alain laiseka

Simon Gerrans (Orica)4h06:13'

Peter Velits (Quick Step)m.t.

Ángel Vicioso (Katusha)m.t.

GENERAL

Simon Gerrans (Orica)4h06:13'

Peter Velits (Quick Step)m.t.

Ángel Vicioso (Katusha)m.t.

La etapa de hoy, 2ª: Elgoibar-Gasteiz, 170,2 kilómetros. ETB-1, 14:45 horas.

Elgoibar. En Elgoibar, al mediodía, todos los ciclistas bajan del bus y miran al cielo. Temen su descarga. Que llueva. Todos menos Txurruka, que tiene la mirada de los valientes. Hacia adelante. Al ataque. Siempre con una sonrisa. Es la mejor manera de salir detrás de los sueños. Eso significa Amets en euskera: sueño.

La Vuelta al País Vasco pasaba ayer en su parte final por Etxebarria. De ahí es Txurruka, de un cruce de tres caminos.

Uno baja desenredando la montaña desde Ixua, la cima que guarda el santuario de Arrate y la leyenda que creció con Bahamontes y Loroño, con Sagarduy, Fuente y los demás. Txurruka es de otra época. Un niño de los ochenta. Sus ojos eran para Marino. Y sus palmas generosas, para todo el pelotón que pasaba por la puerta de casa. Por eso quiso ser ciclista. Lo soñó. Hace tiempo que lo es también cuando despierta. Primero en el Barloworld, luego en Euskaltel y ahora en el Caja Rural. Ha cambiado de maillot, no de espíritu.

El otro camino sube hacia San Miguel, un puerto más amable que salta desde la cima a Elgoibar en un descenso pronunciado y nervioso, peligroso, para valientes. De ahí salió el primer líder de la Vuelta al País Vasco, Simon Gerrans, australiano del Orica, expiloto de motocross, hábil por tanto, verdugo de Egoi Martínez en la etapa de Pratonevoso del Tour de 2008 y vendedor de la Milán-San Remo y más cosas en 2012.

Ese era el final de la primera etapa de la Vuelta que venía del tercer camino que llega a Etxebarria, el de Markina y Ondarroa, la carretera de la costa y el viento fresco del mar, el aliento de sal. Por allí soltaba piernas el domingo Amets, como acostumbra, acompañado del excorredor Igor Romero y el aficionado Aitor González. Hablaban de sus cosas. "Pero no en concreto de la Vuelta al País Vasco", dice Amets. La mente del ciclista también necesita tomar aire de vez en cuando. Un respiro. Aunque sea breve. "Sí que tenía ilusión por la Vuelta y por esta etapa". La primera. La que pasaba por el cruce de Etxebarria y la puerta de casa.

la fuga El pelotón echaba un ojo al cielo temeroso de la lluvia cuando Txurruka miró al frente. Al ataque. Primero con otros seis corredores, entre ellos Xabier Zandio y Mikel Landa. "Pero no nos entendimos". Ni les dejó margen el Saxo Bank. "Eran demasiados", dijo luego Contador, que controló la carrera de principio a fin. Es la primera lectura de la Vuelta: el español viene a ganar. Nada nuevo. Luego, Txurruka se fue solo con Laurent Didier, un francés el doble de largo que el vizcaino e igual de delgado, un palo. El Saxo Bank hizo números: dos. Eso sí lo permitió. "Y fue una pena", lamentó al final Amets; "porque dos era demasiado poco para una etapa tan dura".

Hablaba, seguramente, de Azurki, una pesadilla. Le llaman el Mortirolo vasco. Por la carretera estrecha que desfila entre pinos y hayas remontando la montaña, y por los desniveles. Tiene un kilómetro de infarto por encima del 13% de desnivel medio. Antes de Azurki, de todas maneras, estaba Endoia, casi cuatro kilómetros que rozan el 10%, otro caminito delgadito y empinado. Ambas subidas están separadas por un rápido descenso que muere en Lastur. La combinación es destructora.

