En una jornada en la que el saliente Papa Benedicto XVI instó a la Iglesia Católica a que "abandone el egoísmo", cada día que se agota en el calendario las propuestas de un sucesor se hacen más generosas, plurales y democráticas. Uno de los aspirantes, como materializa una afamada casa de apuestas española, es el díscolo Mario Balotelli. Se cobra a 10.001 euros por euro jugado si hay fumata blanca.
En Milán viven su llegada al equipo rossonero como una bendición, porque con él han llegado los goles, la escalada clasificatoria y la consecuente ilusión de reverdecer tiempos pretéritos. El equipo del magnate Berlusconi vuelve a tener a un elefante en sus filas, una vez espantados los Seedorf, Zambrotta, Van Bommel, Gatusso, Nesta o Inzaghi, apurados hasta la última gota. Aunque también por ahora, pues del inestable Locotelli todo se puede esperar. Por de pronto, los seguidores milanistas, fieles a la filosofía del delantero, viven el momento, que es grato. Carpe Diem. Por ahora hay perdones para todas sus fechorías.
Balotelli, con 22 agostos, hijo de ghaneses dado en adopción por sus padres naturales cuando contaba con apenas dos años por no poder costear los gastos para medicar una enfermedad intestinal que salvase su vida, es inadaptable. Lo dice su currículo: ha cerrado mal allí donde ha estado. Pero en Milán, este tipo que acumula tantos partidos disputados como multas de tráfico, viene casando como anillo al dedo. En su primer día ceñido a la elástica del Milan, la que ya vistió mientras era jugador del Inter y que sentó como sacrilegio, se contaba por suplente, pero una lesión de un compañero en el calentamiento previo al choque le puso sobre el campo. Ahí comenzó a funcionar la maquinaria de este futbolista cuya alternativa era la de luchador. Esa noche hizo dos goles al Udinese (2-1), uno de ellos de penalti, como también anotó al Cagliari (1-1) en su segunda comparecencia; el sábado, en su tercera puesta de corto, repitió idilio con el gol, en esta ocasión con un magistral libre directo para tumbar al Parma (2-1). Cuatro goles en tres encuentros. Desde su llegada, el Milan está invicto y así recibirá la visita del Barcelona este miércoles en la ida de los octavos de final de la Champions League, en un acontecimiento para el que San Siro acogerá más espectadores que en ningún otro partido del curso, más de 80.000 -esta campaña el mayor aforo era de 73.736 seguidores en la competencia contra el Inter-, o sea lleno, y que además supondrá el registro de un récord histórico de taquilla, con 5 millones de euros de caja.
Líder de masas, cabeza visible del colectivo rossonero, antojo de orquestador de su devenir, portavoz del gol, Balotelli, papal en este Milan instalado en el renacimiento, sin embargo no estará en tan mayúscula cita. Aunque bueno, su propia autocomplacencia tal vez sea, como dijo hace unos días, que "mi equipo este mes juega Champions League, mientras que el Manchester City la disputará en la Play Station". Eterno sembrando amigos, soltando metralla por su boca. SuperMario no jugará por haberlo hecho con el City en esta competición.
el pasado culé de mario Precisamente en este Rey Midas del fútbol contemporáneo que es el Barça estuvo Mario, aunque él mismo parezca renegar de este pasado al decir hace casi un año, "¿Jugar en el Barcelona? Yo no juego con niñas". Pero lo cierto es que cuando contaba con 16 primaveras, tras fajarse para el Lumezzane de la Serie C italiana, viajó a la Ciudad Condal para probar fortuna. Se le ubicó en el Barça Cadete B de Fran Sánchez, junto a Thiago, Assulin, Bartra o Rochina, entre otros. Apenas prolongó su estancia una semana, en la que se bastó para disputar tres encuentros y perforar hasta en ocho ocasiones la red. "Es un jugador para fichar", concluyó el tempranero informe. Si bien, la otra parte, Balotelli, ansiaba el mundo y las negociaciones se truncaron. El club catalán, dadas las aspiraciones económicas del ariete, no quiso desvirtuar la jerarquía salarial de la entidad. Así, Balotelli encontró su fortuna en el Inter, quien puso a Mario en nómina con el mayor sueldo de la historia nerazzurra para un juvenil. "¿Quién necesita a Pato?", se mofo el presidente Massimo Moratti del Milan, por su reciente fichaje del brasileño por 22 millones de euros.
19 goles en 18 partidos en el equipo Sub-19 del Inter acreditaron a Balotelli para dar el salto al primer equipo, donde sus registros se congelaron con 86 partidos y 28 goles antes de recalar en el Manchester City por un montante de unos 28 millones de euros. Con los citizens dejó varadas sus estadísticas en 74 comparecencias y 30 dianas antes de mudarse al Milan por 20 millones. Tras docenas de cortocircuitos mentales, que es como también se puede ordenar la vida de Locotelli, terminó denunciando al club antes de regarle con perlas como la de su ausencia en la Champions. Un excéntrico comportamiento que ha elevado su publicidad a los altares de lo mediático. El chico es un reclamo, ahora parece que también como futbolista, cuyos minutos y segundos de vida son susceptibles para la organización de un escándalo. Por de pronto, en lo que respecta a su figura, en la vetusta Milán solo se habla de fútbol, cuando el equipo asoma a los puestos de Liga de Campeones en el Calcio, pero es cuestión de tiempo que los aficionados tengan que apelar a la paciencia para convivir con un jugador que se cuestiona a sí mismo. "¿Por qué siempre yo?", reza el lema de su camiseta interior. Quizás no lo sabe y todo es cosa del predestinamiento.