VITORIA. El Baskonia emparejado con el Pamesa Valencia en la Copa de Málaga, ¿qué le parece?

¿Sinceramente? Ni fú ni fa. Ni me gusta el baloncesto ni el fútbol. Los sigo y quiero que ganen porque la felicidad de los aficionados me beneficia, pero no me va la vida.

¿Y qué le va?

Hombre, en lo deportivo, los maratones, sin lugar a dudas.

¿Cuántos lleva?

62. El último fue el de Donosti y el anterior el de Chicago, una prueba espectacular que corrí junto a Martín Fiz y otros amigos.

¿Y por qué le dio por ahí, por calzarse las zapatillas?

La cosa empezó cuando tenía 32 años. Creo que por entonces fumaba lo suficiente como para notar que no me sentía bien, así que decidí sustituir una droga por la otra. Recuerdo que el primer maratón que disputé fue el de Martín Fiz.

¿Y el próximo?

El de Barcelona, el 16 de marzo.

¿Qué sensaciones diría usted que tiene una prueba tan dura física y mentalmente?

Para mí es una forma de estar bien y una forma de vida, quizá por eso no me resulte duro terminar al cabo del año una decena de maratones. Hay locos por ahí que están siendo capaces de hacer uno al día.

¿Cuánto de tirarse el moco

Hombre, pues no lo sé. Algo supongo que habrá como en todas las cosas pero en general pienso que la gente que corremos este tipo de pruebas somos gente muy normal. Los que quieren sólo posar y salir en la foto se dan cuenta rápido que tal vez éste sea el sitio equivocado...

¿Se obtienen lecciones tras desgastarse física y mentalmente durante 42 kilómetros?

En mi caso sí, siempre. Recuerdo mi primer maratón y lo mal que lo acabé. Aquello fue durísimo, pero me sirvió de lección, de tener que levantarme para continuar corriendo en un ejercicio recomendable de superación. Y eso mismo es lo que trato de aportar cada día en mi pequeña empresa.

Ahora que lo dice, ¿cómo le va?

¿Qué versión quiere oír? (risas)... Seguimos ahí peleando igual que hace 28 años, que son los que llevo cotizando a la Seguridad Social, levantándome todos los días -de lunes a domingo- a las 4.15 de la mañana para tratar de dar el mayor servicio posible a nuestros clientes. Este oficio mío de quiosquero no tiene horas, así que si no lo asumes rápidamente aguantarás muy poco. Se lo garantizo.

Por curiosidad, ¿cuántas bajas se ha cogido en este tiempo?

Ninguna, pero no tiene nada de especial. Mucha más gente lo ha hecho también.

¿Y a qué lo achaca?

Pues a que puede que haya tenido buena salud y a que me encanta mi trabajo.

¿Tanto como para no cogerse ni vacaciones siquiera?

Mis vacaciones son los maratones que me organizo por ahí, no hay más. Tengo un negocio que atender y ocho empleados a los que pagar, así que...

Hay quien dirá que es usted un masoca, quizá un mal ejemplo para la clase trabajadora...

Pues no lo sé, tampoco me preocupa mucho que yo bastante tengo ya con lo mío. Me considero una persona feliz, que le encanta lo que hace y que puede presumir de haber sido libre toda la vida, desde que me marché de mi casa a los 13 años para trabajar en Ourense lechando azulejos.

¿Cómo era aquello?

Había que rellenar las juntas de los azulejos de los baños con cola blanca y por ahí mis hermanos me procuraban algo de dinerillo para la pensión. Luego gracias a las becas pude estudiar, que era lo mío, y un poco después decantarme por la carrera de Ingeniería Técnica en Vitoria.

Que no concluyó...

Sí, sí que la terminé mientras repartía periódicos en el quiosco de unos amigos -la beca se me terminó y hubo que buscarse la vida-, lo que pasa es que un año después de terminar los estudios diseñé como proyecto de fin de carrera un revolucionario sistema vinculado a la domótica que, para mi mala suerte, fue a parar a las manos que no debía. Así que después de aquel disgusto y de que la familia ya había aumentado tuve que decantarme por el negocio de la venta y distribución de prensa porque había que comer.

Se pasa el día rodeado de prensa deportiva, de galácticos

Cuando veo determinadas cosas me da mucha pena y rabia que se sigan llevando a cabo operaciones tan desorbitadas en los tiempos tan duros en los que estamos. Da la sensación de que vale todo y de que no hemos aprendido nada. Y me refiero, como se imaginará, al fútbol, que nos lo meten por los ojos como si esto fuera el pan y el circo de los romanos. Es un desmadre en ese sentido pero también lo es por la gestión profesional de esas empresas, que al parecer están todas casi al borde de la quiebra con impagos, denuncias y demás... Creo que mi desafección por este tipo de deportes de masas, en parte, viene por este tipo de indecencias.

¿Y cómo ve a Josean Querejeta en este sentido, como directivo de dos clubes deportivos profesionales?

Pienso que Querejeta ha hecho mogollón por Vitoria. Bien o mal no me meto, pero la realidad está ahí. Ahora bien, como es de aquí, pues se le critica porque ha recibido más ayudas que nadie y demás. ¿Y yo me pregunto, quién realmente se las ha concedido?, ¿no deberíamos criticar a esa persona o institución? También me pregunto cómo sería esta ciudad o dónde estaríamos en estos momentos si no fuese por gente de este perfil empresarial tan brillante...

¿Se lo imagina como Alcalde?

No creo.

¿Y usted, se ve como concejal de Deportes?

No fastidies (risas). Tengo muchos amigos y de todos los colores, pero todos ellos saben que soy apolítico.

¿Y vota?

Hasta ahora sí.

¿Cómo hasta ahora?

Sí, sí. Me estoy pensando lo de seguir votando cuando toque porque lo de los últimos años está siendo ya una pasada. Creo que los ciudadanos no nos merecemos lo que nos está pasando.

Hablando de políticos. Hay quienes aseguran que Vitoria es una ciudad aburrida.

Pues no estoy de acuerdo. Creo que los aburridos igual somos nosotros, los ciudadanos. Vitoria es una ciudad espectacular, una joya escondida que quizá deberíamos conocer mejor, con una calidad de vida tremenda. Y no creo que sea más o menos aburrida que las capitales de su tamaño que tenemos más a mano.

¿Y cuándo dice que se jubila?

Uy todavía, ni me lo he planteado.

¿Se ve en un futuro contemplando la evolución de las obras?

No, para nada.

¿Entonces?

Seguro que estaré haciendo algo que me gusta, con mi familia bien cerca, eso sí, y con las zapatillas siempre preparadas. Nunca se sabe qué es lo que te va a regalar la carretera.