vitoria

TODO irá bien". Aquel vaticinio que Pep Guardiola le susurró a Joan Laporta fue el que empleó Tito Vilanova (17-IX-1968, Bellcaire, Girona) en noviembre del pasado año antes de entrar en el quirófano para que se le extirpara un tumor en la glándula parótida que volvió a sacudir al barcelonismo tras la grave dolencia que sufrió Eric Abidal. No es de extrañar que cuando se presentó en sociedad como flamante nuevo entrenador del primer equipo, el 15 de junio, proclamara que "después de aquello, esto es un juego de niños". Cuatro meses después, despejadas las primeras inquietudes e interrogantes, el tipo serio que se dejó aconsejar por Charly Rexach para aceptar el cargo está en puertas de firmar un récord. No solo porque el Barcelona se halla en disposición de ajusticiar al Real Madrid y dejarlo contra las cuerdas sin cumplirse aún dos meses de competición, sino porque un triunfo supondría la séptima victoria liguera consecutiva de quien fuera escudero del míster de Santpedor, hecho inédito en la centenaria historia culé tras las seis rubricadas por un trébol de lujo: James Bellamy (1929-1930), Johan Cruyff (1990-1991), Louis Van Gaal (1997-1998) y, cómo no, el propio Guardiola (2009-2010) en su irrepetible año mágico.

"Nano, no te lo pienses ni un segundo", le conminó quien fichara a Leo Messi en la servilleta más famosa y, a la postre, maestro de ambos, puesto que de Rexach extrajeron el catecismo que impuso el técnico holandés en la génesis del Dream Team. El discurso de Pep no fue menos halagüeño: "Si te sientes capaz, con energía y crees que los harás funcionar, no lo dudes, es la oportunidad de tu vida. Si tienes dudas, plantéatelo, ya que esto es muy exigente". Lo demás, toda la fábula en torno al traspaso de poderes, fue eso: película para rellenar horas de debate cavernario.

Su carrera futbolística no alcanzó las dimensiones de su íntimo, amistad cultivada y perpetuada desde que coincidieran en La Masía y cofundaran el grupo Els Golafres junto a Aureli Altamira y Jordi Roura, hoy integrantes del cuerpo técnico, con el objetivo de darse más de un festín gastronómico y alargar las tertulias. El fútbol les separó y les unió tres lustros después de que Vilanova, tras dos años en el filial (1990-92), se marchara para ganarse la vida en el Celta, Badajoz, Mallorca, Lleida, Elche y Gramanet hasta colgar las botas por una lesión en la rodilla. Tito disfruta ahora, sentado en el banquillo, del sueño de niñez que le llevó desde Bellcaire d'Empordá, un pueblo de unos 600 habitantes, a ingresar en la cantera azulgrana con 13 años hasta debutar con los mayores en mayo de 1989 en un amistoso en Banyoles en el que relevó, curiosamente, a Guardiola, coincidiendo con gente como Milla, Amor y el propio Pep, que le obstaculizaron el paso.

¡A él!, acérrimo culé de familia, ya que Joaquim, su padre, fue precursor de la peña de L'Escala, además de alcalde de Bellcaire por CiU (1991-2003) y promotor de un equipo de fútbol en la localidad donde incluyó a su hijo Tito, expulsado una vez por desobedecer en un partido a su entrenador, que le había pedido que defendiera. Pero Vilanova se lanzó al ataque por una buena razón: su madre le había prometido que le compraría la camiseta del Barcelona si marcaba un gol. Y siempre le hacía caso.

Le distingue de Guardiola su templanza, aire inmutable en su gestualidad, fraseo y comportamiento, con capacidad para relativizar la peor de las situaciones, cualidades que solapan una desbordante valentía. Así lo atestiguan sus mejores, contados, amigos: "Le irá bien o mal, pero nunca se cagará". A ello acompaña dosis de responsabilidad más elevadas, si es posible, que las de su predecesor, que se afanaba en dibujar en su mente todo lo que posteriormente podría desarrollarse en el terreno de juego, sin huir del despacho hasta marcharse convencido de que, una vez más, todo saldría bien. Vilanova le sigue a la zaga. "No le dedicaré más horas al Barcelona como entrenador de las que le he dedicado cuando era segundo técnico", afirmó en su puesta en escena. "Trabaja dormido", le define Andoni Zubizarreta.

