Saint-Amand-Montrond. Antes de que acabe el día José Luis Arrieta ya quiere borrarlo. "Es una pena", dice recordando lo bien que le iban las cosas al equipo, lo bien que lo estaban haciendo los chavales, los pocos percances que habían tenido, ningún despiste, nada reprochable ni siquiera ayer, un golpe de mala suerte de esos que podría tocarle a cualquiera y, no lo dice, pero casi siempre le tocan a Valverde. No tiene el murciano suerte con el Tour, la carrera en la que debutó en 2005 cuando era un chaval, ganó la etapa de Courchevel en un mano a mano espectacular con Armstrong en la montaña y poco después tuvo que retirarse con la rodilla tocada.
Fue la primera de tantas. Un año después Valverde regresó al Tour para domarlo y ni siquiera le dio tiempo a intentarlo. En la primera semana, camino de Valkenburg, se cayó y se rompió la clavícula. La historia se repite dos años después, aunque el comienzo es esplendoroso, gana la primera etapa en Plumelec, se viste de líder y todo hace pensar que esta vez el Tour no morderá al murciano. La realidad es otra y vuelve a caer tras golpear uno de los focos que iluminan la carretera por la noche. No se rompe nada, pero sufre heridas que le impiden descansar bien, provocan su desplome en el Tourmalet pero no le impiden llegar a París octavo, a más de siete minutos de Sastre. Ausente en 2009, 2010 y 2011 promete que su regreso en 2012 será definitivo. Piensa en el podio, su sueño que acaba de nuevo por los suelos en una primera semana en la que se arrastra por el suelo varias veces. Descorazonado, a punto de dejarlo todo y marcharse para casa, revive en los Pirineos con una cabalgada antológica que culmina en Peyragudes, donde gana y se redime.
"¡Qué mala suerte!", lamenta Erviti una vez más. Qué rabia le da al navarro volver a ver al murciano descabalgado por el infortunio cuando era segundo en la general, estaba fresco como una rosa y dispuesto a dar leña al líder inglés en el Ventoux, en los Alpes, donde fuera. "Con Alejandro haremos cuentas al final de carrera y seguramente nos acordaremos de estos diez minutos, pero él ahora no puede pensar en eso. Va a seguir andando igual. El año pasado, pese a las caídas, fue capaz de rehacerse y ganar una etapa".
"Es mala suerte, no hay más", reacciona el murciano después de masticar y digerir su desdicha en la intimidad del autobús del Movistar. "Siempre me pasa algo en el Tour", prosigue. "La mala suerte ha querido que alguien me tocase por detrás y se rompiera la rueda en un momento crítico. Es algo que no se puede evitar", lamenta Valverde, que habla aún enigmático de que el Tour da muchas vueltas pero que, claro, si antes ya estaba difícil luchar por él, incluso agarrarse al podio, imagínense ahora que ve a Froome más allá del horizonte en la general.
Le queda al Movistar, de todas formas, Nairo Quintana, que se agarró como pudo al grupo de Froome para que no se lo llevara el viento y conserva la distancia con el líder, más de cinco minutos. "Si hay que ayudarle, se le ayudará", promete Valverde. "Pero a Nairo", quiere descargar de responsabilidad al colombiano, "no le podemos meter más presión de la que él coge. Claro que es uno de los mejores escaladores, pero es su primer Tour y, sobre todo, es muy joven".