Aunque lejana ayer. Azurki estaba a 56 kilómetros de meta. Demasiado para gestionar los 2:30 de ventaja que les dejó el Saxo Bank, el ritmo militar de los chicos de Contador, a los dos fugados. Amets ya no soñaba. "En realidad, nunca lo hice. Sabía que no teníamos posibilidades de llegar". Por si acaso, le sugirió una muerte honrosa a Laurent. "Vamos a muerte y hasta donde lleguemos", contó luego que le propuso. "Pero me ha dicho que no, que a tope no, que no podía". El francés no estaba para calvarios. Hasta allí resistió. En Kalbario voló Amets en solitario.

Ya no soñaba con la etapa, sino con llegar a Etxebarria, el cruce de tres caminos, su casa. Ni eso le dejó Contador. Apenas pasó Berriatua se lo tragó el pelotón. Allí despertó Amets.

CAída y estampida Su sueño era para otro. ¿Pero quién? La tarde era de un intenso azul de primavera. Ya nadie temía la lluvia ni miraba al cielo. La etapa buscaba un kamikaze. Lo elegía San Miguel. Su descenso. Por eso por la mañana algunos equipos precavidos fueron a inspeccionarlo. Otros, como Samuel y su ejército naranja, ya la conocían. A Contador, que ha pasado unas veces por allí, no le sonaba de nada, un agujero negro en la memoria, pero mandó el domingo por la tarde a su director para que la grabase en vídeo y poder repasarla después.

Contador es de los que dice que el ciclismo no son solo matemáticas, que hay cosas que no se pueden controlar. Que su motor lo mueve un corazón. Y lo agitan los nervios, la chispa de las caídas. Hubo una en la cima de San Miguel. Lo supo el español porque escuchó un ruido a su espalda nada más coronar el puerto que subieron esprintando, con el plato gordo de un montón de dientes. Fue un estruendo al cruzar la pancarta. Era un sonido de carbono golpeado, de frenazos, de gritos de dolor y maldiciones.

Entre ellas la de Intxausti, el primero que tropezó con un cuerpo arrojado al asfalto a sus pies. Beñat dio una vuelta en el aire y cayó al suelo. Tiene un golpe en la pierna derecha y otro en el muslo izquierdo que le dolía en meta. Fue más dolorosa la brecha en la general: le dieron 16 segundos de sutura.

No fue el peor parado. Van den Broeck bajó ensangrentado y despacio San Miguel. Perdió más de cinco minutos, la Vuelta, todo.

Hubo más damnificados. Euskaltel no metió a nadie en el corte. "Nos ha pillado de lleno", reconoció Jon Izagirre. Salvaron la caída, nadie besó el suelo, pero en la refriega perdieron la estela del primer grupo una quincena de tipos que salieron en estampida. Contador dudó en un principio. "No sabíamos lo que había pasado y nos quedamos a rueda". Después, soltó los dedos de las manetas de los frenos y lamió la rueda de las moto de televisión. Porte, atento, se pegó a su estela y el español volvió a buscar el abrigo del grupo que arrastró Peter Weening hasta Elgoibar para que rematara Gerrans. En ese grupo viajaban Contador, Porte, Nairo Quintana o Van Garderen, que rascaron cinco segundos a Samuel, Cunego y Gorka y Jon Izagirre; 12, a Antón, Castroviejo y Ulissi; 16 a Intxausti, y 28 a Tony Martin.

"Llevábamos un mes pensando en esta etapa", reconoció Neil Stephens, director del Orica. Gerrans algo más. Desde agosto de 2010. Ese verano murió durante la Vuelta en Sevilla Txema González, masajista del Sky en el que corría entonces el australiano. "Era mi masajista. Esta victoria es especial porque puedo dedicársela a él y a su familia", dijo Gerrans, primer líder de la Vuelta que, como Amets, también había soñado con una victoria como la de ayer.