Vitoria. Nos ha estado vacilando todo el año". Es la impresión que varios compañeros de tartán y analistas han deducido de los logros rubricados por Usain Bolt en Londres. El monarca de la velocidad, capaz de perder el respeto dentro y fuera de la pista a Carl Lewis, y Michael Phelps, consagrado ya como el deportista con más medallas (22) en la historia de los Juegos Olímpicos, encabezan de manera destacada el ránking de quienes salen de esta cita como figuras de sus respectivas especialidades. Solo que ellos lo hacen en una categoría superior, la de leyendas.
Phelps se abona al 22
Seis metales, cuatro de ellos de oro, para destronar a Latynina
En un cartel escrito a mano por una fervorosa espectadora del Centro Acuático se podía leer lo siguiente: Phelpsx22=Dios. Era el día de la despedida y flameaban decenas de banderas estadounidenses en su honor, venerando el récord que el Tiburón de Baltimore perseguía con 27 años: superar el número de preseas (18) que acumuló la gimnasta soviética Larisa Latynina entre 1956 y 1964. Las semanas previas al pistoletazo de salida hacían presagiar que éste no era el Michael de Pekín, asediado además por su alter ego en la piscina, Ryan Lochte, y por su puesta en escena, hincando la rodilla frente a su compatriota, que le bajó del pedestal en 400 estilos, lo que refrendó tal consideración. Nada más lejos de la realidad. Luego fue plata en los relevos 4x100 libres y en los 200 mariposa, y oro en 200 estilos, 100 mariposa individual y en dos relevos más, 4x100 estilos y 4x200 libres. Sus ojos acabaron empañados y su discurso se llenó de agradecimiento hacia su entrenador toda la vida, otro mito, Bob Bowman. "Los recuerdos de esta semana nunca se borrarán. Estarán en un trozo de papel en mi diario y los tendré escritos para siempre", se sinceró Phelps, a quien se le echará de menos en el Mundial de Barcelona que se celebrará el próximo verano. A no ser que recapacite su decisión.
Bolt, el extraterrestre
Triplete, récord mundial y un show para 'mofarse' de Lewis
"A Lewis no le tengo ningún respeto". Palabra de Bolt, es decir, el primer atleta capaz de reeditar título en el hectómetro y los 200 metros, además de poner el broche a su película de ciencia-ficción con el cetro, récord mundial incluido, en el 4x100. Epílogo en el que renunció al exhibicionismo de las jornadas precedentes. Si en el Nido de Pekín acompañó sus éxitos con marcas históricas, aquí se quedó a cinco centésimas en los 100 metros (9.63) y a 13 en el doble hectómetro (19.32). Lo aplaza para los mítines, que es donde los bolsillos se engordan. Pero el hombre que se autocoloca a la altura de Jordan y de Ali no podía marcharse sin plasmar una nueva rúbrica. "El objetivo de convertirme en leyenda se ha conseguido. Ahora tengo que sentarme y fijarme otra meta porque he hecho lo que he querido". Y es que había aterrizado igualmente con la sombra de un compañero de fatigas, Yohan Blake, que ya le había advertido en los trials de que la gesta estaría cara, aunque, como Lochte, terminó rendido. "En Río estará en la cresta y creo que puede hacer grandes cosas, pero nunca se sabe. De todas formas yo ya le dije que no era su momento, que era el mío", se jacta ahora Usain. Hasta la fecha solo ocho extraterrestres habían sellado el mítico doblete pero ninguno repitió: Archie Hahn (San Luis 1904), Ralph Craig (Estocolmo 1912), Percy Williams (Amsterdam 1928), Eddie Tolan (Los Ángeles 1932), Jesse Owens (Berlín 1936), Bobby Morrow (Melbourne 1956), Valerie Borzov (Munich 1972) y Lewis (Los Ángeles 1984). Papel mojado. Capaz de cubrir los 100 a 44,42 kilómetros de media, posee también la plusmarca planetaria de convocar a más gente ante el televisor para seguir el espectáculo más fugaz. Quizá sea por su comida preferida, el ñame, alimento que cuenta entre sus componentes con un mineral parecido a la bauxita, rico en hierro, pero sobre todo por su preparador, Glen Mills, de 62 años, el único capaz de convertir a un país de 2,8 millones de habitantes en el primero de la fila cada vez que se dispara la pistola en un estadio. La Jamaica del porro y el reggae es también el territorio de los guepardos alimentados con patatas. Fue él quien desplazó a Bolt hasta Alemania, donde le detectaron su escoliosis, y quien en tres años le convirtió en triple campeón olímpico. Tanto a Blake como a él les abrasa con abdominales y lumbares, ejerciendo asimismo de psicólogo. "Glen es un genio. Yo era un pobre lesionado y me transformó en esto, en leyenda", enfatiza Bolt.
