bilbao. Denis Urubko fue homenajeado ayer en Bilbao con motivo del Mendi Film Festival. Figura totalmente contrastada del montañismo, le ha llegado el momento de tomarse un respiro, de aparcar la escalada extrema. Sin embargo, la montaña seguirá siendo parte de él y continuará ligado a ella, siempre mirando hacia arriba. En busca de la cima.

¿Cómo se siente siendo uno de los alpinistas más reconocidos del mundo?

Me considero un deportista. Toda mi vida me he concentrado en la competición, en ser un ganador. Pero también es un honor que me hayan dado varios premios porque es un reconocimiento de la gente a mi carrera. Para mí, es un placer que la comunidad me brinde esta atención porque piensan que estoy listo para hacer este tipo de cosas.

¿Algún logro a destacar?

No podría dar importancia a un logro en particular y podría estar hablando horas y horas sobre todo lo que he hecho. He conseguido muchos premios, como el Piolet d'Or y muchos otros. Pero todos esos galardones, me han hecho ir paso a paso para llegar hasta dónde estoy ahora. Me han permitido ir desarrollándome, eso es lo im-portante.

¿Cómo se sintió cuando realizó esas proezas?

Por ejemplo, en 1992 estuve en una expedición en el Kamchatka. En gran altitud, en invierno y en una zona poco explorada por el ser humano y eso me permitió conocer sitios nuevos, dónde nadie había estado. También gane en Kazajistán varios premios en escalada. Llegue al Lhotse. Son cosas únicas para mí y me siento como un pintor cuando hago estas cosas. Todo esto me causó una gran satisfacción.

¿Qué significa la exploración?

En mi opinión, la exploración tiene tres cosas básicas: la aventura, el deporte y el arte. La aventura de conocer los alrededores, en mi caso, Nepal, Kazajistán y entre otros, de saber en qué ámbito estás y conocerte a ti mismo. El deporte te da la oportunidad de ver los límites del cuerpo humano y presionarte para ser un ganador. Y el arte es un poco más simbólico y sería la independencia que te aporta y estar solo contigo mismo.

Uno de los peores momentos de su carrera fue el intento de rescate de Iñaki Ochoa de Olza. ¿Qué sintió cuando sonó el teléfono?

Así es, fue hace cinco años. Iñaki era un gran amigo y, prácticamente, había un vínculo de hermandad entre nosotros. Sentí que me necesitaba y decidí ir, sin dudar. Simplemente intenté hacer todo lo que pude para salvarle.

¿Le preocupaba su seguridad?

Pensé en mi propia vida y en la de todos mis compañeros. Otros tres alpinistas y yo acabábamos una expedición a Makalu y estuvimos a punto de salir todos a por Iñaki, pero decidí mandarles a casa porque no tenían suficiente experiencia para tomar parte en algo así. Conseguirlo u obtener resultados no solo implicaba ayudar a Iñaki sino también vivir nosotros. Fue un trabajo de paso a paso para intentar lograr el objetivo. Hacer nuestro trabajo de la mejor manera posible.

¿Cómo fueron su primeros pasos en el alpinismo?

Fueron los últimos años de la Unión Soviética y conocí a un grupo en Kazajistán que me invitó a ir con ellos. Eran parte del grupo deportivo del ejercito por lo que me alisté en la armada kazaja.