MADRID. Tuvo suerte el conjunto de Carlo Ancelotti de toparse con un rival inferior, con falta de convicción en sus posibilidades y que asume el Bernabeu como una visita de trámite. Otro rival, de más empaque, hubiera dañado seriamente al combinado madrileño y sus aspiraciones.
El Real Madrid se tomó el arranque del año con cierta indiferencia. De forma aparentemente contemplativa a pesar del nulo margen de error que le queda para seguir considerado como aspirante.
El conjunto de Carlo Ancelotti, que tiró de sus pesos pesados para la irrupción anual y con el joven Jesé en el banco, apenas inquietó al Celta en la primera mitad.
El retorno de Luis Enrique al Bernabeu fue el esperado. Sosegado para él y para el equipo, más asentado que su rival al principio y que tuvo la ocasión más clara del partido a los cinco minutos, cuando una arrancada del brasileño Charles desde el centro del campo le permitió alcanzar un centro del argentino Augusto Fernández. Se plantó solo ante Diego López el atacante. Con excesivo tiempo para pensar. Le cayó el mundo encima. El meta aguantó el tipo y rozó su disparo, que salió fuera. Una oportunidad inmejorable.
Lejos de reaccionar, el Real Madrid mantuvo el ritmo cansino. Con Xabi Alonso lejos de la gestación y Luka Modric intermitente. El cuadro blanco cargó el juego por su banda derecha, con Ángel Di Maria y Dani Carvajal. El argentino estuvo excesivamente impreciso. Mucho ruido y poca efectividad. Galopadas sin rumbo y regates excesivos sin destino. De Isco y Cristiano no hubo noticias.
El Celta, sin embargo, jugó con el criterio impuesto por Borja Oubiña y Alex López. Y también Rafinhaa. Cada vez que el jugador cedido por el Barcelona enfilaba el área local algo se movía. Le faltó compañía al jugador del Celta.
Fue Carvajal el que gestó la mejor ocasión blanca en la primera parte pero el balón destinado a Benzema fue desviado por un zaguero. Modric disparó alto y el Madrid pasaba los apuros habituales en las acciones a balón parado.
La intriga se apoderó del Bernabeu. El Real Madrid perdió el rumbo y el Celta se creció. Ancelotti, que dejó en el descanso en el vestuario a Xabi Alonso, tiró del efecto Jesé, que ocupó el lugar de Isco. A continuación recurrió a Gareth Bale.
Para entonces el orden en el partido se había perdido. Sólo la languidez del Celta evitó una situación peor. Charles pudo volver a incendiar el asunto. Pero lanzó fuera una pelota clara ante una mala salida de Diego López.
Entre Carvajal, Jesé y Benzema resolvieron la incertidumbre. Una internada del lateral, de los más aseados del equipo blanco, llevó el balón al canterano que centró para que el francés llevara el balón a la red.
Respiró el Real Madrid que tuvo que mantener el tipo ante la crecida gallega, a la que le faltó convicción para asaltar el recinto madridista.
Aunque la papeleta no quedó resuelta hasta el tramo final, con una incursión de Carvajal que culminó Cristiano Ronaldo, que aumentó su cuenta en el tiempo añadido a pase de Gareth Bale.