de equipo y rivales intercedieron para que el asunto no fuera a mayores. Para Gortat, lo deseable es que hubiesen "resuelto sus problemas" terminando a guantazo limpio. "Lo que la gente está esperando es la pelea". Pan, circo y crochets.
'Malice in the palace' y otros A pesar de estar fuertemente penada, la violencia sí ha hecho acto de presencia en las canchas de la NBA. Hay precedentes de toda clase. En la retina de todos, la mayor tangana que se recuerda, en el partido que disputaban los Pacers de Indiana contra los Detroit Pistons en noviembre de 2004. El suceso, al que se denominó Malice in the Palace (Maldad en el Palace -Auburn Hills, feudo de los Pistons-), suspuso un antes y un después, y dio la vuelta al mundo, hiriendo la imagen de la Liga seriamente. Todo comenzó de manera estúpida, como casi siempre. A pocos segundos del final, Ben Wallace se dispone a realizar una bandeja, y Ron Artest (ahora Metta World Peace, para más ironía) le hace una dura falta por detrás. Innecesaria y fuerte, pero nada del otro mundo. En ese momento, Wallace enloquece y empuja al bueno de Artest. Y después, la zapatiesta. Las plantillas de los dos equipos se enzarzaron en un festival de empujones, gritos y mucho tú a mí en la calle no me dices eso. Hasta ahí, todo dentro de lo normal. Entonces, un aficionado de los Pistons tuvo la brillante idea de lanzarle una botella a un calmado Artest? que no dudó en responder. La jarana se mudó así a la grada, a la que Artest y Stephen Jackson se lanzaron desquiciados para acabar a golpes con los aficionados de los Pistons. Alguno obvió, por otra parte, que los jugadores de la NBA no destacan por ser enclenques, y acabó en el hospital. Al final, sanciones por aquí, heridas por allá y bochorno por doquier.
Pero la de Auburn Hills fue solo una. Dos años más tarde fueron los Nuggets y los Knicks; los mismos 'bockers que en el 94 la armaron contra los Bulls de Jordan; Mourning y Johnson boxeando en el 98; qué decir de los Bad Boys de Laimbeer, Thomas, Mahorn y compañía en el Detroit de los 80; o la pelea que en 1984 acabó con dos leyendas del baloncesto dirimiendo sus diferencias a derechazos: Julius Erving y Larry Bird. Imágenes, unas y otras, que jamás serán recordadas como precedentes positivos. Basta esa retrospectiva para desacreditar a Gortat. Vender la imagen de los jugadores como ejemplos a seguir para los jóvenes, y exponerles de forma simultánea como personas que solventan sus problemas a golpes. Porque además, en contra de lo que dice Gavioto, el público, cuando va a ver baloncesto, quiere ver baloncesto. Puede sonar extraño. O más bien no.