Vitoria. La concentración de excelentes jugadores que se dio en la NBA de los 80 podía provocar sucesos como el que aconteció en el Boston Garden en el séptimo partido de las semifinales de la Conferencia Este de 1988. Hace unos meses se cumplió el 25 aniversario de lo que se ha considerado uno de los mejores duelos anotadores de la historia. Todo se concentró en el último cuarto, en poco más de diez minutos. Larry Bird y Dominique Wilkins, dos maneras de entender el baloncesto, ofrecieron un espectáculo grandioso.

"Fue una gran experiencia ver que cada uno quería dominar al otro. He visto a gente meter 60 puntos, pero nunca a dos jugadores que traten de conseguir en el mismo partido. Ese día no se trató de entrenadores dibujando jugadas, se trató de uno contra otro", recuerda Tom Heinsohn, exjugador y entrenador y ahora comentarista en la televisión de los Celtics. "No podíamos pararle, así que Larry dijo: "Bien, vamos a tratar de meter más puntos que él", recordaba Bill Walton, entonces jugador de Boston.

Durante los tres primeros cuartos apenas hubo ventajas de una canasta para cualquiera de los dos lados, se llegó al último cuarto. Quedaban 10.26 para el final y el partido estaba empatado a 86. Larry Bird llevaba 14 puntos, Dominique Wilkins, 31. Y llegó la explosión. Cliff Levingston, jugador de los Hawks, lo describe perfectamente: "Fue casi como un horse. Cada tiro que Bird metía lo repetía Dominique. Fue básicamente un uno contra uno a todo el campo con unos pocos jugadores alrededor para pasarles el balón y quitarse de en medio". La tensión había silenciado el habitualmente ruidoso Boston Garden, que asistía a un espectáculo inenarrable. Uno tras otro, Bird anotó 20 puntos en ese tiempo, Wilkins logró 16 con tiros a cada cual más difícil. El partido se resolvió con un tapón considerado ilegal de Doc Rivers a Danny Ainge y con un tiro libre fallado a propósito por Wilkins para tratar de capturar el rebote a un segundo del final.

El resultado de 118-116 honró uno de los mejores partidos de play-off de la historia. "Aquel día habríamos ganado a cualquier equipo de la NBA... menos a los Celtics", afirma John Battle, base suplente de los Hawks. "Fue una increíble demostración de espíritu ganador y liderazgo. Es para lo que vives como jugador, como aficionado o como periodista. Fue algo más que perfecto", en palabras de Walton. "Es imposible que todo el mundo que me dice que lo vio en directo estuviera allí. En el Garden no cabían 60.000 personas", bromea Doc Rivers, base entonces de los Hawks y hasta este verano entrenador de los Celtics.

Aquel partido fue el canto del cisne para los dos equipos. Los Boston Celtics, veteranos y doloridos, cayeron en la final del Este ante los Detroit Pistons y los Atlanta Hawks, que sintieron haber perdido una gran oportunidad de pelear por el anillo, emprendieron una etapa de cambios en busca de más producción ofensiva que nunca funcionó y, desde entonces, no han vuelto a estar al nivel de aquella temporada en la que Dominique Wilkins promedió 30,7 puntos por partido, más que nunca en su carrera.