Madrid. "Esta vuelta la he ganado con las piernas y con la cabeza", dice Alberto Contador cuando se baja de la Bola del Mundo y sabe que ha ganado su segunda Vuelta y su quinta o séptima grande, según quién cuente, lo que, en el segundo de los casos, el de las siete, le equipararía a Armstrong (siete Tours, pero ningún Giro ni ninguna Vuelta), Miguel Indurain (cinco Tours y dos Giros) y Fausto Coppi (cinco Giros y dos Tours) y se quedaría a una grande de Anquetil, a tres de Hinault y a cuatro de Merckx. En el primero de los casos, el oficial, lo que dicen los libros de historia, empataría a cinco con los italianos Bartali, Binda y Gimondi. "Es ridículo que me los quiten. Yo cuento que he ganado siete y me da igual lo que ponga en los libros", se rebela él. De ahí no le saca nadie.

La cabeza, dicen los que le rodean, es lo que hace diferente a Contador. Hay campeones genéticamente perfectos que nunca llegan a serlo porque tienen la cabeza hueca, llena de pájaros o en misión espacial por la Luna. El madrileño no es de esos. Sabe lo que quiere y, lo dice él mismo, se mata para conseguirlo. Es cabezota Contador. Obstinado. El campeón de los tercos. Un día de esta Vuelta le piden que elija entre las cualidades de tres ciclistas que han dejado huella en la historia. Pide la capacidad de Pantani para volar en la montaña y las piernas de Indurain para luchar contra el reloj. Luego cita a Armstrong. Desea la determinación del americano.

"Ya la tiene", dice Benjamín Noval, el asturiano que forma parte de la corte de Contador y, antes, de la de Armstrong. Con el tejano ganó dos Tours. Los de 2004 y 2005. Y con Alberto, el de 2007 y el que es y no es de 2010 -"yo sí lo cuento"- y las dos Vueltas. "Ambos se parecen como líderes. Son agradecidos y tienen gestos similares como el de felicitar uno a uno a los compañeros cuando las cosas se han hecho bien para tratar de mantener el grupo unido y que no haya fisuras", explica Noval. "Y luego", abunda, "está la cabeza. Contador la tiene muy dura. Como Lance. Creo que los grandes de la historia, Indurain y los demás, son gente que tiene un buen físico, claro, pero también una mentalidad muy fuerte".

Los palos de la vida Fran Contador, desde hace unos años mánager de Alberto pero desde siempre su hermano, suele contar divertido que si bien es cierto que ya desde crío era un rebelde inquieto que tenía que ganar siempre a todo, la vida, con sus cosas y sus reveses, le ha hecho como es. "El hombre se ha llevado muchos palos. Deportivamente no ha pasado un solo año sin problemas de un tipo o de otro. Eso le ha hecho más fuerte y le ha enseñado a valorar lo que realmente es importante y merece la pena". En esa carrera de obstáculos, ninguna valla tan alta e infranqueable como la del cavernoma que le tuvo luchando contra la muerte en 2004. "Entonces no sabíamos si iba a volver a montar en bicicleta e incluso si haría una vida normal, podría conducir un coche o lo que sea. No sabíamos nada. Ni él. Eso supuso una lección de vida irrepetible. Salió de aquello cambiado". Más fuerte. En enero de 2005 volvió a ganar en Australia. Siempre que le preguntan, Contador dice que aquella es su victoria más recordada.

Justo detrás, o cerca, está la etapa de Fuente Dé de hace unos días y su consecuencia directa que es esta Vuelta que celebró ayer en Madrid bajo el sol como si fuese la primera y, ya por la noche, comedido, en una fiesta privada organizada por su equipo, el Saxo Bank, para más de 200 personas, incluido Oleg Tinkov, el millonario ruso que copatrocina la escuadra. Contador dijo que esa tarde de Fuente Dé le embargó una emoción que no recordaba haber sentido nunca antes. Lloró como no acostumbra. "Claro", dice su otro hermano, Jesús Hernández, "han sido unos meses difíciles. Estaba jodido de verdad. Lo ha pasado mal. ¿Quién no lo pasaría? Pero este tío tiene un don: la cabeza. Es su mejor músculo. Pase lo que pase se sobrepone, se hace más duro, mejor, crece… Mentalmente es superior".

