fue necesaria la celebración del encuentro ante el Barcelona en competición copera para que aquellos aficionados que se encontraban en estado de hibernación despertaran por unos días y recobraran el ambiente futbolístico de antaño. Pero fueron flor de un día. El primer efecto previsto del pospartido en cuestión ha sido el vertiginoso alejamiento del estadio de todos aquellos aficionados que simplemente aspiraban a pasar una noche entretenida presenciando al Barcelona exclusivamente. Una vez pasadas las secuelas, hemos vuelto a la realidad: los 6000 seguidores habituales. Los otros no son más que consumidores de fútbol. Se aleja así la expectativa, si alguna vez la hubo, de que se contagiaran y volvieran a alentar al equipo de su ciudad y disfrutar también del espectáculo de las gradas. Fueron albiazules (o no) por un día y ahí se extinguió su afición. Toda vez que un aficionado abandona la asistencia continuada a Mendizorroza durante un tiempo más o menos largo es difícil que se vuelva a enganchar.
Cuando ya los ecos de todos los comentarios que dio de sí el popular enfrentamiento se habían apagado regresaba el fútbol a Mendizorroza. Y como ayer tocaba el otro fútbol, así lo denomino, y que la tarde, de nuevo, estaba desapacible, estuvimos en familia. También ayudaría la hora intempestiva del choque (menos que la del martes), fijada para facilitar también la asistencia al encuentro de baloncesto a aquellos que quisieran acercarse al Buesa Arena (al final, todo queda en familia).
En cuanto comenzó el encuentro era evidente que a los pupilos de Natxo González les da igual jugar con toda la familia, incluida la política, que con una parte de ella. Tienen una forma de jugar concreta y la motivación suficiente que les da igual el rival al que se enfrenten. Resulta, también, notable la forma en la que los mismos hinchas de siempre van a Mendizorroza cada dos semanas para seguir al Alavés sin fijarse en el rival. Y es que no se trata de ir solo a ver el encuentro contra el Barcelona (lo fácil, lo bonito) sino apoyar al club en todo momento, cuando está bien o cuando no lo está tanto. Los pocos espectadores que acudieron a la cita con el Sestao, si a las cifras de cinco días antes nos atenemos, demostraron un sincero reflejo de amor incondicional al equipo. Que vayan a ver este encuentro después de haber saboreado la exquisitez dice mucho y bueno de ellos.
Es una realidad que la asistencia a Mendi, en estos momentos, es exigua, en proceso de germinación, y que va ascendiendo o descendiendo en función del lugar que ocupe el equipo, del rival o de lo que esté en juego. En nuestras manos está, de la directiva, de la plantilla, del aficionado, en dónde queremos estar de aquí en adelante. La directiva se ha dado cuenta de la cantidad de clientes potenciales existentes, los jugadores saben que si lo hacen bien atraen a más aficionados y estos, además, saben que su presencia es necesaria para crecer como club. De todos depende si queremos ser una familia desestructurada o una familia nuclear bien avenida y con muchos descendientes.