2 DE diciembre de 2012. En una típica fría mañana invernal, la localidad navarra de Burlada acoge la XXI edición de su cross internacional. Tras varios kilómetros compartiendo la cabeza de la carrera, a falta apenas de 500 metros el keniano Abel Mutai (medalla de bronce en los 3.000 metros obstáculos de los Juegos Olímpicos de Londres sólo unos meses antes) demarra y logra una valiosa ventaja sobre su compañero de zancadas, el joven Iván Fernández Anaya, una promesa del atletismo alavés no demasiado conocido todavía fuera de las fronteras provinciales. La distancia es escasa pero más que suficiente para garantizar la victoria al africano. Sin embargo, de repente, Mutai se detiene al creer que ha cruzado la línea de meta. Grave error. En unos segundos, Fernández llega hasta él y, para sorpresa mayúscula de todos los presentes, no sólo no le sobrepasa sino que le indica con gestos y empujones -el keniata es presa de un desconcierto absoluto- que debe continuar corriendo un poco más y le deja cruzar la línea de llegada en primer lugar. Ayer, 2 de diciembre de 2013, se cumplió un año exacto de ese gesto de nobleza completamente desconocido en estos tiempos. 365 días que han servido para cambiar por completo la vida del protagonista del mismo.
En este tiempo, la figura de Iván Fernández ha pasado a ser conocida -y, lo que es aún más importante, reconocida- a nivel mundial. Él, sin embargo, no alcanza a entender los motivos del revuelo montado por algo que simplemente considera normal. "Hice lo justo. Estaba claro que él había sido más fuerte que yo y que no había podido seguirle cuando atacó al final así que no habría tenido sentido que me aprovechase de una confusión para quedar primero", rememora el atleta vitoriano mientras observa las pruebas gráficas de aquel inolvidable episodio en la redacción de DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA.
De justicia o no, lo único seguro es que muy pocos habrían actuado como Iván Fernández -perdiendo, por supuesto, la compensación económica por subir a lo más alto del podio- y que la difusión de las imágenes a través de una televisión local rápidamente hizo que su gesto diera la vuelta al mundo generando todo tipo de muestras de respeto y admiración.
"Está claro que en ese momento no piensas en absoluto en la posible repercusión que puede tener lo que haces, simplemente actúas como te dictan el corazón y la cabeza. Pero la verdad es que todo este año ha sido espectacular para mí. Desde todo el mundo me han llegado muestras de admiración y cariño y estoy muy contento de haberme podido convertir en un pequeño ejemplo de deportividad para la gente. Al final, deportividad viene de deporte, que es lo que nos gusta y lo que hacemos, y las dos cosas deberían estar ligadas siempre", reflexiona.
Y es que el listado de reconocimientos es tan amplio que abarca desde pequeños gestos anónimos a los eventos más importantes del deporte universal. Así, recientemente, un vecino de A Coruña padre de tres niños que practican el atletismo le escribió un correo electrónico agradeciéndole su comportamiento -que le ha convertido en referencia positiva a imitar por los más pequeños- y felicitándole por su "honestidad". Junto a estas pequeñas muestras de cariño que "te llenan", su agenda de este último año ha estado repleta de citas en las que jamás soñó siquiera que podría estar presente.
De esta manera, en la entrega de los Laureus -a los que no pudo acudir por coincidir con una competición importante- se proyectó un vídeo suyo alabando su extrema deportividad y estuvo en la ronda final de candidatos a los premios Príncipe Felipe. Pero la lista es mucho más extensa aún. El pasado mes de marzo, recibió en Qatar el galardón Save the dreams, en un acto en el que se congregaron cerca de 500 personalidades del deporte mundial. Hace apenas unos días, recogió en Madrid uno de los Premios Iberoamericanos Junípero Serra, cuyo leit motiv es "valorar los valores que creemos importantes" y que en su primera edición distinguieron, además de a Iván Fernández, a personas de la relevancia de Mario Vargas Llosa, el expresidente de Brasil Lula da Silva, el Pullitzer de fotografía Manu Brabo o la Fundación Bill y Melinda Gates.
Estos son solamente los ejemplos más significativos pero lo cierto es que no ha pasado un sólo día en estos últimos doce meses en el que la extrema nobleza mostrada aquel 2 de diciembre en Burlada no le haya deparado una alegría al joven atleta vitoriano. Cosido ya de manera inevitable y para siempre a esta actitud vital, Iván continúa su carrera con más fuerza si cabe en pos de sus objetivos deportivos (nunca mejor utlizada esta expresión). Y el destino, siempre caprichoso, le deparó una nueva sorpresa. El pasado 17 de noviembre, se reencontró con Abel Mutai en la salida del cross de Atapuerca. "No lo había vuelto a ver desde aquel día. Como viajé el mismo día no tuvimos tiempo de coincidir demasiado pero nos dimos un gran abrazo antes de empezar a correr y fue muy emocionante", recuerda. Después, le sacó casi un minuto sobre el barro burgalés. Otro triunfo de Fernández.