DICEN que para apreciar una victoria hay que haber saboreado las mieles de una derrota. Dicen que así sabe mejor, que reconforta más. ¿Y sí la derrota y la victoria se dan en una misma eliminatoria, siendo la consecución una bestial remontada? Dicen que la satisfacción es mayor porque quien vive una remontada se ha mecido sobre la incandescencia de los infiernos, se ha quemado incluso, conoce el dolor de las ampollas y mediante el sufrimiento experimenta la superposición para respirar el aire fresco de la gloria que tanto alivia.

Pero solo unos pocos tienen capacidad y corazón para gestar grandes hazañas. Así lo dicta el paso de la memoria, concretamente de la Champions League, donde Barcelona y Real Madrid, obligados a defender el orgullo y reivindicar la fe, pasan las noches soñando con encarnarse en el Deportivo de Javier Irureta, el único plantel que ha revertido una situación igual, en este caso, a la del Madrid; porque para el Barcelona no se ha dado el antecedente. El SuperDepor es un bastión en el mundo de la supervivencia.

El club gallego copa los anales de las grandes remontadas. La suya, con Jabo en el banquillo, es hasta la fecha la mayor gesta continental. El único pero para enfrentar los casos que acontecen a Barcelona y Real Madrid, es que el Depor consumó en unos cuartos de final en lugar de en unas semifinales, que es el caso actual, más extraordinario si cabe.

Peloteaba la campaña 2003-04 y el conjunto coruñés, en la ida de los octavos de final de la Champions, visitaba el templo de San Siro, donde el azote sería tremendo, al menos, en el luminoso, que proyectaba un 4-1 letal. "Creo que no hubo esa diferencia que se ha percibido en estos dos casos (en los partidos de Barça y Madrid en la ida de las semifinales ante Bayern -4-0- y Dortmund -4-1-, respectivamente). Fueron unos minutos (de desconcierto), nada más comenzar la segunda mitad, íbamos 1-1 y fue un poco extraño e injusto, bueno, injusto si se puede hablar en esos términos sobre la justicia o injusticia en el fútbol, y se había visto un atisbo de que se podía, de que, por momentos o fases, el rival era frágil y que, aunque tenía evidentemente a Maldini, Nesta, Pirlo, Kaká, Sevchenko, Dida y todo estos, creíamos que aquel había sido un resultado injusto", recuerda Irureta. Es la gran diferencia entre el Depor y los casos de Madrid y Barça. Mientras el primero consideraba haber merecido más, para los segundos el sentimiento era de haber sido vapuleados.

Con este punto de partida, la reactivación anímica fue más sencilla para el Deportivo que lo que será para catalanes y madridistas. "La gente se mentalizó bastante, mucho, para darle la vuelta a la eliminatoria desde el mismo momento en el que finalizamos el partido en Milán", recupera Jabo, sobre antes de obrar el milagro de Riazor.

"A partir de ahí, en el partido de vuelta salió todo redondo y también nos ayudó que se hizo el gol de Pandiani (Min. 5) muy pronto. Después Valerón (34), después Luque (44) y después Fran (76)", dice, como un martillo en su repaso a los goleadores. "Durante el partido hubo fases en las que la gente veía que se podía. El primer gol temprano nos abrió mucho la esperanza y luego, siempre contando con el apoyo de Riazor, se pudo dar la vuelta a la eliminatoria". Molina, Manuel Pablo, Romero, Naybet, Andrade, Mauro Silva, Sergio (Duscher, 87'), Víctor, Luque (Fran, 65'), Valeron (Djalminha, 90') y Pandiani, este elenco hizo posible el radical giro en el segundo episodio. Riazor asistió a un glorioso 4-0.

fe, pero también juego Ahora los dos clubes punteros del fútbol español viajan a rebufo, buscando emular, persiguiendo espejos como el Depor para un dogma de fe. "Será muy muy difícil, porque evidentemente, Barcelona y Madrid han quedado muy tocados. Aunque si algunos equipos pueden dar la vuelta a un resultado como este, pueden ser ellos", confiesa Irureta. Sin embargo, el lavado de imagen debe ser meticuloso. "Tienen que transformarse, jugar en sus casas de una forma atrevida, confiada y muy apoyada por todos, y luego tiene que surgir el acierto en el área adversaria y marcar en los momentos oportunos. Es factible, pero muy difícil", expresa Jabo, que contempla más que un mero acto de fe, porque la confianza per se no mueve montañas.

"Hay que jugar, porque con mucha fe no logras eso. Es necesario fe y juego, juego y juego, e intentar y no decaer y saber cuál es el flanco más débil e incidir. En nuestro partido no hubo nada, no hubo expulsiones, pero se pueden dar muchas cosas y hay que tener fe, pero no solo eso, sino también constancia y juego en la búsqueda del gol", apostilla este icono de la remontada, el domador de futbolistas que azuzó el amor propio del vestuario, dispuso anímicamente a la tropa para la batalla. ¿Cómo lo hizo, cómo gestionó el alzamiento? "Es un trabajo psicológico, incidir en aspectos que has podido ver en el partido anterior y que han sido negativos en el adversario, ver que ahí hay un flanco débil y donde se puede insistir. También tratar de hacer ver siempre que la gente está con nosotros. Recuerdo que en aquel partido salimos del hotel y desde allí hasta Riazor teníamos a gente, gente y más gente, con el sí se puede y tal. Se juntan aspectos psicológicos y el juego, que el día sea el apropiado para ti". Es su guía para ejecutar la gran remontada.