Motegi. Jorge Lorenzo se erige como la resistencia inflexible. Como reza uno de sus principios, "la frustración llega la mayoría de las veces por no pelear lo suficiente". El mallorquín es de los que, si hallan la tumba, caen vacíos al agujero, sin flaquezas ni argumentos de rendición, extasiados por la entrega y con las botas puestas, como los 300 espartanos liderados por Leónidas en las Termópilas, ese espíritu al que tanto gusta apelar a Giorgio más de 2000 años después, cuyo pundonor merece el mayor de los respetos y sería virtud imprescindible en la fabricación de un hipotético piloto perfecto. Su ejercicio de fe es tan encomiable como infinito.
Ayer se aferró al clavo ardiendo que era la intención de victoria, el camino de la supervivencia. Lo abrazó bien fuerte, porque mientras haya atisbo de esperanza, habrá Lorenzo. En el circuito de Honda, ese que al alzarse sobre la tierra nunca se pensó para el Campeonato del Mundo, sino para el exclusivo desarrollo de sus máquinas, tras la fatalidad de Daijiro Kato en Suzuka y el cambio de escenario para el Gran Premio de Japón, el trazado fetiche -la última victoria no firmada por Honda era de 2009, obra de Jorge y su Yamaha- dejó de serlo. Ayer Lorenzo profanó la casa ajena con una exhibición, un alarde de rebeldía, consistencia, empeño y maestría. Ganó con solidez, sin parangones, sin oposición y prolongó la proclamación de un campeón hasta la última fecha del Campeonato del Mundo de MotoGP, una consecución que llegará en el Gran Premio de la Comunitat Valenciana dentro de dos semanas, donde al líder Marc Márquez, segundo ayer, le valdrá con ser tercero para ser el campeón más joven de la historia de la categoría reina.
El debutante, sin embargo, ayer no dio el brazo a torcer y su calculadora solo funcionó como remedio para males mayores. Fue el único capaz de seguir la rueda de un Lorenzo que volvió a ser de inicio el Sputnik de visto y no visto. Un obús para el que no parece haber blindaje en los últimos tiempos. Además, ayer contó Jorge con la inestimable colaboración de un Valentino Rossi que se entrometió ante el acecho de las Honda. El italiano logró instalarse en la segunda plaza en los compases inaugurales e hizo de parapeto de Lorenzo, que cobró más de un segundo de renta en dos abrazos a Motegi.
Si bien, el italiano cometería dos errores en una misma vuelta que le relegarían de los primeros puestos para concluir sexto. Sería entonces, sin su contención, cuando comenzaría la cacería para las Honda, con una liebre que era Lorenzo y que hacía exprimir prestaciones y aptitudes. Sin nada que perder, el riesgo era la cuna del mallorquín, que apretó las tuercas hasta descolgar a Dani Pedrosa, el primero en claudicar ante un ritmo de vuelta rápida.
Márquez, que había sufrido una caída en la sesión libre matinal para sumar incertidumbre, rodaba coleteando para seguir la estela de la Yamaha. Su moto danzaba en las frenadas, se cruzaba, como síntoma de apuro. El rookie, no obstante, no quería concesiones y no parecía mirar con el prisma que otorga un título en juego, sino que más bien quiso intimidar a Lorenzo, hacerle ver que, sin especulaciones, podía vencer. De hecho, a 11 vueltas del final, casi en el ecuador del ejercicio de Japón, estiró una frenada para que Jorge viera su carenado. "Aquí estoy, recuerda", parecía querer infundir Márquez. Lorenzo captó el mensaje. Subió el tono del debate. Apostó más fuerte; Pedrosa dijo adiós.
La carrera se convirtió en un termómetro para el orgullo. Márquez pensaba en grande, pero Lorenzo era más rápido en el circuito paradójicamente stop and go que presumiblemente tanto aventaja a las Honda. El chico cometió dos errores seguidos y perdió el rebufo del mallorquín. El aspirante dejaba ir al vigente. "He tenido dos momentos en que casi me salgo de la pista, otro que casi me caigo y ahí sí que he dicho: hoy toca segundo y en Valencia será otra carrera", confesaría Márquez a la postre, para quien la frontera de la asunción del riesgo estaba sobrepasada
A 5 giros del final dejó de apostar a la victoria, aunque sin regalar décimas, prolongando la exigencia para Lorenzo, que, de este modo, sin debilidades, se alzó con su séptima victoria de la temporada. Pero, más trascendente aún, Giorgio postergó la proclamación del nuevo campeón de MotoGP, que se alzará en el circuito Ricardo Tormo, donde Márquez gozará de 13 puntos de ventaja; será coronado si se clasifica entre los cuatro primeros. "No siento haber perdido una bola de partido. Aquí sé que hemos hecho nuestro 100% y estoy contento porque sabía que sería difícil", dijo Marc; para Lorenzo, llegar con vida a Cheste "es un regalo", regalo de su pundonor, resistencia y supervivencia.