marsella

A finales de enero o así Gorka Izagirre publica una carta para felicitar a su hermano por el premio DEIA al mejor ciclista vasco de la pasada temporada y lo que escribe no es un halago del mérito deportivo de Jon, sino, oh, qué bello, una declaración del amor insondable que siente por su hermano. Habla de que no quiere imaginarse una vida sin él, separados, ahora que comparten maillot, profesión y muchas cosas más. Que esa idea le atormenta. Que desea más que nada en el mundo seguir a su lado, en la vida, claro, pero también en el pelotón. Así, unidos por un cordón umbilical, corren el Tour en el que comparten, además del sudor, objetivo: ambos luchan por ganar una etapa.

Gorka, que no se sabe si es mejor ciclista que persona y todavía se arrepiente de que cuando era un crío le dio con una piedra en la cabeza a Jon en una riña entre hermanos, ha corrido dos Tours y en tan poco tiempo ha sabido descodificar las claves de una carrera de complicada digestión, que a otros se les atraviesa como una espina en la garganta. A él se le da bien. "No sé si tengo una etapa del Tour en las piernas, si realmente estoy tan cerca como dicen de lograrlo", matiza; "pero sí te digo que estoy bien, muy bien, seguramente en el mejor momento de la temporada". "Además", añade, "tengo al lado a mi hermano".

Eso que parece tan insignificante y caprichoso -Indurain traía a Francia a su hermano Pruden para que le quitara el viento en el llano y le abasteciese de agua y comida en carrera pero, también, para que le escuchase en la soledad de las calurosas noches amarillas del Tour-, tiene una trascendencia vital para Gorka, que piensa que siempre es mejor tener al lado a un hermano, a Jon, que le conoce mejor que nadie, que sabe leer sus gestos y escuchar sus silencios, y que eso le reconforta, le hace sentir seguro en la jungla del pelotón del Tour.

"Siempre vamos juntos", cuenta el mayor de los Izagirre, tercero en la etapa de Bagneres de Luchon del pasado Tour. "No es que nos busquemos, sino que resulta algo instintivo. Nos encontramos sin quedar, hacemos los mismos movimientos sin pactarlo".

Como la realidad de casa en la que el hermano mayor abre camino y el pequeño, libre de obstáculos, le imita y le sigue, Jon se ha fijado en la manera que tiene Gorka de moverse en el pelotón. "Y lo sorprendente", cuenta el mayor, "es que en unos pocos días ha aprendido cosas que a otros nos cuestan años. No le ha afectado la tensión de las primeras etapas ni nada de eso. Va ahí, delante como si nada, como si fuese otra carrera cualquiera". "Sí, sí, me he adaptado bien, es cierto, pero soy consciente de que esta carrera no es como las demás", reconoce Jon. "En el Giro también hay tensión, pero esto es distinto. La carrera es más grande, hay más gente en las cunetas, el agobio es mayor durante todo el día y no puedes dejar de estar atento ni un minuto. Si lo haces, estás perdido", dice el pequeño de los Izagirre.