Es complicado que una situación tan límite para los dos aspirantes a la corona de la Fórmula 1, tanto Sebastian Vettel como Fernando Alonso, reparta satisfacciones a partes iguales. Es lo que sucedió en el Gran Premio de Estados Unidos, donde hubo prórroga para el desenlace del título, aplazado para la última cita del calendario de 2012, la de Brasil el próximo domingo. Por un lado, el líder alemán amplió en 3 puntos su diferencia en la general con la conformista segunda plaza y el asturiano, sumergido en la clasificación 10 puntos antes de pisar Austin, siendo tercero salvó el primer match ball, lo cual, saliendo desde la séptima pintura y viéndose obligado a terminar entre los cuatro primeros para no depender de Vettel era como para darse con un canto en los dientes. La frontera es ahora de 13 puntos. O lo que es lo mismo: si Vettel clasifica entre los cuatro primeros en Interlagos será campeón del mundo irremediablemente.

Vettel, ante el lógico acecho de Hamilton, consciente éste de las necesidades del germano de arriesgar lo mínimo, completó una salida limpia que le dio oxígeno en los compases iniciales, donde la primera curva del tejano circuito de las Américas, ciega, se antojaba como el iceberg que se interpuso en el camino del Titanic. No obstante, los aspirantes libraron el primer escollo. Alonso, largando séptimo después de que Ferrari quitará de en medio a Massa sustituyendo la caja de cambios del Ferrari del brasileño, obró el milagro dominical, el propio de cada jornada de carreras desde que está en la casa de Maranello. Avanzó tres posiciones para situarse en el cuarto lugar, adentrado en el oasis que le daba vida a sus opciones. Entre tanto, Vettel se fugaba como un disparo, seco, sin vacilar.

Pero Alonso, un superviviente por estar a estas alturas con opciones de título sin poseer el coche más veloz en ningún momento del curso, con el mayor exponente de la fiabilidad de su monoplaza y la filosofía de regularidad bajo el brazo, con el pesar de poder naufragar en la arena y la mina que es esto para la moral, encomiable su voluntad, renegado sobre la rendición, aún contaría con las bazas ajenas, que ayer se conjugaron a su favor. Primero, Hamilton rebasó a Webber y se fue a la caza de Vettel, quien, inteligente, más tarde confirmaría que es ambicioso pero no un loco. Esta circunstancia arrojaría luz para las tinieblas de Alonso.

Superada la primera vuelta, el asturiano comenzaría a desangrarse, una sangría de segundos, una hemorragia que no cesaría hasta superadas prácticamente 30 vueltas de las 56 previstas, sacando a relucir las extremas carencias de la Scuderia en el nuevo escenario. Alonso se dejaba casi un segundo por vuelta respecto al trío que viajaba ante su visera. Sin embargo, el alternador de Webber, maldito este año, dijo basta y el Red Bull se detuvo sin mediación; Alonso ganaba una plaza, se colaba en posiciones de podio, aunque a una eternidad de Vettel y Hamilton, que seguían centrifugando en Austin un segundo más veloces. Para más inri, el asturiano padeció un problema en el primer y único pit-stop que llevaría a cabo, al igual que los pilotos de cabeza. 23 vueltas le apartaban a 21 segundos de la cabeza de la carrera.

hamilton, al acecho En la vuelta 34, desgañitado, Hamilton respiraba en el rebufo de Vettel. Momento en el que Alonso adoptaba un ritmo similar al de los más rápidos, ya calzado con los neumáticos duros que tanto añora el asturiano para su bólido. Tardíamente, habían cobrado la temperatura que ha echado en falta todo el fin de semana.

Vettel no tembló con la presencia de Hamilton. Se dedicó a proseguir su camino, consciente de que llegaría el saetazo de la flecha plateada del inglés, que viajaba despendolado sin nada que perder, pero sin alterarse. Seb simplemente trató de prolongar el instante de ceder, de apelar a la sensatez, a pesar de que está muy bonito ganar ganando.

En el abrazo número 42 al trazado tejano, Hamilton pasó al frente, no sin intimidar a Vettel, arrimándose a él en paralelo con el peligro que tanto quiso evitar el germano. El británico se zafó e imprimió un ritmo letal, el de vuelta rápida. Vettel, no obstante, quiso dejar latente que si no vencía era por necesidad, por cordura, por lógico conservadurismo. No en vano, comenzó un intercambio de golpes, de giros excepcionales turnados con Hamilton. Incluso Alonso se desató en esos compases definitivos, rodando más veloz que en ningún otro momento de la carrera.

Su misión de supervivencia, de apurar hasta el último trago de sus opciones de título, estaba cumplida, aunque no su sueño, su visión acerca de la remontada de puntos respecto a Vettel, que fue segundo. Si bien, terminando a los mandos de un Ferrari a casi 40 segundos del vencedor, Lewis Hamilton, seguro que no hubiera imaginado un podio en Estados Unidos, el duodécimo de la temporada. Aunque sonrojante circunstancia para Ferrari, por ser Ferrari, y por debatirse una corona.

interlagos decide De este modo, Interlagos decidirá el campeón. Vettel llegará encaramado en el liderato, con un castillo de 273 puntos y la muralla de 13 puntos de diferencia sobre Alonso, que alberga 260. El asturiano, de acicate, puede dar la vuelta a la tortilla. En 2010 perdió el título en Abu Dhabi cuando contaba con 15 puntos de renta respecto a Vettel, quien terminó imponiéndose. El asturiano, de todas todas, está obligado a finalizar en el podio, si no, el alemán se proclamaría.

Por otro lado, Vettel se erigiría en campeón concluyendo en cuarta posición o mejor. De manera que las opciones de Alonso son las siguientes: ganar y que Vettel termine quinte o peor; ser segundo y que Vettel acabe octavo o más retrasado, o ser tercero y que el germano sea décimo o deje a cero su casillero de puntos. Lo que si fue decisivo fue el Mundial de Constructores, por tercer año consecutivo para la fábrica Red Bull.