tours. Froome no es una máquina. Froome siente. Sufre, se duele y padece la tristeza mientras gobierna el Tour con la contundencia de los desalmados. Y cada tarde, al llegar al autobús o ya en el hotel, mira a su alrededor y abraza a sus hermanos. A tipos como David López, que no le van las cosas tan bien, que no anda como esperaba. "Y él se acerca, habla contigo y se le ve que le da tristeza verte así porque sabe lo que hemos trabajado para estar bien en el Tour, tanto como él. A Chris le va fenomenal, está fuerte, pero comprende lo que podemos sentir". En la radiografía de un líder piadoso y cercano, un hombre sensible, va implícita también una realidad más relevante para el destino del Tour como es la debilidad del Sky, o, al menos, el reconocimiento de que el equipo no es la apisonadora de la pasada edición.

"Y es evidente que es así", asiente López; "no podemos negar que no estamos como en otras carreras ni como el año pasado, que es lo que más se pensaba y lo que hizo que la gente hablara de más el primer día de montaña, cuando ganó Froome y Porte hizo segundo".

Ese día es Ax 3 Domaines y su noche depresiva en la que se temió lo peor. Otro Tour sin chicha, nada que ver, nada que contar, salvo las concesiones del Sky, alguna etapa prestigiosa y la lucha por el tercer cajón del podio. La segunda etapa de Pirineos, una salida salvaje, el desplome del equipo inglés que dejó solo todo el día a Froome aunque él solito se bastó para que nadie le molestara, desmiente todos esos temores.

"Y desmiente también que somos máquinas. Mira, nosotros también somos humanos, pero parece que nadie lo quiere creer. Después de lo que pasó en Pirineos, a Nico -Nicolás Portal, director del equipo- los franceses le preguntaban si todo eso había sido un circo, si lo habíamos hecho queriendo para lavar la imagen y que no se hablara tanto de cuánto andaba el equipo. Y lo que en realidad ocurrió fue que se juntaron un cúmulo de cosas en nuestra contra", explica López. Primero, enumera, que acusaron el esfuerzo del día anterior, el calor y la dureza de la etapa, tener que tirar durante tantos kilómetros; y, después, que se equivocaron. "Pecamos de novatos. Falló un poco el orden de trabajo y la caída de Peter -Kennaugh- influyó para que Froome se quedase solo", abunda. Esa tarde en el hotel, de todas maneras, el keniano les dijo a todos que no se preocuparan, que había llegado bien a meta, sin apenas pasar apuros, y que solo le intranquilizó la soledad, que temía una avería o algo así que pudieran aprovechar sus rivales.

A ese episodio de los Pirineos se agarran los que dicen que el Tour sigue vivo, que no está acabado y que si ha pasado una vez, por qué no puede volver a ocurrir. "Claro que yo les entiendo que se agarren a esa idea, pero no va a volver a pasar. Coincidieron muchas cosas, fallamos, yo mismo fallé, y nos equivocamos. Cuando vuelvan a llegar los días duros ya veremos, pero nos hemos sentado, hemos analizado lo que ha pasado y hemos encontrado el fallo".

"Otra cosa es que los rivales no se den por vencidos y cualquier día se pueda liar", dice el vizcaíno, que durante años fue gregario en la montaña de Valverde, del que sigue siendo amigo, y al ver ahora al murciano no puede evitar identificar a un tipo igual de fuerte, tan bueno como siempre, pero distinto. "No es el mismo Alejandro. Es mejor, más asentado, más mentalizado".

Seguridad Tan confiado, podría continuar, como Froome, que en la Dauphiné les decía que no estaba del todo bien, y miren cómo ganó, y pocos le hicieron caso. Hasta que llegó el Tour, pasaron las primeras etapas en las que insistía que iba muy fácil, llegó la montaña y dejó temblando el Tour, y pasó la crono y dejó la esperanza de una carrera abierta solo para los muy creyentes. "No creas, incluso a nosotros nos sorprende su facilidad y confianza. Nos cuenta cada día que está convencido de que las cosas van a salir bien y eso nos da seguridad", sostiene López, que ve a Froome como un Indurain o un Armstrong, un campeón como ellos y los anteriores al que le gusta mimar los detalles de la bicicleta y cuidar las relaciones personales, "lo que hace que te sientas contento de trabajar con él". Un campeón sin miedo a los rivales que respeta. "Su único temor", explica el vizcaíno, "es a sí mismo, a que pueda llegar a fallar él. Tiene miedo a que le pase como a Richie -Porte-". Fue ese día de los Pirineos en el que falló todo el Sky y López, promete, no volverá a ocurrir.