el valor de la amistad Quizás este sentido de la rectitud y reflexión es el que le proporciona igualmente su temor al ridículo, el único de sus miedos. Solamente hay una cosa que antepone a sus colores: la amistad, que considera un don. De ahí que al director deportivo del club le inquiriera que jamás aceptaría la batuta si ello pondría en peligro sus lazos con Guardiola: "Tengo cuatro amigos y no perderé uno solo por esto". Luego, antes de dar el "sí", consultó con cuatro médicos y, por supuesto, con Montse Chaure, barcelonesa a la que conoció cuando militaba en el filial y con quien contrajo matrimonio el año del Cobi. Diseñadora gráfica de profesión, le acompañó siempre por esos campos de Dios en los que se ganaba la vida rompiendo las botas, y en el duro trance de hace un año, donde buscó refugio en sus dos hijos -la mayor, en la Universidad; el pequeño, promesa de las categorías inferiores azulgranas-. Una fuerza que le puso en órbita solo 18 días después de ser intervenido quirúrgicamente cuando otros se hundirían por varios meses. Fue llegar a la Ciudad Deportiva, reunir a los futbolistas y trasladarles un emotivo mensaje de optimismo vital.

Aprovecha tanto la vida que el mes pasado mimetizó de nuevo a Guardiola. Si éste dijo aquello de que no había visto al Madrid porque a su mujer le interesaba más una película o los documentales de La 2; Vilanova, tras derrotar al Granada, confesó que no le dedicaría ni un minuto al partido que jugaban los blancos contra el Rayo, que prefería irse a comer una paella o al cine, aunque luego se fue a degustar carne argentina en vez del arroz caldoso que suele devorar porque sabía que, al desvelarlo, la gente se apiñaría en el local de la Barceloneta del que es cliente habitual. Los caracoles, las setas y los canelones de su suegra se agolpan en su lista de placeres terrenales, al que une la música. No en vano, era Tito quien grababa la sintonía que Pep ponía en el autobús en dirección al estadio, es decir, fue él quien contagió a la caseta la fascinación por Coldplay y la partitura incesante del ¡Viva la vida! que sirvió de cabecera en la temporada donde se batieron todos los récords. Eso, sin hacer ascos a Keane o Serrat.

"caeré de pie" La última Liga y Champions del Barça llevó al alcalde de Bellcaire a idear un homenaje a Tito por poner al pueblo en el mapa pero Vilanova lo declinó porque, a su juicio, no había hecho nada importante. "Hay otras personas como agricultores o gente mayor que llevan toda la vida trabajando, que lo merecen más que yo", le respondió. Cada verano descansa un tiempo en su refugio de niñez ofreciéndose a dar charlas y entrenar a jóvenes, sabedor de que en esa edad germina buena parte de su crecimiento. Por eso le dolió tanto el dedo en el ojo que le metió Mourinho. No en lo físico sino en lo emocional, en la imagen ofrecida al exterior, "esa que no borraremos ya nunca". Por eso trató siempre de que Cesc, Piqué y un pequeño, silencioso como él, llamado Messi no tiraran por la borda su talento cuando les dirigía en las categorías inferiores. Por eso Leo sonrió cuando, tras el adiós de Guardiola, escuchó "Tito" como sustituto. Convencido de que no traicionará jamás su ideario deportivo y personal, dice Vilanova que "pase lo que pase, caeré de pie". Camino de ser leyenda, nadie duda de que todo irá bien.

Venció a Real Sociedad (3-0), Arenas (1-3), Europa (2-1), Racing (5-0), Real Unión (1-3) y Atlético (4-2), aunque no le sirvió para llevarse un título que conquistó el Athletic.

Superó a Espanyol (0-1), Valencia (3-1), Betis (2-3), Valladolid (1-0), Tenerife (0-1) y Athletic (4-1). Fue el primero de los cuatro campeonatos consecutivos de aquel equipo.

En la primera temporada del holandés el Barça, a la postre campeón, tumbó a la Real Sociedad (3-0), Valencia (0-3), Deportivo (2-1), Sporting (1-4), Tenerife (3-2) y Mallorca (0-1).

El Barça de los seis títulos y 99 puntos empezó ganando a Sporting (3-0), Getafe (0-2), Atlético (5-2), Racing (1-4), Málaga (0-2) y Almería (1-0). Luego empató sin goles en Mestalla.