Vitoria. La Euroliga ha vuelto a jugarle una mala pasada al Baskonia. Una organización que nació en la temporada 2000-01 para erradicar los vicios adquiridos por la FIBA de Borislav Stankovic mantiene intactos ciertas maneras que son imposibles de ser desterradas. La repetición de aquel inolvidable partido de semifinales entre el AEK y el antiguo TAU, decretada por el Juez Único -el portugués José Manuel Meirim- tras la canasta fuera de tiempo anotada por Dikoudis que fue validada en primera instancia por los árbitros, invitó a pensar en la transformación hacia una competición limpia y huérfana de injusticias que, no obstante, los sangrantes episodios acaecidos a lo largo de los años siguientes se han encargado de dejar en mal lugar.

Siempre condescendiente con el poderoso, dispuesto a no enemistarse en exceso con los equipos acaudalados que le ayudan a conservar el prestigio, el organismo presidido por Jordi Bertomeu acaba de quedar una vez más en evidencia con la delirante rebaja de una sanción al Panathinaikos que repercute indirectamente y de manera nociva en los intereses del Laboral Kutxa. Lo que debía ser un viaje plácido hacia Atenas, convertida durante la última década casi en una especie de segunda casa para el conjunto vitoriano debido a las múltiples visitas realizadas a la capital helena, ha resultado a la postre un farragoso desplazamiento de cuatro días de duración a Nicosia (Chipre) para afrontar la disputa de la segunda jornada de la primera fase continental. Ni el peor de sus enemigos podía haberle planificado algo así en vísperas de un partido tan trascendental que puede ser la llave del billete hacia el Top 16 en caso de saldarse con victoria.

Sobre el club heleno pesa un castigo correspondiente a la pasada temporada que data de la eliminatoria previa a la Final a Cuatro ante el Barcelona. El Panathinaikos estaba apercibido del cierre de su estadio desde hacía tiempo y, lejos de aprender la lección, volvió a las andadas. De tanto jugar con fuego, acabó quemándose. El uso de sirenas ilegales y bengalas, así como la masiva venta de entradas que hizo superar con creces el aforo del gigantesco OAKA, fue la gota que colmó el vaso a la hora de censurar el comportamiento poco cívico de la caliente hinchada verde. Además de tocarle el bolsillo con una multa de 100.000 euros, la Euroliga dictaminó que debía jugar cuatro partidos continentales a puerta cerrada. Una medida ejemplarizante y sin precedentes que, al mismo tiempo, constituía una velada advertencia para el resto.

caricatura de Bertomeu Sin embargo, las presiones ejercidas en la sombra por los hermanos Giannakopoulos han terminado por dar sus frutos y suavizar un castigo que suena a broma pesada. El periódico Prasini, propiedad de los propietarios del Panathinaikos, llegó incluso a caricaturizar en su portada al director ejecutivo de la Euroliga, a la que definió como "una tiendecilla de barrio en manos del incapaz español". En septiembre, se hizo público que finalmente uno de los conjuntos más laureados de la competición debería disputar dos encuentros a 300 kilómetros de Grecia, pudiendo estar presente su afición en las gradas del escenario escogido. Este ha sido el Eleftheria Indoor Hall de Nicosia, la capital chipriota donde vive una amplia colonia helena y que el Baskonia pisará por primera vez en su historia.

Todas las entradas están vendidas desde la semana pasada. Todo hace indicar que los de Scariolo vivirán una encerrona ante más de 6.000 enfervorizados hinchas del conjunto del trébol. De actuar en un desértico OAKA a sufrir la presión en el cogote del público griego en una cancha preparada a conciencia para que la llegada del Laboral Kutxa se convierta en un camino repleto de obstáculos. Mejor destierro imposible para un Panathinaikos que se ve favorecido por una decisión de acentuado carácter político. Lo peor es que la justificación dada por Bertomeu ha sido grotesca. "Este cambio de decisión se ha tomado con los aficionados en mente", defendió. El Baskonia recibe, por tanto, otro golpe bajo por parte de la Euroliga que se suma al escándalo arbitral sufrido en el cuarto duelo del pasado cruce de cuartos de final ante el CSKA, otro de los protegidos. Entonces, el griego Christodolou, el turco Ankarali y el serbio Vojinovic firmaron uno de los arbitrajes más bochornosos en la historia de la competición. Ninguno de ellos fue designado para la Final Four de Londres, pero ahora han vuelto a pitar con normalidad.