Madrid. Con el fallecimiento ayer de María de Villota, que se produjo a primeras horas del día de ayer y por causas naturales según la autopsia, el automovilismo y el deporte español, en general, pierden a la "luchadora de la enorme sonrisa", como la definió en sus condolencias su compatriota Fernando Alonso. Porque sus familiares y allegados conocerán muchísimos detalles de su vida y manera de ser, ajenos al gran público; pero así la recordarán para siempre todos sus seguidores y los que, sin llegar a hacerlo en profundidad, llegaron a conocerla.
María, nacida hace 33 años en Madrid, llevaba el automovilismo en los genes, porque se crió en una familia estrechamente vinculada al motor. Su padre, Emilio de Villota, fue piloto de Fórmula 1 y en gran medida, uno de los primeros responsables de que esa categoría entrase en los salones de los hogares españoles, a finales de los 70 y principios de los 80.
Su hermano, Emilio, con el que compartió su primer kart, también es piloto; y su primo Pablo está vinculado a la F1, a través del patrocinio que el Banco Santander ejerce en esa categoría. De Villota, casada desde el pasado verano con Rodrigo García Millán, dejó de vivir ayer en Sevilla, pero su aportación al papel de la mujer dentro del deporte español perdurará para siempre.
Después de pasar por la F3 española y otras categorías como la Ferrari Challenge Europa, las Euroseries 3000, el campeonato de España de Turismos, la Fórmula Palmer y la Superleague Fórmula, se convirtió en la primera española en la Fórmula 1. En agosto de 2011 hizo su primer test oficial, con el equipo Lotus Renault, probando un Renault R29 en el circuito francés de Paul Ricard.
El 7 de marzo del año pasado se anunció que sería la probadora en el Mundial 2012 de Marussia, equipo para el que pilotaron esa temporada el alemán Timo Glock y el francés Charles Pic (hoy en Caterham). Y una semana después, María, licenciada en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, ya formaba parte de la gran familia de la F1, estrenándose en el circuito de Albert Park, en Melbourne Australia, donde arrancó ese campeonato.
"Que yo haya llegado es muy importante para las niñas del karting, creo. Para ellas es importante tener una figura en quién fijarse. A lo mejor no se proyectan de la misma forma en un chico. Es importante que vean que lo pueden conseguir y que lo quieran intentar. No es fácil llegar a la F1, porque está muy competido. Pero no lo es para nadie", explicaba De Villota.
Luego llegó su grave accidente, el 3 de julio del pasado año, cuando probaba en el aeródromo de Duxford (Inglaterra), donde sufrió graves heridas en la cara. Le ganó el pulso a la muerte en el Hospital de Addenbrooke, en Cambridgeshire. Desde entonces, su imagen quedó unida a la de un parche. Había perdido el ojo derecho. Jamás perdió la sonrisa.
Ejemplo de superación, uno la recuerda entre el público durante el pasado medio maratón de Madrid, en abril, aplaudiendo, junto a su hermana Isabel, que ejercía las labores de representante, a corredores rezagados.
María iba a participar en Sevilla como conferenciante en el sexto congreso "Lo que de verdad importa", una iniciativa dirigida a jóvenes universitarios y preuniversitarios en la que los ponentes cuentan experiencias impactantes. El lunes presentaba su libro, titulado La vida es un regalo. No llegó. Ayer su familia anunció la triste noticia. "Queridos amigos: María se nos ha ido. Tenía que ir al cielo como todos los ángeles. Doy gracias a Dios por el año y medio de más que la dejó entre nosotros", dice la nota.
Las muestras de condolencia se multiplicaron poco después, entre ellas las llegadas desde Suzuka (Japón), de pilotos como el inglés Jenson Button, el mexicano Sergio Pérez y el asturiano Alonso, que afirmó era "un día muy triste para el deporte español". La luchadora de la enorme sonrisa nos había dejado. Su recuerdo permanecerá imborrable.