Pamplona. La grabadora comienza a funcionar y a Echávarri le entra una especie de pánico. "Si no tengo nada que contar...", balbucea. Dos cintas y varias horas de conversación después, con reiteradas coletillas de "esto mejor no lo pongas", rematando con puntos suspensivos frases cuyo desenlace final adivina controvertido, confesando hasta donde su discreción se lo permite, eludiendo los elogios, repartiendo los méritos, repasando una historia que protagonizó en primera persona, para decir, cuando la grabadora ya se ha detenido, que "todo lo que me ha pasado ha sido un accidente".

¿Por qué es tan remiso a conceder entrevistas?

¿Qué aporto yo? Solo he acompañado al que ha ganado. Era un engranaje más de una cadena, y como era el mayor de todos, tenía que poner la cara, hacerme el valiente -cuando yo soy más bien tímido- y tomar decisiones, pero siempre con ayudas. Lo que quiero es continuar pasando desapercibido. Ahora tengo muy poco que decir.

¿Nadie intentó que siguiera vinculado al ciclismo?

Al principio me llamaron, pero era una etapa que ya estaba terminada. Alguien me dijo que era un poco bruto y que en lugar de pasar página en la vida yo había cerrado el libro. Y es una expresión que se ajusta. Me gusta seguir hablando de ciclismo pero cuando me llaman a participar en coloquios, no quiero, no quiero.

Cualquiera diría que tiene miedo a algo que le puedan preguntar.

No, no. Es que no me siento en condiciones de dar lecciones. Lo que he hecho ha sido por mis atrevimientos o mis ignorancias... Solo puedo hablar de mis experiencias. Solamente.

¿Sueña con el ciclismo?

Soñé. Ahora, cuando tengo un ratito cojo la bicicleta, y la bicicleta es un repaso de situaciones bonitas desde el sillín, que no desde el sillón, pero la verdad es que no soy un nostálgico.

Me decía que le gustaría tener los recortes de prensa del primer Tour, el de 1983, para mostrárselo y comentarlo con sus nietos...

Es que cuando me veo en las fotos de la época tengo los mismos años que mi hijo ahora, y me entran temblores y me pregunto: cómo me atreví, qué ingenuo...

¿Ingenuo, o valiente y decidido y hombre con las ideas claras...?

Hablamos hace unos días de la utopía del Tour de 1983... La utopía es el hilo de cualquier proyecto. Es un acto de fe, creer en lo que no ves. Creer en algo en lo que solo puedes poner tu confianza, como cuando comenzamos con Reynolds: "Vamos a hacer este experimento, pero necesito que confiéis; si no, no vamos al Tour". Y preguntándonos siempre: ¿Y esto, a dónde nos llevará?

¿Qué parte de su vida contaría con más énfasis a sus nietos: la del hombre que de un sueño cuajó un proyecto o la del director que acumuló éxitos?

No, la de los éxitos no. La consecución o no de los éxitos parte primero de que tengas una ilusión por mejorar algo. En nuestro caso, en aquella época (comienzos de los ochenta) el ciclismo estaba muy mal, estaba pasando una mala etapa, y por poco que se hiciera tenía una pequeña garantía de que íbamos a mejorar algo.

Su carrera deportiva le ha dejado un grueso palmarés, pero humanamente ¿qué le ha dado?

Está claro que no puedes caer a todo el mundo bien, dejar a todos contentos, pagarles lo que a lo mejor querían... He querido ser bastante sensato en la toma de decisiones, aunque me pudiera equivocar. En general, ha habido mucha gente humilde que ha sido muy importante. Cuando se fue Miguel (Indurain) en el año 1996 nos quedamos un poco huérfanos y tuvimos que hacer la operación de traer a Olano, aunque a algunos les chirriaba mucho... Eran dos pesos pesados fuertes. Era una situación diferente a la de Delgado y Arroyo.

¿Se ha sentido recompensado?

Sí; siempre he sido supervalorado, superreconocido. He recibido mucho más de lo que me merezco. Pero tampoco podía hacer otra cosa: solo intentar asimilarlo con la mayor naturalidad.

Cuando toma la decisión de retirarse, ¿valora todo esto, que su utopía se ha hecho realidad?

Se hizo realidad en una parte, pero luego...

¿No la llegó a completar?

