VITORIA. El Giro lo ganará Bradley Wiggins o un escalador. Es una premisa que todo el mundo parece tenerlo bastante claro. Da igual quién interprete el recorrido propuesto por los organizadores de la ronda italiana. Analizando el libro de ruta, los ojos se fijan irremediablemente en las dos últimas etapas de montaña. Solo la silueta dentada del perfil hace que a uno le duelan las piernas. "De ahí saldrá el ganador", comentaba Samuel Sánchez esta misma semana. Y eso se puede dar de dos maneras diferentes. La primera, que un escalador consiga dar los latigazos suficientes para hacerse con el maillot rosa. ¿La segunda? Que ninguno sea capaz de recuperar cuesta arriba el tiempo que Bradley Wiggins coseche en las pruebas contra el crono.

El ciclista británico es el gran favorito para hacerse con el triunfo final. Después de conquistar el Tour de Francia en 2012, el pistard ha cambiado su planificación para intentar hacerse con el Giro. Está por ver si esta medida es el fruto de su ambición o si se trata de un intento del Sky por ofrecer diferentes estímulos a sus dos líderes. El binomio Froome-Wiggins amenaza con romper la armonía de una escuadra que goza de un elenco de ensueño. Pero si durante el Tour saltaron chispas al verse los dos con opciones de ganar, el cruce de declaraciones a lo largo de todo un año ha dejado claro que ninguno de los dos va a prestarse a ser el gregario del otro. Por el momento Wiggins parece encantado con la idea de mutar su piel al color rosa, pero está claro que lo que suceda en la carrera italiana influirá a la hora de repartir galones en Francia.

Wiggins tendrá tres oportunidades para abrir brecha respecto al resto de candidatos. La primera será este mismo domingo con la puesta en escena de la contrarreloj por equipos. El propio corredor británico ha asegurado esta semana que el trabajo de todo el bloque le hace ser optimista. A pesar de que en su equipo cuenta con varios compañeros de marcado perfil escalador, ve al grupo capacitado para arañar unos segundos también en esa etapa. No hay dudas de la fe puesta en sus compañeros: "Creo que el equipo de este Giro es tan fuerte como el equipo del Tour de Francia del año pasado y los resultados demuestran que todo el mundo está listo para ir".

Pero la gran baza de Wiggins es la contrarreloj individual de la octava jornada. Son 55 kilómetros en los que podrá desarrollar todas sus virtudes. A partir de ahí, podrá gozar del sacrificio de los Henao, Urán, Zandio y compañía para escoltarle en las faldas de cada puerto. En la décimo octava etapa tendrá la última oportunidad de aumentar su botín de cara a las dos etapas decisivas: Una cronoescalada de 19 kilómetros. Su dominio no será tan aplastante como en la primera contrarreloj individual, pero si Wiggins tiene aún un gramo de fuerza, sin duda intentará optimizarlo.

Un giro sin Basso A la espera de que Wiggins se asfixie en algún puerto habrá media docena de corredores. El primero, Vincenzo Nibali. El italiano ya estuvo en el podio del Tour el año pasado a la sombra del británico y ahora vuelve al Giro, donde ha cosechado un tercer y un segundo puesto en sus últimas participaciones.

Quien sí sabe lo que es ganar dos Giros, los de 2006 y 2010, es Ivan Basso. El líder de Cannondale ha sido baja de última hora y no estará mañana en la salida de Nápoles. Su equipo, a través de su cuenta de Twitter anunció que Basso tiene un quiste perineal "tan grande como un limón" que le impide subirse a la bicicleta. En el pasado Tour de Romandía, Basso tuvo la zona enrojecida y al día siguiente tuvo fiebre, lo que ha desembocado en la aparición de dicho quiste. El equipo informaba ayer de que el ciclista será trasladado a Milán para estudiar si pueden realizarle una incisión para extirparlo. Basso, por su parte, se muestra apesadumbrado por no poder acudir a la corsa rosa: "Era un Giro que me venía bien". En su lugar el Cannondale estará liderado por Damiano Caruso.

A la hora de repasar a los candidatos al triunfo, sería injusto no hacer mención al último ganador. Ryder Hesjedal no era uno de los favoritos en la última edición, pero el equilibrio entre su rendimiento en la montaña y en la contrarreloj le sirvió para dejar a Joaquim Rodríguez sin el primer puesto de la general. Hesjedal acude como líder del Garmin y ha declarado que está "dispuesto a honrar el dorsal número 1", por lo que a buen seguro que estará presente en la lucha por el podio.

Las bazas vascas pasan por Samuel Sánchez y Beñat Intxausti. Euskaltel ha decidido que ya era hora de llevar a su líder a la ronda italiana y, tras intentar por todos los medios de hacerse con una victoria de etapa, mirarán con ambición a los puestos nobles. En cuanto al corredor vizcaíno, parece haber llegado el momento de que Beñat Intxausti dé un paso al frente. Presentarse en el Giro como líder de un equipo como Movistar debe ser acicate suficiente para sacar lo mejor de sí y demostrar que el décimo puesto cosechado en una Vuelta en la que trabajaba para Valverde era el primer episodio de un hombre a tener en cuenta en carreras de tres semanas.

De las prestaciones de todos ellos en la alta montaña y de la sal y pimienta que puedan aportar hombres como Scarponi, Gesik o Betancur dependerá si Sir Bradley Wiggins puede darse el capricho de un traje rosa.