Desde los años veinte hasta los ochenta del siglo pasado, las expediciones que intentaban alcanzar el pico de 8.848 metros estaban integradas por curtidos montañeros, pero ahora parece al alcance de cualquier persona que tenga dinero y suficiente voluntad.

Sin ir más lejos, en lo que va de año han logrado la hazaña un japonés de 80 años de edad, un canadiense sin manos, una india con una pierna y una actriz nepalí, entre otros.

Un mexicano ascendió incluso la montaña por la cara norte y por la sur en el mismo mes, algo que nunca antes se había hecho.

Según Elizabeth Hawley, que lleva el recuento de todas las expediciones que han subido a los Himalayas nepalíes en el último medio siglo, las expediciones comerciales se dispararon en la década de 1990.

"Estos días la gente sube el Everest en lugar de ir de crucero. Si ayuda a sus comunidades y a su ego... ¿Por qué no?", afirma a Efe la octogenaria registradora.

Gran parte del éxito no sería posible sin la ayuda de los famosos sherpas nepalíes, que pertenecen a un grupo étnico que vive en las sombras del Everest.

Ellos son quienes cargan las grandes cantidades de materiales, montan y desmontan las tiendas y, en ocasiones, arrastran literalmente a aquellos que quieren escalar la montaña.

"Muéstrame a alguien que quiera ascender el Everest y veremos qué hacer", dice a Efe Pemba Doryi, que el mes pasado ató a un hombre sin manos a su cuerpo para ayudarlo a subir hasta la cima.

Según el funcionario gubernamental Tilak Pokharel, cada montañero que escala el Everest proporciona empleo directa o indirectamente a entre diez y quince personas.

A esto hay que sumar los 10.000 dólares que se debe pagar al Gobierno nepalí por subir el pico más alto del mundo; solo en 2012 el país himalayo recaudó 3,2 millones de dólares gracias a esta tasa.

Desde que Hillary y Shera, cargados con siete toneladas de materiales, pusieran pie en la cima hace 60 años hasta el año pasado, el Everest ha sido testigo de 6.208 ascensos, 3.337 a cargo de alpinistas extranjeros y el resto de sherpas, según datos oficiales.

Situado en la frontera entre Nepal y China, hasta finales de los setenta todos los ascensos se iniciaban desde el primer país, puesto que Pekín no abrió la montaña a alpinistas foráneos pese a que ciudadanos chinos sí que lo escalaron entre 1960 y 1975.

Pero todavía hoy en día la mayor parte de los montañeros lo suben desde la parte nepalí aunque resulte más caro.

"Los chinos abren la montaña a partir de abril y entonces es muy tarde para aclimatarse. Además, las operaciones de rescate son más fáciles en Nepal", argumenta Ang Thesring, de Asia Trekking, una de las mayores compañías organizadoras de rutas en Nepal.

Algunos puristas están en contra de las expediciones comerciales y el Gobierno nepalí ha sido acusado de permitir que demasiada gente coincida al mismo tiempo en la montaña, lo que crea atascos y muertes, pero las autoridades no tienen la misma percepción.

"Los accidentes ocurren debido a varios factores como el tiempo, la enfermedad y la inexperiencia de los alpinistas. Hay mucha gente que no debería ir a la montaña", alega a Efe Dipendra Poudel, miembro del departamento gubernamental de montañismo.

En estas seis décadas de ascensos han muerto al menos 238 personas, 82 de ellos sherpas.

El Gobierno está estudiando de hecho aprobar una legislación que solo permita escalar el Everest a gente que haya subido anteriormente un pico de al menos 7.000 metros de altura, aunque no todo el mundo está convencido de que esta sea una buena idea.

"Lo más importante es que la gente vaya con los acompañantes adecuados, que tenga recursos y experiencia en rescates médicos", defiende Ben Jones, un guía de montaña de una compañía estadounidense que organiza expediciones por todo el mundo.

El año pasado los atascos causaron varias muertes, lo que ha llevado a las autoridades a trabajar conjuntamente con la Asociación de Operadores de Expediciones para garantizar la seguridad en el Hillary Step, la estrecha cara rocosa que precede a la cumbre.

"Es importante que la montaña esté limpia. Este año el campo base estaba más limpio que cuando subí al Everest por primera vez en 1992", razona a Efe el célebre alpinista italiano Simone Moro.

"Solo las rutas norte y sureste están abarrotadas. Pocos suben otras rutas como la occidental, la suroccidental y la oriental", agrega.

Moro explicó que él mismo se disponía a ascender por la parte suroccidental este año antes de que se viera obligado a abandonar debido a una riña con un grupo de sherpas.