Sabía que sería duro, pero no imposible", relata Pablo Fusto (Buenos Aires, 4-VI-1980). Habla de aquellos días en Bilbao, en pleno otoño vizcaíno, de humedad y frío. El delantero argentino acababa de llegar a Euskadi a probar suerte como palista profesional en Eusko Basque. "Esto era otro mundo, me tenía que adaptar a todo", cuenta Fusto. Pablo tenía trazas, planta y físico, pero llegaba sin el bagaje de la pala en el retrovisor. "Venía con una mezcla en la cabeza: entre ganar o hacer el ridículo. Tenía contrato por tres años y no sabía si iba a adaptarme a la especialidad en el Deportivo", comenta.

"Era todavía un niño para cambiarlo todo y empezar una aventura fuera", afirma Pablo, que debutó el 16 de octubre de 2003, hace diez años mañana, "no todos los días se cumple una década". El argentino dejó todo por buscar un sueño entre las paredes del frontón en Bilbao. Con 23 años lo cambió todo por la pala. Apostó. Y le salió bien. "No se me pasaba por la cabeza entonces conseguir todo lo que he conseguido hasta ahora, pero siempre tienes el sueño de ser campeón del mundo. Si no lo tuviera, no habría venido", analiza Fusto, quien agrega que "me siento muy satisfecho con todo lo que he logrado hasta ahora -tres veces ganó el Individual y seis el Parejas-, pero me quedo con el reconocimiento de la gente, de los chavales a los que les gustaría iniciar una aventura como la mía, de mis compañeros, de los aficionados, de los medios y, sobre todo, de mi padre y de mi familia. A ellos son a los que llamo nada más ganar un título".

Rememora el bonaerense que en los primeros meses de estancia en Bizkaia se le fueron poco a poco los miedos de no acoplarse. "Cogí un nivel mínimo para poder enfrentarme a casi cualquiera y, con ello, seguridad dentro de la cancha", afirma. Entonces, volvió a Argentina y su regreso a las canchas se hizo esperar, pero fue meteórico. "Subí el nivel muy rápido", cuenta. En 2005 ganó su primer Parejas junto a Larrinaga y guarda un sabor muy especial de esa txapela, pero también de un encuentro: "El primero de la liguilla. Fue contra Gaubeka y Galán. Ganamos 45-32 y me salió todo. Tengo grabado en la cabeza un pelotazo que me venía de arriba y con la zurda la mandé al rebote sin botar". También tiene clavado en el cerebro la final del Individual de 2009. "Era una espinita y me decía que no era para mí. Pero gané y sigo evolucionando y aprendiendo", dice. Aun así, su mejor partido está "aún por llegar", remata entre risas.