sea por la presencia de las cámaras de televisión, que no permite ni el más mínimo planteamiento, sea porque el equipo baskonista juega en una franja horaria similar al conjunto alavesista, los dirigentes aceptaron de nuevo adelantar el encuentro a la tarde sabatina, una jornada y horario poco propicios, un interesante encuentro ante el tercer clasificado. Aceptamos (lo tomas o lo dejas) que cuando la televisión está de por medio actúe de manera despótica y no permita la mínima objeción en cuanto a horarios se refiere, pero en esta ocasión, como en tantas otras anteriormente, han priorizado el baloncesto en detrimento del fútbol. Como siempre, el aficionado alavesista es el gran perjudicado porque, al final, con tanta variación de horarios, lo tienen confundido.

También los jugadores albiazules salieron confusos al césped de Mendizorroza. Cualquier parecido con el de la semana anterior era pura coincidencia; ni tan siquiera en la vestimenta. No mostraban la misma intensidad, era un equipo sin alma que estuvo a merced del rival todo el primer periodo. Cuando la mayor parte del tiempo tiene el balón la defensa (ni una subida de los laterales) a poco podemos aspirar. Bueno, sí. A no encajar un gol porque lo contrario? Cuando llevaban un tiempo con el balón se daban cuenta de que tenían que avanzar y la única alternativa era el lanzamiento largo a los delanteros que, todos en línea, ni las controlaban ni tampoco eran capaces de recoger los rechaces porque el equipo estaba partido en dos. Parece evidente que cuando tienen un conjunto de cierta relevancia que les hace frente se vienen abajo y les cuesta tomar las riendas. Me recordaron al equipo del balón grande que el día anterior sufrió un coscorrón importante por su aparente desidia: errores y más errores, entregas al rival y este que se va haciendo con el control del juego. Un único disparo registrado al final del periodo fue todo el bagaje ofensivo.

El segundo periodo, sin embargo, no se pareció en casi nada, en cuanto al Deportivo Alavés se refiere, al primero. El equipo salió con más intensidad, presionando más arriba al contrario (equipo marrullero donde los haya con la connivencia de un árbitro pasota que no se quería enterar de nada) y con las líneas más juntas. De esta forma el gol no tardó mucho en llegar en una jugada a balón parado. ¿Qué hicieron en la primera mitad, madurar al rival para luego rematarlo? ¿Por qué no se jugó en la primera como en la continuación?

Ahora bien, la alegría no fue completa para los, de nuevo, algo más de 6000 espectadores que se dieron cita para apoyar a los albiazules (da igual que el rival sea desconocido pues no es un asiduo visitante de Mendizorroza -la última vez hace ocho años, la anterior hace casi quince-, o que se encuentre bien clasificado), ya que después del fallo del penalti el equipo pareció dar por bueno el resultado y, en una jugada que no parecía revestir peligro, el Lleida empató un encuentro que tenía más que perdido. Primer empate decepcionante.