vitoria. Hay un nuevo ídolo en Riazor. Con el Deportivo en ley concursal, acuciado por una deuda que roza los doscientos millones de euros y el equipo prácticamente abocado al descenso a Segunda División, la llegada hace dos meses al banquillo de Fernando Vázquez (1954, Castrofeito) ha revolucionado A Coruña y ha traído aire fresco a un club que tiene ya poco de Súper. El técnico gallego, el tercero del curso al que ha recurrido Augusto César Lendoiro, ha contagiado su optimismo a una plantilla que se sentía desahuciada y, lo que es más difícil, ha salido de los puestos de descenso con paso firme. Una remontada en toda regla, con cuatro victorias consecutivas que han propiciado que la afición deportivista y el propio vestuario del Depor se crean que el milagro de la permanencia es posible. Un objetivo que ya depende exclusivamente de ellos, ya que, por primera vez en muchas jornadas, ya no ocupan los puestos peligrosos de la clasificación.

La complicidad de Fernando Vázquez con la afición coruñesa es total. Basta con repasar lo que ocurrió el pasado sábado en el Ciutat de Valencia al término del encuentro ante el Levante. Tras el 0-4 que el Deportivo endosó a los locales, un baile en toda regla de los visitantes que significó la cuarta victoria consecutiva de los blanquiazules -antes de la llegada de Vázquez solo se habían impuesto en otros dos encuentros-, el técnico no dudó en acudir a la grada en la que estaban los seguidores de su equipo. Él siguió en directo el choque desde el palco al estar sancionado, pero cuando el colegiado pitó en final, bajó al campo y, a la carrera, como acostumbra siempre que celebra un gol, dedicó decenas de abrazos y gritos de ánimo a los hinchas que se desplazaron desde A Coruña.

Después de seis años sin entrenar -su último equipo fue el Celta, donde fue destituido después de ascender al equipo a Primera y clasificarlo para la copa de la UEFA-, el antiguo profesor de inglés no dudó en coger el coche a la una de la madrugada dirección A Coruña para firmar con el único club gallego de importancia que le faltaba por dirigir. En el Compostela, con el polémico Caneda, se dio a conocer, luego pasaría por los banquillos de Oviedo, Mallorca, Betis, Las Palmas, Rayo Vallecano, Valladolid y Celta, donde acabó quemado. Vázquez, uno de los primeros en demostrar que no hace falta haber sido bueno con la pelota para poder entrenar, se quiso dar un tiempo de descanso para desconectar, pero ha permanecido demasiados años en barbecho. Ahora, vuelve a estar en la cresta de la ola.