La guerra mental Hernández dice que eso se traduce en cosas tan asombrosas como su determinación por ganar la Vuelta aún cuando las tardes de montaña tropezaba una y otra vez con Purito. "Cualquier otro hubiese dado por perdida la Vuelta, se hubiese rendido. Él no". Cada noche se sentaba en la mesa para cenar y les prometía a sus compañeros que le escuchaban que la Vuelta iba a ganarla sí o sí. Les decía: "Hoy no ha sido el día, no he podido dejarle, pero mañana otra vez". La mañana de Fuente Dé, a Jesús Hernández le preguntan en la televisión por qué confiaba tanto en que Alberto Contador acabaría ganando la Vuelta. "Porque lo dice él", responde el amigo del campeón, que después de la etapa de los Lagos llegó al hotel y les dijo a sus chicos: "Mañana a tope desde San Lorenzo". Contador, cuenta Noval, siempre estuvo convencido de que podía ganar la Vuelta incluso cuando en las primeras etapas le lastraba la falta de ritmo de competición. "Confiaba en que iba a ir a más. No ha dudado en ningún momento. Y si lo ha hecho, no nos lo ha transmitido". Esa seguridad caló también en Purito, su rival. El día de descanso después de saltar por encima de las tres etapas asturianas decisivas y resistir a Contador, el catalán abre el Marca y se tropieza con el palmarés del madrileño en las grandes. Va leyendo: primero, primero, primero, primero, primer, primero y sexto. No sabe si deprimirse o sentirse orgulloso de lo que está haciendo. De todas maneras, el mensaje que lanza a sus compañeros es distinto al de Contador. Purito les dice que no van a ganar la Vuelta, que es muy complicado, que está ahí Alberto, al que nadie le ha ganado desde 2007 en una grande y en igualdad de condiciones. "Si ganamos va a ser la leche, un espectáculo, algo muy grande", les aseguro, pero no confía mucho en ello.

Se lo dice el destino. Purito cree en que lo que va a ocurrir está ya escrito en algún lado. Piensa que Contador tiene que ganar siempre. Que ese es su destino. Describe al madrileño como un ser tocado por la varita. Como Armstrong. El catalán recuerda la carrera por el monte del tejano en el Tour de 2003, cuando Beloki se quedó clavado en el suelo y él salió ileso, sin un rasguño, para ganar su quinto Tour.

"Sabíamos que con Alberto había que estar concentrado las 24 horas, hasta cuando estás en la habitación haciendo estiramientos, durmiendo, comiendo. Sabíamos que Alberto es Alberto y que nos la podía jugar en cualquier momento. Al final, se salió con la suya", lamenta Purito. Fue el día de Fuente Dé, el ataque loco de Contador que Noval y Hernández aseguran no estaba preparado. Alberto, también. Dice que fue inspiración, cosa del momento.

¿Es su mayor gesta? Jesús Hernández la incluye entre las más sonadas, pero recita también la crono de Annecy que le ganó a Cancellara o el ataque de Verbier en el Tour de 2009, aquel que ganó en el hotel aislándose de la batalla mental que le propuso Armstrong, otro cabezota. También cita el Etna, la subida en el Giro de 2011. "Aquello fue enorme. A ocho de meta o así me dice: 'Jesús, ¿cómo vas?'. Y yo le digo "bien". Y él que también, y que cree que va a arrancar. Eso hizo". Aquel Giro lo ganó Contador de calle, más de ocho minutos de ventaja, y luego se lo quitaron cuando el TAS le condenó. "Ese Giro", cuenta ahora, concluido todo, Hernández, "lo corrió Alberto como esta Vuelta. Entonces era como si dijese: '¿Me queréis joder? Vale, pero que sepáis que yo sigo aquí'. En esta ocasión es como si hubiese dicho: '¿Me habéis parado? Vale, pero ahora vuelvo y gano'. Lo ha hecho y eso le puede hacer más fuerte aún". ¿Invencible? "No, tanto no", zanja Hernández.