Vitoria. No lo dudó un instante. Cuando el martes pasado, tras la comparecencia ante la prensa, un fotógrafo le pidió a Samuel Sánchez que señalase en el mapa de Italia la etapa más dura que se va a encontrar en este Giro, el asturiano clavó el dedo sobre las Tres Cimas de Lavaredo. Será el punto final a la vigésima etapa, la rúbrica a un Giro demoledor para las piernas. Para entonces se sabrá si Samuel está en la lucha por los puestos nobles. Él, al menos, está por la labor. Es más, en su mente, en los cálculos que hace para volver a casa con la sensación de haber cumplido con su objetivo, todo pasa por cumplir en esas etapas de vértigo.
Semanas atrás, tras completar la Tirreno-Adriático, Samuel Sánchez se acercó a las Tres Cimas de Lavaredo para analizar su trazado. El líder de Euskaltel-Euskadi quería comprobar con sus propios ojos los secretos de su último enemigo en la corsa rosa. Pero la montaña se negó en rotundo, se refugió en la crudeza del invierno y quiso ocultarle sus rincones más íntimos al asturiano. Samuel, lejos de resignarse ante los caprichos del coloso, cambió de montura. Finalmente pudo cumplir su misión de reconocimiento en una moto de nieve y confirmó sus peores presagios: van a sudar sangre.
Por muy sagrado que sea el Giro para los italianos, la naturaleza no da concesiones. "Hay puertos que ahora mismo están cerrados", explica el propio Samuel Sánchez, "la climatología adversa perjudica a todos, pero yo creo que a nosotros es a los que menos perjudica porque estamos acostumbrados al agua y al frío". Mientras tanto, en Italia trabajan desde ya mismo para despejar de nieve los puertos.
Las Tres Cimas de Lavaredo ya cuentan en su historial con varios episodios épicos. Una leyenda del Giro, un héroe del ciclismo como Eddy Merckx, ya dejó su impronta ascendiendo este puerto en la edición de 1968. Allí esperaba la meta de la décimo segunda etapa de la ronda. La apuesta de los organizadores era un tanto atrevida, no en vano, la misma ascensión tuvo que ser anulada un año antes debido a los empujones de los aficionados a unos corredores que se las veían y se las deseaban para hacer avanzar la bicicleta.
Para cuando se inició la ascensión, una fuga gozaba de una renta sobre el pelotón que rondaba los diez minutos. Los fugados se habían convertido en los héroes del día, trabajando contra las ambiciones de los favoritos y contra un frío intenso, una incesante lluvia y copos de nieve que bailaban sobre sus espaldas en cuanto acometían la pendiente.
Fue entonces cuando el belga Eddy Merckx decidió llegar a meta cuanto antes para dejar de pasar frío. Despegó a sus rivales del pelotón de su sillín y adelantó a todos los corredores que estaban escapados. Uno a uno los fue enterrando entre copos de nieve hasta alcanzar la meta en solitario. Su gesta le sirvió para volver a enfundarse el maillot rosa de líder. En la general, su compañero Adornile observaba con más de tres minutos de desventaja. Había dado semejante golpe sobre la mesa que había sentenciado el Giro. Ya no se despegaría su segunda piel rosada y conquistaría el primero de sus cinco Giros.
Territorio de tarangu Seis años después, en 1974, el Caníbal cerraría su periplo triunfal por las carreteras transalpinas. El belga sería testigo de la única victoria de un ciclista español en las Tres Cimas de Lavaredo. Sería, precisamente, otro asturiano: José Manuel Fuente, más conocido como Tarangu.
El paisano de Samuel Sánchez, además de ganar dos ediciones de la Vuelta a España y dos etapas en el Tour de Francia, destacó por desplegar todo su talento en el Giro de Italia. En su retirada contaba con cuatro maillots de la montaña de la corsa rosa, los cuatro de manera consecutiva entre 1971 y 1974, y una colección de nueve victorias de etapa. La última la cosechó en las Tres Cimas de Lavaredo.
Samuel quiere coger su testigo. Señalar esa etapa no es una casualidad. El líder de Euskaltel-Euskadi reconoce que el epílogo montañoso del Giro es para echarse a temblar: "Está claro que la última semana es terrorífica. La décimo novena es corta, pero con los dos puertos míticos del Giro junto con el Mortirolo: Gavia y Stelvio. La última etapa de montaña es terrible con varios pasos. Son días que, como lo tengas malo estando segundo o tercero en la general, puedes perder todas las aspiraciones".
La ambición de Samuel se retroalimenta al ver la hoja de ruta. Parece que el objetivo de ganar una etapa, la que completaría su colección de victorias en las tres grandes rondas, no es incompatible con aspirar a un cajón del podio: "No está reñida la lucha de la general con la victoria de etapa, porque coges el libro de ruta y las etapas que se adaptan a mis características son, precisamente, las etapas en las que se va a decidir la general. Si estoy delante en esas etapas, es que estaré delante también en la general".
Homenaje a marco pantani Las dificultades montañosas de este Giro de Italia no se limitan a dos jornadas. El pelotón tendrá que afrontar desde la primera semana varios obstáculos de todos los tamaños. Después de encontrarse un serio repecho en la cuarta etapa como es la cima de Croce Ferrata, en la décima jornada los corredores tendrán que exprimirse para coronar el Altopiano del Montasio, con casi 11 kilómetros al 8% de desnivel y rampas que llegan hasta el 20%. Uno de los puntos álgidos del Giro llegará en la décimo quinta etapa. La carrera abandonará Italia para asomarse al país vecino, a Francia. El motivo lo merece. Los organizadores de la corsa rosa han pensado que cerrar una etapa en el Galibier sería un buen homenaje para Marco Pantani. El ciclista italiano, que falleció en 2004 por una sobredosis, empezó a escribir su leyenda precisamente en esa cima francesa hace quince años. No fue en el Giro, sino en el Tour. Un año atrás, el Pirata se vio condenado a la tercera plaza de la carrera francesa, incapaz de compensar en la montaña los minutos que Jan Ullrich le endosaba en las contrarreloj. En 1998 Pantani juró que eso no volvería a ocurrir y decidió declarar la guerra en las faldas del Galibier. Ganaría el Tour y se convertiría en el primer italiano que conquistaba la carrera francesa desde 1965, cuando ganó Felice Gimondi. Pantani cerraría esa temporada de ensueño ganando su Giro. Nadie desde entonces ha ganado Giro y Tour en el mismo curso. Es por eso que el Giro acariciará el Galibier. Tal vez allí resurja la esencia del mejor Pantani para inspirar a un escalador que rompa las ambiciones de Bradley Wiggins, un especialista en la lucha contra el crono. ¿Será el momento de Samuel?