vitoria. Se alza el telón a la temporada 2013-14, la más imprevisible y difícil de todas las que ha afrontado el Baskonia durante la última década debido a la discutible materia prima de la que dispone. Con la versión más terrenal que se recuerda, una plantilla modesta a más no poder donde se echa de menos la presencia de nombres consagrados que disparen la euforia de una masa social cada vez más desencantada con el devenir de los acontecimientos, la visita del Gran Canaria supone el pistoletazo de salida a nueve meses de competición en los que la tropa adiestrada por Sergio Scariolo comparece con objetivos poco ambiciosos y con el pronóstico de la cátedra en contra.
Casualidades del destino, la primera piedra de toque en el camino no trae buenos recuerdos y amenaza con reproducir viejos fantasmas. No en vano, aterriza esta mañana en el coliseo vitoriano quien se convirtiese durante el pasado play off por el título en el verdugo de un equipo apático, repleto de egos incontrolables y en el que cada jugador hacía la guerra por su cuenta. La bestia negra amarilla ha compensado la pérdida de Toolson y Nelson con la continuidad de su espina dorsal -compuesta por Bellas, Newley, Báez y Rey- y el desembarco de cuatro buenos fichajes (Oliver, Hansbrough, O'Leary y Nacho Martín) que deben mantener su nivel de competitividad. La solidez que ha alcanzado en los últimos tiempos de la mano de Pedro Martínez hace de él un rival temible en todos los sentidos.
De ahí la complejidad de este bautismo liguero para un Baskonia obligado a ponerse a tono con la mayor celeridad posible ante el terrible calendario que le aguarda a corto plazo. Al nuevo proyecto engendrado por Josean Querejeta hay que concederle el beneficio de la duda, aunque la desangelada imagen ofrecida en la Supercopa obliga al plantel a disipar a las primeras de cambio las dudas con una victoria de prestigio. Las lesiones de Hanga y Mainoldi han repercutido negativamente en el ensamblaje del colectivo y, a falta de automatismos y química entre todos sus componentes, toca en estos albores de curso apelar al orgullo y amor propio para suplir las evidentes carencias e ir sorteando los diferentes obstáculos.
El Barcelona, al igual que el Real Madrid, se encuentra a años luz del resto de participantes en la ACB. Por tanto, la auténtica vara para calibrar el potencial baskonista son conjuntos como el admirable Gran Canaria, que a base de una extraordinaria gestión de sus mínimos recursos económicos se ha subido a las barbas de clubes más opulentos. Pocas escuadras tan disciplinadas, aguerridas y compactas como la que dirige Pedro Martínez se va a encontrar durante las próximas fechas un Laboral Kutxa que no puede permitirse el lujo de tropezar al amparo de su afición con el fin de apaciguar los ánimos del entorno.
Con una semana más de entrenamientos a las espaldas y un suficiente margen de tiempo para corregir las numerosas deficiencias atisbadas ante los catalanes, se espera una versión más reconocible del Baskonia. Esto es, un equipo que defienda el aro a capa y espada su aro, que tenga vocación para salir al contragolpe y se encomiende a los destellos de sus jugadores con más calidad en el juego posicional. A todo ello deberá unir una imprescindible eficacia en el tiro exterior para desequilibrar la siempre rocosa defensa que pone en liza un estratega como Pedro Martínez.