El imperio británico, sobre ruedas
De las siete preseas de Hoy y Wiggins al dulce adiós de 'Vino'
Lloró el primer día que compitió en el Velódromo y lo hizo Chris Hoy, a sus 36 años, cuando alcanzó el segundo oro para convertirse en el hombre con más medallas en el palmarés del ciclismo en pista, para gozo de quien más le idolatra, la hinchada británica. Igualó a Bradley Wiggins, siete preseas los dos, puesto que el escocés suma seis oros y una plata, mientras que el vigente ganador del Tour tiene cuatro oros, una plata y dos bronces. Hoy arrancó brillante en el óvalo londinense, lejos de la Manchester donde entrena, en la que tanto se ha invertido y donde ha nacido un proyecto único en pista y carretera. El del Team GB, siete oros de los diez puestos en concurso en este evento olímpico. Junto al velocísimo Jason Kenny y Philip Hindes destrozó el récord de la carrera por equipos que ellos mismos habían rebasado en las semifinales, doblegando a Francia. En el cierre no tuvo oponente en el keirin, la prueba al sprint que lanza una moto cuando se alcanzan los 40 por hora, sacando una bicicleta al germano Levy. Chris, fanático de Graeme Obree, aquel loco escocés que revolucionó la aerodinámica del ciclismo con la cabra casera luchando por batir el récord de la hora, es de otra galaxia. La corona en la contrarreloj fue a manos de Wiggins para realzar el dominio del imperio, mientras que el kazajo Alexander Vinoukourov triunfó en la prueba en ruta en vísperas de su retirada. El del Astana batió con su potencia habitual, inconfundible en los últimos metros, a Urán, con el que se había escapado a poco más de siete kilómetros de la meta, instalada en las cercanías de Buckingham Palace. Doce años después de la plata en de Sydney, donde salió victorioso el alemán Jan Ullrich, firmó un adiós olímpico a una vida de película.
La liberación de Murray
Privó el sueño de Federer para, por fin, reinar en Wimbledon
Se detuvo en un lado de la cancha y agachó la cabeza antes de abrazarse a Federer, que buscaba el oro olímpico porque, amén de la Davis, era el único entorchado que le faltaba al suizo en su prolija colección de éxitos. En su camino se cruzó el motivado Andy Murray, liberado después de perder en cuatro finales del Grand Slam, tres de ellas ante el helvético y la última hace solo un mes, profanando además la hierba de Wimbledon que se le resistía a un compatriota suyo desde que en 1936 alzara los brazos Fred Perry. Le vimos emocionarse en su festejo con su madre Judy y, aunque se mantuvo templado gracias a la práctica asidua del yoga que tanto le ha ayudado en los últimos tiempos, estalló de júbilo en compañía de su novia Kim Sears. Es cierto que se aprovechó de la baja del lesionado Nadal, que sigue siendo el único del Top-4 que no ha devorado un grande y que Djokovic evidenció de nuevo señales dubitativas, pero el escocés sale fortalecido y seguro de que su juego ha ido evolucionando. Sobre todo, su poder de concentración, lejos de esas imágenes en la que solía apreciarse a un Murray fuera de sus casillas por cualquier error no forzado.
