Semnoz. Símbolo de la impotencia, Contador, uno que nunca rehuye el cuerpo a cuerpo, ni se inmutó con el ataque de Purito. Ladeó la cabeza, miró para otro lugar y mantuvo el culo pegado al pico del sillín, él que bailó tan armónico sobre los pedales otras veces. Era su manera de asumir la realidad, de no discutirle nada al destino que otras veces negó, testarudo, y cambió para escribir, sobre lo ya escrito, otro final. Esta vez era otra cosa. Era pedalear en el límite físico, al borde del abatimiento, y una condena mental. La impotencia es la mayor tortura para los que están acostumbrados a ser superiores, a humillar. El viaje de Contador hasta la cima fue la cura de humildad a la que el Tour somete a todos sus campeones para recordarles que no hay más grandeza que la suya que perdura. Siempre ha pasado así. Y van cien ediciones. "Solo puedo felicitar a los que han sido mejores", dijo cuando llegó, sabiendo que hoy no estará en la foto final de París. Ese momento será, claro, para Froome, gobernador implacable del Tour; para Nairo Quintana, segundo, ganador de la montaña, mejor joven y vencedor en Semnoz con solo 23 años, lo que supone la irrupción más espectacular de un ciclista en la carrera francesa desde Ullrich en 1996. Aunque, claro, en nada se parecen el pelirrojo alemán, un armario ropero, y el colombianito moreno y serio, un escalador portentoso con esqueleto de pluma. Y ese momento será también para Joaquim Rodríguez, que tiene 33 años y trepó ayer hasta el tercer cajón del Tour, el único de las tres grandes que le faltaba (fue segundo en el pasado Giro y tercero en la Vuelta), su mejor victoria.
Ocurrió así, precisamente, tras un ataque del catalán, que por la mañana anunció por Twitter que lucharía por el podio hasta caer rendido o muerto y eso es lo que hizo sin reservas pese a que antes de comenzar a subir Semnoz (10 kilómetros duros de escalada) se sintió mal, ahogado y asfixiado, temeroso de desmoronarse. Entonces fue cuando se dijo que no podía ser, que alguna vez la historia tenía que ponerse de su parte. Se acordó, claro, del Giro que le ganó hace un año Ryder Hesjedal en la última crono, con lo que eso marca. Y, por supuestísimo, de la Vuelta que le levantó Contador pocos meses después tras aquel ataque que nadie vio, ni las cámaras de televisión, camino de Fuente Dé cuando la carrera era ya suya, había sido el más fuerte y todo eso, pero? Pensó que no se podía volver a repetir. Atacó a poco más de ocho kilómetros de meta, se subió a su bolsillo Quintana y, poco después, Froome. Nadie más. El podio, el Tour, eran ellos tres.
Lo sabía Purito, que tras recuperarse de un ataque de Froome que también hizo daño a Quintana se giró para mirarle a los ojos al colombiano y pedirle que pusiera algo de su parte, que colaborara para distanciar a Contador, que venía zombie y buscando, de nuevo, la figura de Kreuziger, el abnegado currela que le ha prestado la espalda durante todo el Tour. "Fue un día malo", dijo luego Contador. Otro. Ax 3 Domaines, Ventoux, Alpe d'Huez, Semnoz? El madrileño ha sufrido como nunca en la montaña. Tanto como ha disfrutado Quintana, que es joven, 23 añitos, pero tiene el aplomo de los viejos. Ni le cambió el gesto cuando Purito, uno que tiene el culo pelado, le exigió que relevase y, por supuesto, ni se movió de su rueda. Al catalán no le quedó otra que tirar para arriba: "Solo pensaba en el podio".
Lo tenía en sus piernas. "Me encontraba súper bien". Pero su cabeza le empezó a decir que, yendo tan cómodo y fuerte, qué bueno sería ganar también la etapa y hacer así que el día fuera perfecto y redondo como la rueda de una bicicleta. En esto estaba, pensando en un segundo ataque demoledor que despegase a Nairo y Froome. En cómo y cuándo dar el golpe cuando, por una vez, la cabeza fría bajo el calor de los Alpes de julio se lo desaconsejó. "Decidí al final centrarme en el podio y tirar hasta arriba con todo lo que tenía porque, conociendo las cosas que me pasan, veía que ni ganaba la etapa y me quedaba sin podio por dos segundos", contó luego. Así que siguió centrado en su viaje hacia el podio.
A su rueda iba Quintana, que este sí, pensaba en un golpe único que le diera un universo de gloria a él, claro, pero también a Colombia, un país de gaupasa siguiendo las andanzas de un niño de pueblo, del campesino boyacense que cuando habla del orgullo de ser colombiano habla también del padre Lucho Herrera, sus gestas en el Tour y todo eso, y dice sentirse un hijo de aquello tan bueno que hizo latir a su patria pese a que ni había nacido cuando ocurrió. También, que no imaginaba nada de todo esto que le estaba pasando. "Unzue me iba diciendo durante el Tour que hiciera lo que pudiera". Hubo días que habló de la camisa blanca como un trofeo estupendo. Y luego, sobre todo tras la exhibición del Alpe d'Huez, del podio como un sueño que superó ayer con un solo ataque a menos de un kilómetro de meta que se lo dio todo: la etapa, el segundo puesto de la general, el maillot de la montaña -"es el que mayor ilusión le hace a mi pueblo porque representa lo que somos", dijo- y el blanco de mejor joven. "Es joven", siguió diciendo José Luis Arrieta, director del Movistar, "pero es un potencial ganador del Tour". "Claro que lo es", confirmó Froome cuando le preguntaron; "es el futuro del Tour. Es joven y tiene mucho talento. Va a ser uno de los grandes". El chico del rostro de piedra no decía nada. Solo lloraba. De alegría.
No era alegría lo que sentía Froome, sino otra cosa que no supo describir, cuando vio la pancarta de los dos últimos kilómetros, echó cuentas y calculó que tardaría unos cinco minutos en llegar a la cima y que, siendo esa la diferencia que le llevaba a Contador, que ya no estaba, el Tour era suyo. Esa confirmación -solo él lo dudaría- le descontroló. Atacó justo antes del último kilómetro y luego, desbordado por los sentimientos, dejó paso a Quintana y a Purito mientras recordaba en unas decenas de metros el largo viaje desde el altiplano keniano que inició con una mountain bike hasta París, igual que dicen que los condenados a muerte repasan su vida en un minuto cuando suben al cadalso.
Hoy será el segundo británico, o el primer keniano, en subirse a lo más alto del podio de París. Le acompañaran Quintana y Purito. Y fuera de la foto, cuarto, se quedará Contador, que perdió más de dos minutos y cuando llegó a meta dijo que estaba sufriendo física y mentalmente, que renunciaba a la Vuelta y que necesitaba descansar para levantarse.