Cuando en octubre de 2007, recién fichado por el Burgos de la Liga LEB, Anthony Winchester (15-V-1983, Seymour) se lesionó la espalda, perdió algo más que una temporada, la posibilidad de dar continuidad a una carrera profesional que había arrancado el curso anterior en Melilla. Perdió la motivación, las ganas de seguir jugando a baloncesto, de continuar bombardeando aros desde la media y larga distancia, su función hasta entonces como escolta. Ni corto ni perezoso, con 24 años, decidió colgar las botas. Y no fue un arrebato momentáneo, pues durante cinco años no volvió a activar su muñeca. Un Rifle en barbecho. Descargado. Fue así hasta el verano de 2012, cuando su agente volvió a contactar con él y decidió regresar a las canchas. Un año en la LEB, en el Breogán, le bastó para que el Gipuzkoa Basket le abriera las puertas de la ACB ya metido en la treintena. La trayectoria profesional de Winchester no deja de ser sorprendente, pues regresar a la élite tras una ausencia tan prolongada no es sencillo en absoluto. Pero el tirador de Indiana, formado en la universidad de Western Kentucky, nunca dejó de entrenar. Era habitual de las numerosas liguillas estivales que se desarrollan todos los años en Estados Unidos, por lo que en el momento que le surgió la posibilidad de regresar a la acción estaba en perfecto estado de revista. Su prolongada inactividad no impidió que el Breogán confiara en sus posibilidades y él respondió con unos notables promedios de 15,3 puntos, 4,3 rebotes y 1,7 asistencias, que sedujeron el pasado verano a Sito Alonso para incorporarle a filas. En Donostia no se ha visto aún lo mejor de su juego (7,5 puntos por partido con 30% en tiros de dos puntos y un 26% en triples) y el Bilbao Basket tendrá que intentar que su despertar no se produzca mañana.

¿Qué es lo que lleva a un jugador de solo 24 años a colgar las botas tras una temporada como profesional? El propio Winchester lo explicaba el año pasado en la web ZoomNews: "Fue una cuestión de cabeza. No me encontraba en mi mejor momento cuando lo dejé y poco a poco fui recuperando las ganas y la motivación, hasta llegar de nuevo al baloncesto profesional. La lesión no fue importante en realidad. Como digo, se trató más de un tema mental, de motivación, y que, afortunadamente, logré superar". Pese a tomar la decisión de abandonar las canchas, Winchester no se alejó en ningún momento del baloncesto, su gran pasión desde niño. Ken McDonald, su exentrenador en Western Kentucky, le abrió de par en par las puertas de la universidad y en la temporada 2008-09 ejerció de asistente técnico, mientras que un curso después ascendió a los despachos para coger las riendas de la Dirección de Operaciones de Baloncesto en el mismo centro en el que había disputado sus cuatro temporada en la NCAA y que abandonó como octavo máximo anotador de su historia (1.732 puntos) y líder en la clasificación de triples convertidos (247). De su época como artillero de los Hilltoppers queda en su cuerpo, grabado en tinta, un recuerdo amargo, un tatuaje de un jugador de baloncesto con el número 11 en su camiseta y alas de ángel en lugar de brazos en memoria de Danny Rumph, compañero en Western Kentucky que falleció en 2005 mientras disputaba un partido entre amigos víctima de un colapso por una cardiopatía hipertrófica.

Experiencia en los banquillos Poco duró, de todas maneras, Winchester en los despachos. El gusanillo de los banquillos había prendido en su interior y en julio de 2010 se convirtió en entrenador del instituto Scottsburg, en su Indiana natal, el Estado en el que el baloncesto escolar arrastra auténticas masas y cuyo seguimiento está, en muchos casos, al nivel del de la NCAA y el profesional. Además, se daba la circunstancia de que cogía las riendas de un equipo que competía en la misma conferencia, la Mid-Southern, que Austin High, el instituto en el que había brillado Winchester en su periplo de high school entre 1999 y 2002, siendo máximo anotador de su historia, tres veces integrante del mejor equipo estatal y segundo un curso en la votación del Indiana's Mr. Basketball. "Ser entrenador de instituto en Indiana es algo excitante, más aún cuando lo eres cerca de la que ha sido tu casa. Seguro que va a suponer un reto para mí, pero al mismo tiempo será muy divertido", aseguró el día de su presentación.

En esos dos cursos portando la pizarra y diseñando jugadas desde la banda, Winchester seguía siendo asiduo de las liguillas veraniegas y de diversos torneo estatales de categoría amateur, por lo que cuando su representante le hizo llegar el verano del año pasado la posibilidad de descolgar las botas se sintió preparado. Un más que notable año en el Breogán le abrió las puertas de la ACB ya entrado en la treintena. El Rifle vuelve a tener balas en la recámara.