Sueños de una noche en el tartán
La potencia del masái Rudisha y el histórico doblete de Mo Farah
El atletismo dejó más héroes. David Rudisha, de 23 años, había advertido de su capacidad para bajar de los 100 segundos en los 800 metros y lo merodeó con un registro mundial (1:40.91) sin ayuda alguna, más allá de la potencia de sus piernas y la inteligencia de la cabeza. Hijo de un subcampeón olímpico en México en el relevo 4x400, fue descubierto para el tartán por un misionero llamado O'Connell, aunque el keniano admite que la diferencia con otros niños de su país era que él disponía de zapatillas para correr. "El secreto de este maravilloso deporte reside en correr y luego soñar con lo que uno ha hecho", admite este guerrero de la tribu Masái, solo eclipsado por la gran gesta del británico Mo Farah, campeón en 5.000 metros y en 10.000, algo que nadie había conseguido ante su parroquia en unos Juegos. Llegó de Somalia con ocho años para encontrarse con su padre en Londres tras ser la baya dorada de unas vacaciones fecundas de éste en el país africano. Quería él profesionalizarse como extremo diestro del Arsenal de Graham pero su profesor de gimnasia supo ver su filón atlético. Noqueado por sorpresa en Pekín cuando ni siquiera entró en la final, Farah no se arredró aunque su progresión de resultados resultara lenta comparada con sus horizontes. En su casa del estadio de Stratford, se arremangó y ganó dos carreras lentas que exigieron estampidas de verdadera calidad contra galgos más rápidos y veteranos. De la capital inglesa se marchan también fortalecidos, entre otros, Allyson Felix, que a la tercera logró el oro en el 200 femenino; el argelino Makhloufi, vencedor del 1.500 tras ser despedido -y repescado- por no esforzarse; y la etíope Gelana, que en el maratón emuló a su tío Abera.
Por esperados, no menos grandes
Uchimura y Kanaeva volaron con elegancia hacia lo más alto
La gimnasia sigue respondiendo a la dictadura del japonés Kohei Uchimura, que harto de los triunfos chinos se aupó a lo más alto en el concurso completo avalando su condición de favorito por sus tres títulos mundiales consecutivos, algo inédito, lo mismo que el oro olímpico que revalidó en la rítmica la rusa Evgeniya Kanaeva. Su madre se gana la vida entrenando a gimnastas tras haberse dedicado en su juventud a este deporte y su padre es entrenador de lucha grecorromana. Tenía el destino escrito. Al igual que la armada baloncestística de Estados Unidos, aunque, tras arrasar todo el torneo, en la final de ayer las pasó canutas ante España, mostrando su poderío en el último cuarto, cuando las fuerzas de los chicos de Scariolo comenzaron ya a flaquear.
La juventud por bandera
Agnel, verdugo de Lochte; Boudia, el del 'niño' Daley
Muchos han sido revelación. Para empezar, el francés Agnel, que batió a Lochte remontándole en el relevo 4x100 y siendo además su verdugo en el 200 libre. En saltos, el estadounidense Boudia relegó al jovenzuelo Thomas Daley, ídolo local, al bronce. Sobresalió el brasileño Nabarrete en anillas para darle el primer metal de la historia en gimnasia a Latinoamérica; así como el holandés Zonderland en barra; Douglas en el concurso general y Mustafina en asimétricas. Triunfaron las nadadoras Missy Franklin (récord de 200 espalda), Ye Shiwen (en 400 estilos) y Meilutyte; el trinitense Keshorn Walcott en jabalina; Alistair Brownlee en triatlón; Ishchenko y Fuentes en sincro; la windsurfista Marina Alabau; y Joel González en taekwondo.