VITORIA
LAS primeras noticias de Juan Menéndez Granados me llegaron a la Sociedad Geográfica Española a principios de Febrero en 2008. De esto ya hace casi seis años. Para entonces había recorrido en bicicleta, solo, el Camino de Santiago, la Transpirenaica, la vuelta a Escocia, el Gran Atlas en Marruecos, el desierto de Atacama, la cordillera de los Andes, parte de la Amazonía y los montes Urales. Un currículo de impresión para un chaval de 24 años.
Nuestro primer contacto sucedió cuando él estaba saliendo de Helsinki en dirección al Cabo Norte. Dos meses y 2.300 km. pedaleando en solitario, con temperaturas que podían llegar a los -30ºC. Inicialmente me pareció que un desafío como este, rozando los límites de la inconsciencia, más que contenido de difusión geográfica, tenía las características de un desafío personal, de un récord. Seguí su viaje con cierto escepticismo a través de la información que enviaba y de las frecuentes entrevistas que tuvo por parte de medios de comunicación finlandeses. Y lo logró. No sé cuanto sufrió, porque nunca habla de ello, y si lo hace es a regañadientes, para cambiar pronto de tema. No le importa en absoluto.
Unos meses después, cuando ya era verano en el hemisferio sur, se atrevió a cruzar Australia de este a oeste. Por el centro, un desierto de arena blanda donde la vida se reduce a moscas e insectos, serpientes venenosas y vegetación austera. Y un pozo de agua cada varios cientos de kilómetros. Juan llevaba un remolque en la bicicleta, y una carga limitada a 60 kg. De ellos, la mayoría agua, pues pasaba semanas viviendo de su reserva, que disminuía de forma alarmante cada vez que tenía que echar pie a tierra en aquel extraordinario calor. Y pie a tierra hubo de echar, pues una gran parte de su camino resultó ser arena que hacía imposible avanzar montado en la bicicleta. Cuatro meses de calor infernal y el triunfo de su llegada a Sidney, tras 5.000 km. Durante este viaje seguimos día a día la angustia y la soledad, perdido en el desierto, y con él vivimos la naturaleza inhóspita y magnífica de una zona poco conocida de nuestro planeta.
No había transcurrido un mes de su vuelta, delgado, la cara mostrando signos de fatiga continuada, sol constante y picaduras de insectos, cuando Juan planteó la posibilidad de hacer un viaje en contraste con este. En aquellos momentos estábamos tratando de convencer a una gran empresa energética asturiana de usar su perfil como prototipo de hombre joven ejemplar, que con disciplina y esfuerzo sale adelante en la vida. Así que del calor, al frío, y esta vez sería la Carretera de Hielo, en el norte de Canadá, construida sobre marismas heladas, única alternativa para que el tráfico rodado acceda a parajes aislados o explotaciones mineras y petrolíferas situadas en la tundra. En algo más de dos semanas, Juan hizo los 1.000 km de hielo, durmiendo a los lados de la carretera, con la ocasional compañía de un alce o la vertiginosa estela de un enorme camión de los que aparecen en algunos documentales de televisión.
Trabajo en noruega A pesar del encomiable ejemplo de este hombre, nadie, en un país entrando en crisis, parecía dispuesto a ofrecer un soporte económico a cambio de utilizar su imagen. En una, supongo dura, decisión, probó una vez más su valentía al afrontar la situación de cara. A principios de verano marchó a Noruega y se empleó en uno de los puestos de pescado del puerto de Bergen, y por la noche, en un restaurante. Tras cuatro meses de mucho trabajo y poco sueño, volvió dispuesto para una nueva prueba. Esta vez, cruzar a lo largo el lago Baikal helado. 650 km. sobre una superficie con frecuencia cubierta de nieve, resistiendo cualquier tentación de acercarse a una orilla en busca de calor o comida. Como siempre, en autosuficiencia. Una vez más, los que le seguimos, descubrimos el día a día del ciclista, la desolación y el frío en su precario avance sobre la sima mas profunda cubierta de agua en la tierra. Su libro, escrito a la vuelta, de excelentes fotografías y en dos idiomas, es para mí un recuerdo muy emotivo de aquel seguimiento por baliza sobre Google Earth y, en ocasiones, una corta conversación por teléfono satelital, cuando muchos días parecía que no iba a ser posible seguir adelante por el viento o la nieve acumulada.
A su vuelta de Asia, planeó varios mas-difícil-todavía que lo hubieran llevado por las arenas del Sahara (del que se le pudo disuadir) y a lo alto del monte Kilimanjaro (en donde, inexplicablemente, ya preparado a pie de monte y con un equipo de televisión, le cancelaron los permisos por parte del gobierno). Por si fuera poco, la primera travesía de Groenlandia que inició el año pasado, hubo de abortarla cuando el equipo de filmación, y el guía al que el gobierno le obligaba tener de acompañante, fallaron en la subida inicial a la meseta y sus medios mecánicos no fueron capaces de salvar lo que él y su bicicleta podían con facilidad.
Fueron unos momentos muy duros. Su propia vida, su futuro, dependiendo de llamar la atención a quien quiera patrocinar un esfuerzo así. Volvió a Bergen a trabajar, y no permitió que estos fracasos tomaran una pizca de su entusiasmo. Dos turnos de trabajo y ahora, además, entrenamiento, arrastrando una rueda de automóvil tumbada, o dos, por carreteras secas o heladas, para fortalecer sus piernas. Día tras día, hasta el punto de dormir pocas horas. Acabado el verano, una gran oportunidad: cruzar Groenlandia con un grupo de conocidos especialistas noruegos. Un esfuerzo enorme pero rentable: adquirió no solo amigos que le apoyan desde el país que mejor conoce el ambiente polar, sino el consejo y las técnicas más expertas. Y recobró la confianza en sí mismo, si es que en algún momento le faltó.
Hipotecado por un sueño Juan está ahora en Antártida. Ha obtenido material de varios patrocinadores, pero el grueso de su gasto lo paga él mismo tras hipotecarse, supongo que incluso haciendo participar a su familia. Quiere ser el primero en llegar al Polo Sur en bicicleta. Son 1.200 km. en los que no solo el camino irregular, sino los impredecibles vientos lo han de retrasar, poner a prueba una vez más, incluso agotar los exiguos víveres que puede arrastrar en la pulka o trineo que lleva enganchado a la bicicleta. Y por si fuera poco, un competidor: un americano que salió poco antes que él, que pretende también ser el primero, y al que Juan adelantó hace unos días.
Su viaje desde España lo llevó a Punta Arenas en Chile donde coincidió con Daniel Burton, que le ofreció hacer el viaje juntos, pero Juan tiene claro que quiere hacer este recorrido en su forma más pura posible: solo, sin asistencia, llevando todo su equipaje. Esta forma de viajar le hace esclavo de varias limitaciones y la mayor tiene que ver con el tiempo empleado. Lleva 85 kg. de provisiones que no caben en alforjas, lo que le obliga a arrastrar una pulka. Con ella no es fácil empujar la bici en la nieve, por lo que cuando esta es profunda, como ha sido hasta ahora, debe subirla en la pulka y arrastrarlo todo caminando sobre los esquíes. Su bicicleta es una Surly de acero con neumáticos de 12 cm. de ancho.
Juan comenzó su viaje el 7 de Diciembre. Los primeros días tuvo un avance penoso, pero las condiciones van mejorando en general. De todas maneras, ya ha sido necesario racionar su comida. Delante tiene poco más de un tercio de la distancia total a recorrer, y parte de este camino, en la zona de las montañas Thiel, va a demandar un esfuerzo suplementario.