DONOSTIA

En 1961 Donostia dijo adiós al frontón Gros tras casi 25 años siendo uno de los referentes de la pelota. Allí se celebraron las dos primeras finales del Manomanista, en las que el genial Mariano Juaristi Mendizabal, más conocido como Atano III, se impuso a Txikito de Iraeta, primero, y luego a su propio hermano, Atano VII. Pero el tiempo no respeta a nadie ni a nada y a la vez que la excepcional figura del manista azkoitiarra se apagaba, el recinto donostiarra también iba perdiendo su brillo y prestigio. Una nueva era tenía que comenzar. Así, tras dos años sin un lugar donde disfrutar de los pelotaris en la capital guipuzcoana, la apertura de un nuevo frontón revolucionó Euskadi. El Atano III, hasta 1995 llamado Anoeta, abría sus puertas por primera vez el 17 julio de 1963 y rápidamente se alzó como el objetivo de los manistas. Todos querían jugar ahí. Hoy se cumplen 50 años de numerosas finales del Manomanista -es el lugar donde más txapelas se han repartido del mano a mano-, innumerables estelares y un sinfín de choques del más alto nivel. Sin embargo, no solo ha sido un templo de la pelota, pues el recinto donostiarra siempre será recordado por el momento en el que Joseba Elosegi se quemó a lo bonzo delante de Franco el 18 de septiembre de 1970.

"Fue algo parecido a lo que ha pasado ahora con el frontón Bizkaia. Era una novedad, mucho mayor que el resto de los frontones", así relata Luciano Juaristi el momento de la inauguración del entonces Anoeta. Atanillo no fue un mero espectador de aquel momento, todo lo contrario, fue uno de los principales protagonistas. El primer partido celebrado en el recinto donostiarra fue una final del Manomanista disputada entre Atano X e Hilario Azkarate, el primero de los cuatro duelos que vivieron. "Lo más importante para mí de aquel día fue que el saque de honor lo hizo mi tío, Atano III", comenta emocionado el azkoitiarra.

Azkarate y 'Atanillo' Durante esos años, Luciano Juaristi y Azkarate se convirtieron en los protagonistas del mano a mano. "Primero perdí con Hilario. Después me tocó ganar... y después perder... y después ganar.", recuerda Atanillo. En casi todas esas finales, había un factor común, el Anoeta lleno hasta la bandera. "Para nosotros aquello fue grande. El control para entrar en el frontón era más libre. Hoy en día controlan mucho, no se pueden superar las cifras estipuladas a la hora de vender las entradas. Entonces no era así, era todo mucho más libre. Se llenaban hasta las escaleras de la cancha y de pie había mucha gente. Las cifras que dieron entonces eran de 3500 personas", analiza Atano X.

Los duelos entre Atanillo y Azkarate dieron paso a la época de gloria de Juan Ignacio Retegi. El primero de la famosa saga navarra consiguió seis txapelas del Manomanista, pero en la final disputada en 1974 tuvo que sufrir para vencer in extremis a Iñaki Gorostiza en Anoeta. "Según dicen los aficionados y los comentaristas, fue una de las mejores finales de los últimos años. Hubo emoción, 21 iguales, un partido durísimo y bien jugado. Eso es lo que te queda en el recuerdo", relata el último campeón vizcaíno del Manomanista y recuerda que entonces el frontón tenía más "caché" que ahora.

La reivindicación de Elosegi El frontón de Anoeta no solo fue testigo de grandes gestas pelotazales. El 18 de septiembre de 1970, Franco acudió a ver la final entre Retegi I y Lajos. En ese momento, Joseba Elosegi saltó desde la segunda grada envuelto en llamas y gritando: "Gora Euskadi Askatuta". El jeltzale sobrevivió pero estuvo varios días entre la vida y la muerte; además, fue condenado a siete años de cárcel.

Años más tarde, acabado el franquismo, comenzó la era de Julian Retegi, que convirtió el Anoeta en su particular fortín. El recito donostiarra se había hecho con el monopolio de las finales del mano a mano y vio cómo en once años el eratsundarra lograba diez txapelas. En aquellas gradas, un niño llamado Abel Barriola disfrutaba de las últimas hazañas del gran Retegi II. "Lo primero que me viene a la cabeza es pasar los días con la familia viendo la final del Manomanista en Donostia y verlo como un frontón inalcanzable porque ahí jugaban los mejores", comenta el leitzarra. Pero el destino es caprichoso y, en 2002, el zaguero hizo realidad su sueño imposible al ver cómo el Atano III le aplaudía a rabiar mientras alzaba su trofeo de campeón Manomanista. "Conseguí mi txapela, algo por lo que había trabajado toda mi vida", rememora el navarro.

Antes, en 1995, Anoeta necesitaba urgentemente una remodelación y además de cambiarle la cara también se le dio un nuevo nombre: Atano III. "Me sentí más orgulloso que si hubieran puesto mi nombre porque yo era un forofo de mi tío. Tenía algo especial", afirma Atanillo. Sin embargo, últimamente el recinto donostiarra no vive la gloria de antaño. "Cuesta que la gente acuda en masa. Eso sí, cuando está lleno impresiona. Lo definiría como un lugar señorial", comenta Barriola. Aun así, pese a no vivir las noches mágicas de antaño, el Atano III siempre será parte de la historia de la pelota y de Euskadi.