BILBAO. Como ya fuera víctima el Athletic Club de Bilbao la pasada temporada, perdiendo los dos títulos que disputó, el Uxue Bilbao Basket se contagio del maleficio y prolongó la sequía de títulos de una ciudad que ya no sabe qué hacer para festejar uno.

Todo era optimismo al comienzo de la fiesta organizada en Miribilla por el Ayuntamiento de Bilbao, la Cadena SER y BBK, donde había casi más personas que en el Spiroudome de la ciudad belga donde se jugó la final.

La gente se veía campeona sin apenas dudas, confiada en el excepcional torneo europeo disputado por los de negro y en que algún día tenía que acabar el gafe.

Entre los aficionados, muchas camisetas negras de diferentes temporadas y alguna del Athletic de hinchas deseosos de vengar los reveses del año pasado en el fútbol.

"Juntos podemos. Road to Charleroi (camino de Charleroi)", rezaba la pancarta puesta en el segundo anfiteatro del pabellón para hacer piña.

A pesar del grito de queja por el primer triple fallado por el ídolo griego, Kostas Vasileiadis, el pabellón estalló con el triple de Raúl López con el que se cerró el primer cuarto (17-16).

Con el pabellón a media luz, el público fue algo más tímido que de lo habitual, aunque de vez en cuando cogía brío celebrando los triples y entonando el cántico tradicional de "Bilbao, Basket, Bilbao, Basket".

"El ambiente es un poco más frío que otros días, pero está bien", decía Eleder, de 15 años, al descanso, cuando ya iba el equipo a remolque en el marcador.

Con el tercer cuarto en marcha y 11 abajo, el optimismo en la grada empezó a torcerse.

Ni el "Miribilla está vivo" que se decía desde la megafonía, ni un grito de "A por ellos", ni los pitidos como si fuera un partido real ante los tiros libres de los rusos sirvieron para levantar la moral.

Aunque con minutos suficientes aún por discurrir, la derrota empezaba a vislumbrarse.

En el último cuarto, todo fueron brazos apretándose la cabeza, gestos de desesperación y un sentimiento de desánimo.

La reacción con el triple de Raúl y la canasta de Mumbrú que estrechaba el marcador en ocho puntos se cortó en seco con el fallo de Milovan Rakovic solo ante la canasta. "¡No!", fue el grito unánime del pabellón que enterraba el partido.

"Pensaba que iba a ser más emocionante", confesaba una niña con apenas voz al término del partido.

Otro aficionado, Francesc, hacía autocrítica: "Hemos fallado mucho y estos (los rusos) no son moco de pavo".

La derrota casi cantada desde el último cuarto no dio pie a escenas de emoción en la grada y las lágrimas que se vieron la temporada pasada con el Athletic ni siquiera aparecieron en Miribilla.

El consuelo, en cambio, fue el mismo de hace mucho tiempo, como reprodujo el joven Iñaki: "Esperemos que el año que viene se rompa el maleficio y logremos algún título".