Errenteria. "Entonces», explica, "no es como ahora. Una lesión de esas te condenaba". Era joven, 32 años nada más, y le dijeron que estudiase para ferretero, que tenía salida, un futuro. De la bicicleta sacó poco. "Entonces no se pagaba bien". Y eso que fue uno de los buenos. Excelente domestique de Bahamontes y Riviere en el Tour, donde llegó a ganar una etapa en 1966 en Bourg de Oissans, a los pies de Alpe d'Huez. También discutió una Vuelta a España a Poulidor, la del 64, que acabó segundo por culpa de una avería.

Lo primero que vivió fue la guerra.

De la guerra recuerdo una fila interminable de soldados pasando por San Marco. Y luego la posguerra, que fue dura, pero no por el hambre porque nos arreglábamos con lo que teníamos, las patatas y la fruta. Vendíamos cerezas y manzanas y por la hierba que segábamos y recogíamos nos daban mil pesetas. Teníamos alubias, cerdos... La bicicleta entonces no era más que para ir a trabajar al muelle de Pasajes. Iba y venía con ella y entonces los amigos me empezaron a decir que andaba bien, que por qué no corría y esas cosas. Hasta los 18 no empecé a correr. Dicen que tarde, pero no lo sé. Entonces era así. Corrí unas cuantas carreras hasta que me tuve que ir dos años a la mili. Cuando volví, los amigos me decían que empezara de nuevo, pero yo no tenía ganas, no quería. En la bicicleta se ganaba poco dinero y los ciclistas teníamos fama de vagos, pero yo trabajaba en el muelle diez horas al día y después entrenaba. Otras veces me tiraba hasta la 1.00 de la mañana trabajando y me levantaba a las 5.00 para ir a correr. Íbamos en bicicleta a la salida, corríamos y volvíamos en bicicleta a casa.

Los ciclistas entonces eran tipos duros.

A la primera Vuelta a Francia que corrí fui con cinco piñones: 14, 16, 18, 20 y 22. Y 46-52 de plato. Con eso subía el Tourmalet, el Galibier, todo. Las bicis pesaban nueve kilos o así, pero el material en aquella época era malo en España. El bueno lo tenían los italianos, así que cuando nos concentrábamos en Niza íbamos a la frontera italiana para comprar cosas. Recuerdo un cuadro La Perle, el primero que me compré, que me costó 3.500 pesetas. Mi hermano no se podía creer que pagase tanto. Era mucho dinero.

¿No se ganaba dinero en el ciclismo?

Cuando empecé ganábamos 700 pesetas y los gastos los pagábamos de nuestro bolsillo. Íbamos a correr la Volta y salíamos en bicicleta desde casa para llegar en tres o cuatro días porque no teníamos dinero para ir de otra manera.

Descubrió el Tour en el 58. ¿Le impresionó?

Ahora se quejan cuando meten tramos de adoquín, pero nosotros ese año hicimos una etapa de 250 kilómetros con salida y meta en Bruselas que fue entera sobre piedras entre las que crecía la hierba. Rompió el sillín ese día San Emeterio y Langarica nos dijo que nos paráramos a esperarle. Nos quedamos tres o cuatro y Dalmacio nos gritaba que tiráramos, que si no nos quedábamos fuera de control. Creo que perdimos 20 minutos. Llegamos hechos un cristo. Ese año hicimos 24 etapas sin día de descanso.

Aquellos eran los tiempos de Bahamontes y Loroño.

En mi segundo Tour, el del 59, se montó una buena en Madrid y al final Loroño se quedó en casa, pero luego en el Tour el ambiente fue bueno entre nosotros. Bahamontes y Loroño siempre estaban igual. En las cenas Bahamontes no probaba el vino nunca y Loroño cogía la botella, bebía y solo eso bastaba para que el otro se irritara. Otras veces Bahamontes decía que el tomate era malo, Jesús le respondía que a él le entraba muy bien y empezaban de nuevo a discutir sobre eso hasta que Loroño acaba diciéndole que si no le gustaba el tomate, que no comiese.

Al lado de Bahamontes en el Tour estuvo unos cuantos años.

Era un gran ciclista, no hay ni que decirlo, pero muy raro. Tenía cada cosa... Como persona era especial, pero yo me he llevado bien con él. El primer año que hice con él en el Margnat-Paloma estábamos en el equipo del Tour siete franceses y tres españoles. Se retiraron todos los franceses y nos quedamos nosotros solos. Nos llamaban los tres mosqueteros: Bahamontes, Campillo, que sabía francés porque había estado en Francia durante la guerra, y yo. Acabamos terceros por equipos.

Coincidió con Bahamontes y Gaul en el Tour. ¿Quién era mejor escalador?

Los dos eran muy buenos, seguramente los mejores de la historia, pero no sé quién era mejor. En el año 58 el Tour puso una cronoescalada en el Ventoux y primero fue Gaul, segundo Bahamontes, tercero Jean Dotto y luego el resto.

Su carrera era el Tour, que corrió siempre desde 1958 a 1967.