Sí, si quieres en mi caso sí. Pero uno lo que quiere es impregnar un poco al colectivo. Creo que se mejoró mucho, pero era fácil y obligado y al final se mejoró. Pero después...

¿Qué pasó?

Pues que la vida es de encuentros y desencuentros, y yo empecé a desilusionarme. Ocurrió lo de Santi Blanco (se fue con Javier Mínguez a Seguros Vitalicio estando comprometido con Banesto) y luego vinieron más cosas... Yo entiendo que cada uno tiene su forma de vida y hasta lo puedo comprender, pero las formas... Y entonces te empiezas a decir: me parece que esto ya no va conmigo; si todo vale, respecto a la palabra, a un contrato, si todo vale, las famosas cláusulas de rescisión, creo que empiezo a estar en un sitio que no es el mío.

O sea, que ese ciclismo que habían tratado de mejorar, de dignificar, era ya puro mercantilismo.

Sí, es lo que manda en esta época. A mí me parecían muy importantes las relaciones personales, la complicidad con los ciclistas. Para mí, cuando hoy hablo de Ángel, de Pedro, de Julián, son algo más que Arroyo, Delgado o Gorospe. Teníamos mucha complicidad, de gente fiel, de gente que confiaba. Yo he tenido corredores que han estado muchos años, que se han ido y han vuelto. Los primeros que se marcharon y me demostraron que mi teoría no era buena fueron Delgado y Arroyo. No podíamos luchar con lo que les ofrecían. Yo tenía el sentimiento de que Reynolds fuera un equipo homogéneo en todo, pero no podía ser. Y eso me enseñó que tiene que haber un líder y tiene que haber unas diferencias. Eso aprendí de los primero años: el líder es el que justifica la estructura de todos los demás, de las cincuenta o sesenta familias que viven del equipo.

¿Esa responsabilidad que descarga sobre el líder del equipo en cuanto a sostén de una escuadra y de muchas familias, no puede ser uno de los motivos que, en algún caso, haya empujado al dopaje para asegurar resultados?

Eso nunca lo justificaría. Yo siempre he intentado dotar a esos líderes de un gran equipo. Sí que es verdad que la sociedad actual es más exigente, pero...

¿Cómo siguió el juicio por la 'Operación Puerto'?

Con tristeza. Te cuentan muchas cosas que no encajan. Dicen, "es que el ciclismo es muy duro", pero a Ben Johnson lo cogieron por cien metros... Volviendo a lo que preguntabas antes, es que hay firmas que te pagan más si ganas el oro y...

¿El juicio ha servido para algo?

A parte de manchar al ciclismo... Tiene que servir para que la gente se dé cuenta de que no vale hacer las cosas como las hacían. El ciclismo ha sido el deporte más castigado: tu no hablas de doping si no hablas de ciclismo y eso no me gusta. En todos los deportes pasan cosas, y si buscas en otros deportes, encuentras. Si quieren buscar...

¿Le dio pena ver a Manolo Saiz en el banquillo?

A todos los que han estado ahí. A mí me gusta escuchar a las personas. Entre nosotros ha habido momentos muy duros, pero nos hemos visto en Pamplona, hemos tomado un café y hemos hablado. Y ahí descubres que todas las personas tienen cosas muy interesantes.

¿Entiende que el aficionado mire ahora con recelo a las carreras?

Visto lo visto, sí. Es una pena, pero es algo que nos va a seguir pasando.

¿Va a seguir pasando...?

Ahora hay mucho menos, aunque hayamos visto casos recientes. Nace de una situación complicada y difícil de explicar: hay muchos chicos jóvenes que llegan al equipo y ves que no tienen otro oficio. Yo les decía, hay que ser correctos. Cumplen los 25 años y ha sido fieles, disciplinados y correctos, pero no han tenido resultados. Y ve que otros que han sido mucho peores, tienen mejores resultados. Eso luego te pone a ti en una tesitura difícil. ¿Cómo le convences tú a ese corredor que tiene que seguir actuando así? Él te va a contestar: si no tengo resultados, me vas a echar; si recurro a cosas ilegales, me echas también. Por eso, cuando aparece alguien que hace una exhibición, no te entusiasmes, démosle tiempo...

Hay un claro problema de credibilidad en el ciclismo.

Sí, pero dime tú ahora, en esta sociedad, en quién tengo que creer. ¿Puedes poner la mano en el fuego por alguien? El que esté libre de culpa...