Cómo es Bahamontes. Un chico de 84 años que se posa en Bagneres de Bigorre y agita la sala de prensa, la refresca, y juega con los periodistas de ahora que no le vieron correr diciéndoles que a ver dónde estaban el día que se retiró en el Tour del sesentaytantos, comiendo paella en Baiona, claro, les dice, pasando del Tour, les increpa, y luego, les azuza, todos corriendo al hotel para hablar conmigo, y entonces, se pone serio, pues no, a mí no me daba la gana, les señala como si los periodistas de ahora fueran los de entonces, como si nada hubiera cambiado en el Tour, que puede que sea así. Salvo, habla la melancolía de los viejos ciclistas, la forma de correr. Que sobran les oreillettes, le dice al periodista de L'Equipe. Que falta la esencia pura y combativa del ciclista, los ataques de salida en las etapas de montaña. Que echa de menos, vamos, la épica, la lucha a muerte, el sudor hecho sangre, la grandeza del Tour.
Y mientras lo cuenta, Gaul se me ponía a rueda de salida y me lo ponía difícil, la televisión que tiene a su espalda emite la imagen de un pelotón descuartizado como recordaba Bahamontes que se descuartizaban los pelotones en su época. Y no es el último puerto, esta vez no, sino el primero, el Portet d'Aspet donde empieza a recuperar el Tour su grandeza después de una noche de desvelo pensando en el tormento de dos semanas de dictadura del Sky, el trantrán fúnebre del equipo que celebra por la noche con champagne en Ax Les Thermes el golpe duro y certero, directo al corazón, en la estación de esquí de Ax 3 Domaines.
"Lo que no podía ser", dice José Luis Arrieta, uno que se rebana los sesos por la noche junto a Unzue para cambiar el destino del Tour, "era correr como hasta ahora, la misma táctica, esperar a que ellos arrancaran la moto y resistir hasta donde se pudiese". Así que le dieron la vuelta. A ver si resisten ellos. A ver si ellos, los modernos que todo lo saben, soportan una batalla a muerte desde el principio como las de antes.
El Tour empezó a volver a ser el Tour entonces, cuando se mezclaron las ambiciones de los que querían luchar por la etapa (Garmin y Euskaltel entre ellos), los que buscaban los puntos de la montaña (Rolland, claro) y los que deseaban probar la resistencia incuestionable del Sky. El coctel fue una bomba. La mecha se prendió en el Portet y estalló en Menté.
"Fue una locura, algo increíble", recuerda Jon Izagirre uno de los episodios más hermosos del Tour de la última década. Él era de los del grupo de delante hacia por el que se lanzaron Antón y Nieve en Menté mientras por detrás el Movistar apretó hasta el fondo el acelerador para comprobar la resistencia del Sky. El descubrimiento fue maravilloso, un hallazgo inopinado, porque el equipo inglés se deshizo en mil pedazos. Kiriyenka, Sitsou, Kennaugh (que se cayó por un pequeño barranco y tuvo que volver a la carretera escalando agarrado a las zarzas), López? todos hincaron la rodilla. Todos, incluso Porte, que le dio su último aliento a Froome para dejarle a rueda de Valverde, Contador y los demás y luego levantó el pie en una imagen inimaginable unas horas antes que hizo frotarse las manos a Unzue y Arrieta. El Sky estaba desarmado, Froome aislado y Porte camino de ser eliminado.
El pelotón bajó hecho cachitos Menté y se posó en el llano. "Pero ya no era cuestión de parar. Habíamos logrado lo más difícil, que era dejar solo a Froome", contó luego Unzue. Sin Porte, se anulaba la fuerza estratégica del Sky. Y debilitado el poder, se impuso un estado anárquico, la bella locura de la que solía hablar Coppi, que quiso aprovechar Valverde con una ataque en el llano catapultado por Rubén Plaza, que se lo metió en el bolsillo y tiraron para tratar de enlazar con el grupo de cabeza -allí estaba Castroviejo, también Nieve, Antón y Jon Izagirre- pensando, quizás, en destronar a Froome, amarillo solitario. Ocurrió que el keniano vio la jugada, se lanzó a por la rueda de Valverde como si su vida dependiese de ello y, masticando el aire, sufriendo, alcanzó al murciano. Se descolgó Castroviejo para tirar de ellos, llegaron al grupo de cabeza y como por detrás venían los chicos de Contador persiguiendo a muerte hubo, al fin, momento para la serenidad, para recuperar el aliento, aclarar las ideas y reagruparse.