Pero yo era gregario. Me encargaba de llevar el agua, que entonces se cogía en las tabernas o en las fuentes. Eran los años del tubular en la espalda o debajo del sillín. Siempre he estado trabajando para los demás. Esa ha sido mi carrera. Corrí muchos Tours, pero no creas que me gustaba tanto. No me iban esas cuestas largas y duras ni tanto calor. Para mí el mejor día en el Tour fue la etapa que ganó Gaul en los Alpes con lluvia y granizo.

Cuentan que Roger Riviere se quedó impresionado con usted en una Vuelta.

En una contrarreloj entre Eibar y Gasteiz él salió detrás de mí y me cogió a la altura del pantano. Por la tarde, mientras se daba masaje, preguntó por mí. Quería saber quién era porque le había gustado. Dijo que me quería para su equipo, hablamos y pasé del Peugeut al Saint Raphael. También me quiso el Kas, pero no me pagaba mucho dinero y dije que no. No me ofrecían ni un cuarto de lo que me daban en Francia. Con Riviere estuve bien. Empecé a ganar algo de dinero. En el 61 me dijo que me iba a ir con él al equipo de Coppi, Tricofilina Coppi. Él, yo, Bahamontes... El equipo estaba hecho, pero en el Tour Riviere tuvo un accidente, se rompió la columna y se quedó paralítico. Todo acabó ahí. Años después, se suicidó.

Vivió desde el pelotón el duelo entre Anquetil y Poulidor en el Tour y la época de la Francia dividida por la pasión por ambos.

Anquetil era muy bueno. Y tenía carácter. Ahora escucho a los ciclistas protestar porque les hacen controles a las seis de la mañana. La culpa, lo siento, pero es suya porque se dejan. Nosotros hicimos huelga, con Anquetil a la cabeza. Un día en el Tour vino y dijo que íbamos a hacer huelga porque a Poulidor le habían desvalijado la maleta. Que habían llegado los gendarmes y le habían tratado como a un delincuente. Él decía que no había derecho a eso y protestamos. Ese era Anquetil. Además de un ciclista elegante y una persona educada y maja.

¿Y su gran rival, Poulidor?

Era más zorro. Estaba más pendiente del dinero. En una etapa entre Andorra y Toulouse que no veíamos nada por la niebla nos quedamos solos subiendo Envalira Bahamontes, Manzaneque, Julio Jiménez, Poulidor y yo. Anquetil se había quedado muy atrás y Poulidor me dijo: Te doy dinero si me ayudas. Yo le respondí que cuánto. Y no me decía. Volvió otra vez a ofrecerme dinero por ayudarle y le volví a responder que cuánto. Pero como no respondía seguí sin dar relevos. A falta de 20 kilómetros apareció Anquetil y mientras Poulidor miraba para atrás metió la rueda en un agujero. Párate, párate, me gritaba con la rueda rota. Se quedó solo, llegó el mecánico, le cambió la rueda y cuando le empujaba le tiró al suelo. Aquel día Poulidor perdió dos minutos. Y, posiblemente, el Tour de Francia.

La noche anterior a esa etapa, día de descanso en Andorra, fue la que cuentan que Anquetil se puso morado a champagne y ostras en una fiesta.

No sé. Lo que sí te digo es que aquel día nosotros salimos a entrenar, nos paramos en un camping porque no teníamos ganas de andar y estuvimos comiendo sardinas y anchoillas.

¿Por qué no ganó un Tour Poulidor?

Porque no era muy listo.

Dice que era gregario, pero ganó una etapa en el Tour del 66, en Bourg de Oissans, al pie de Alpe d´Huez.

En la crono del día anterior me reservé para intentar ganar. La primera mitad de la etapa era llana y la otra mitad tenía dos subidas. Empezamos y Van Looy y estos gritaban para que fuésemos despacio. Metían cuneta para que no pasáramos. Yo les dije que era ayer cuando había que ir despacio, que hoy... Aguantaron conmigo Julio Jiménez y Joaquín Galera. Coronamos y nos lanzamos en un descenso de camino estrecho y malo. Les solté en una curva y en la siguiente me salí, me agarré a un poste de electricidad, di la vuelta entera, me volví a montar en la bici y seguí. Les volví a coger, les dejé de nuevo y gané. Así fue aquello.

Regresaría como un héroe a casa.

No creas. Entonces en Gipuzkoa no se hablaba mucho de ciclismo, aunque la gente iba en moto al Tour

Antes de retirarse coincidió con Ocaña en el Fagor.

Estuve poco con él pero se veía que era bueno, pero le fallaba un poco la cabeza. En una etapa entre Benidorm y Almansa que hacía un calor tremendo le dije que iba jodido y nada más decírselo empezó a dar leña. Me sacó cinco minutos. Al día siguiente les dije a Vélez, Errandonea, Mendiburu y estos que fuésemos para adelante porque pegaba el viento. El pelotón se destrozó y Ocaña perdió 20 minutos. Era joven y no sabía estar en el pelotón. A una concentración que hicimos en Candanchú fuimos Aranzabal, él y yo en coche. Había nieve, la carretera estaba helada y conducía Ocaña a toda leche. Le dijimos que fuese más despacio, que parara, y nada. A quinientos metros el coche patinó y Aranzabal y yo saltamos en marcha. Subimos andando lo que quedaba. Así era también como ciclista. Le pasó que quizás creyó que era más de lo que era.