Bañado en champán, con una gorra y una camiseta de algodón blanca completamente empapada, irrumpió como un ciclón en el vestíbulo del vestuario del American Airlines Arena. Se abrió pasó entre los periodistas y alzó los brazos al aire. En la mano derecha sujetaba un trofeo con el que había estado soñando toda su vida, ates incluso de que el mundo colocara sobre sus hombros un apelativo, El Elegido, que por momentos llegó a ser una losa. "¿Qué tenéis que decirle ahora al rey?", lanzó la pregunta a las docenas de micros que se amontonaban frente a él. "¿Qué le decís al rey? ¿Qué le decís al rey?", repetía como poseído, quizá liberado. "Eh, Shane", se dirigió a su compañero Battier, "¿qué tiene ahora toda esta gente que decirle al rey?". Nadie le dijo nada. Todo el mundo calló y aplaudió lo que había sido una de las exhibiciones más bestiales que se recuerdan en la historia de los play off de la NBA. Lebron James, The King, The Chosen One, soltaba por la boca todo el lastre de la responsabilidad que siendo todavía un niño le cargaron y que este pasado mes de junio pudo sacudirse al fin tras superar en las Finales a los Thunder de un Kevin Durant con el que a buen seguro aún tendrá que librar cruentas batallas en el presente y en el futuro.
El año 2012 pasará a la historia en el universo del baloncesto como el año en el que Lebron ganó su primer anillo de campeón. El jugador a quien todos señalaban como predestinado a tiranizar la NBA, a marcar una era, ofreció un recital tras otro para lograr que los Heat salieran campeones por segunda vez en su historia. Tras fracasar en su intento de llegar a lo más alto con los Cavaliers, el equipo de su tierra, y ser objeto de todo tipo de descalificaciones y burlas -algunas procedentes de mitos de la canasta como Magic Johnson o Charles Barkley- por su decisión de reunirse en Miami con dos estrellas como Dwyane Wade y Chris Bosh, no tenía más salida que el anillo para evitar el escarnio público. Su primer año en la franquicia de Florida se cerró con un sonoro fracaso. Los Mavericks, liderados por dos viejas glorias que merecían su título como Dirk Nowitzki y Jason Kidd, volvieron a sacarle los colores. Pero el rey aprendió la lección.
"Esa derrota me hizo cambiar, como persona y como jugador", confesó el propio Lebron, que se convirtió en un jugador más completo, si es que eso era posible, para conducir a los Heat a la gloria. Mejoró su lanzamiento exterior, lo que le permitió acumular los mejores porcentajes de su carrera, se convirtió en el mejor defensor de su equipo, incrementó su media de rebotes, pasó mejor y eso bastó para que todo el equipo creciera, así como para concederle los galardones de mejor jugador tanto de la fase regular como de las Finales. Sin ese peso encima, James pudo todavía disfrutar de otro gran momento este verano. Y esta vez Kevin Durant no se encontraba en el bando enemigo, sino en el aliado. Y también Kobe Bryant, Chris Paul, Carmelo Anthony, James Harden, Russell Westbrook...
El Dream Team se hizo con la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Londres, cita marcada a fuego por los aficionados españoles, que veían en el torneo celebrado en el O2 una ocasión para que los Gasol, Navarro y compañía pudieran cobrarse la venganza de lo sucedido cuatro años atrás en Pekín. En realidad fue sólo un espejismo. España dio la cara, sí, como en los anteriores Juegos, pero la superioridad del combinado adiestrado por el veterano Coach K resultó manifiesta durante todo la competición.
En el partido decisivo, en todo caso, el combinado español pudo recortar aún más las diferencias. Llegó incluso a mandar en el marcador en el tercer cuarto, gracias sobre todo a la superioridad de Pau Gasol bajo los aros, pero acabó claudicando (107-100) de nuevo ante una pléyade de estrellas que sin duda componían el mejor equipo de Estados Unidos desde el que se reunió para jugar en Barcelona en el 92.
olympiacos, campeón En Europa, en el que pasará a la historia por ser el primer curso en el que el Baskonia quedaba fuera del Top 16, el gran protagonista fue el Olympiacos. A pesar de haber rebajado su presupuesto y de no entrar a priori en ninguna de las quinielas, el conjunto de El Pireo se proclamó campeón de una Euroliga muy abierta. Los griegos conquistaron el título en una Final Four celebrada en el Sinan Erdem Arena de Estambul y tras superar a los dos grandes favoritos. Tras vencer en la semifinal al Barça (68-64), se vieron las caras en el duelo definitivo ante un CSKA plagado de estrellas. Pero ni Kirilenko, ni Krstic, ni Teodosic ni nadie pudo con el Olympiacos de Vassilis Spanoulis, que tuvo en el joven Kostas Papanikolau (18 puntos con 5/5 en tiros de campo) a la gran figura de un duelo que será recordado por la tremenda remontada del último cuarto. Tras haber gobernado el choque con relativa comodidad, el conjunto moscovita llegó a los últimos diez minutos con 13 puntos de diferencia y la sensación de que todo estaba hecho. Nada más lejos de la realidad. Una espectacular defensa del cuadro ateniense (8-22 en el último cuarto) les apagó las luces y dejó al multimillonario proyecto ruso sin premio (61-62).
También se quedó con la miel en los labios el Real Madrid del vitoriano Pablo Laso en la final de la Liga Endesa. A pesar de que partía como favorito, tras haberse impuesto en la Copa del Rey celebrada en el Palau Sant Jordi y haber apeado en unas semifinales muy duras al Caja Laboral, acabó hincando la rodilla cuando parecía tenerlo todo de cara. Los blancos, que este año han arrancado la ACB con 14 victorias consecutivas, dispusieron de un 2-1 en la serie y un partido en casa para cerrarla. Pero la máquina de Xavi Pascual dio la vuelta a la serie.