Menos Porte. Ya no se podía parar y desperdiciar todo lo conquistado en un par de horas de ciclismo maravillosas. Quedaban el Peyresourde, Val Louron y La Hourquette d'Ancizan. Los dos primeros los devoraron Andrey Amador y Castroviejo -"¡Ay cómo he sufrido! ¡Ay la costilla que me está matando!", dijo el vizcaino tras un trabajo soberbio- y para el tercero, el último, hicieron acelerar el paso a Rubén Plaza y, después, atacar a Nairo Quintana. No una vez, ni dos, sino cuatro veces hasta que desde el coche le dijeron que ya valía, que no era necesario seguir probando a los rivales, que todos respondían bien, que era imposible soltar a Froome ni a ningún otro en ese contexto.
Se echó de menos un ataque más ambicioso, alguien más con ganas de poner el broche a una etapa genial en su inicio. "Yo ya lo he pensado un poco", reconoció luego Quintana, "pero igual es que la gente está contenta con lo que tiene". También un acelerón fuerte y duro de Contador, o de Valverde, por qué no, para arrinconar al solitario Froome.
froome sufre lo indecible "Pero con un puerto como ese a 30 kilómetros de meta no se podía hacer nada más", quiso explicar Unzue, que lamentó haber perdido la etapa porque en La Hourquette se destacaron Fuglsang y Daniel Martin, incomprensiblemente el Movistar no anduvo fino para atraparles -tenían a Rui Costa para tirar o al propio Nairo- y se jugaron la victoria en Bagneres de Bigorre, donde venció el irlandés, sobrino de Roche, que ya había ganado en abril la Lieja-Bastogne-Lieja. A 20 segundos llegó el grupo de Valverde, sin Porte, pero con Contador, Evans, Purito, Mollema, Andy Schleck, Nieve o Quintana. Y, claro, Froome, que habló de uno de los días más duros que recuerda sobre una bicicleta, de la soledad -sin compañeros que le trajeran agua y comida tuvo que apañárselas solo, preparándose en marcha y sin perder de vista a Valverde un bidón de sales, desenroscando la ponchera, echando los polvos y agitando-, de la compañía del pinganillo y la voz de Nicolas Portal, "no te preocupes Chris, no te preocupes, todo está bien", le decía, y el final feliz. "Sigo siendo líder y no he perdido tiempo", dijo. "Aunque, es cierto, ahora somos más vulnerables", reconoció tras bajar del podio donde Bahamontes le susurraba al oído a Quintana que era el mejor escalador de la carrera como si le estuviese encargando que recuperara la grandeza del Tour.
1º Daniel Martin (Garmin-Sharp)4h.43:03
2º Jakob Fuglsang (Astana)m.t.
3º Michael Kwiatkowski (Omega)a 20''
4º Dani Moreno (Katusha)m.t.
5º Joaquim Rodríguez (Katusha)m.t.
16º Mikel Nieve (Euskaltel)m.t.
GENERAL
1º Chris Froome (Sky)36h59:18
2º Alejandro Valverde (Movistar)a 1:25
3º Bauke Mollema (Belkin)a 1:44
4º Laurens Ten Dam (Belkin)a 1:50
5º Roman Kreuziger (Saxo-Tinkoff)a 1:51
11º Mikel Nieve (Euskaltel)a 2:55
Mañana, 10ª etapa: St Gildas des Bois-Saint Malo, 197 kms. ETB1 y Teledeporte.