El Olimpismo no entiende de liturgias cuando el reto sobre la pista es doble. Los Juegos ofrecieron un mes después la posibilidad de un revival en la pista central de Wimbledon y, a la postre, el duelo sirvió de revancha para Andy Murray, que, al fin, se agigantó en un evento similar a un Grand Slam para erigirse en el primer británico en elevarse a los altares en la hierba londinense desde que Fred Perry lo hiciera en 1936. Una gesta que impidió otra: la que faltaba en el prolijo palmarés de Sir Roger Federer -siete veces ganador en ese mismo escenario-, el oro olímpico que siempre se le ha negado y que, como la Copa Davis, tiene complicado poder olisquear en una nueva ocasión.

Saltó el escocés con esa máxima convicción que ha echado de menos a lo largo de su carrera, en la que sumaba cuatro derrotas en otras tantas finales de majors, deleitando con una exhibición de bolas cruzadas y una agresividad desbordante que le impidió al de Basilea entrar de lleno en el envite. Un dato lo corrobora: casi una hora se pasó el número uno del mundo -que hizo gala de la maldición que persigue al líder del ranking cuando encara una cita olímpica- sin anotar un solo juego entre el primer y el segundo set, un hecho insólito en su veterana trayectoria. Y es que Andy emprendió su vuelo hacia la cima ejerciendo una tremenda presión. Con 2-3 a su favor y tras malograr dos bolas de rotura, pudo quebrarle el servicio al helvético para tomar el mando del encuentro y no soltarlo más pese a los resquicios que dejaba con el primer saque. Extrañamente, como ante Del Potro, Federer iba acumulando fallos con el revés y la volea, subiendo con frecuencia a destiempo y estrellando más pelotas de lo habitual en la red. No se había cumplido la media hora cuando Murray no desaprovechó la bola de set con un revés paralelo que puso en pie a la hinchada fervorosa, esa que más de una vez le negó el cariño por ese acento impropio en casa de la Reina pero que, con Guillermo y Catalina como anfitriones, ha terminado por venerarle.

Consistente y fiero Lejos de conformarse, su consistencia se fue ensanchando por cada recodo de la pista, con sobresaliente movilidad en el fondo y determinación para impedir que Federer, de algún modo, se metiera en la pomada. De ello se percató el marido de Mirka, siempre expectante ella, hasta el extremo de que regaló otra vez el servicio nada más emprender la aventura de la segunda manga. Otro traspiés imposible de remontar. La clave se situó en el tercer juego, con Murray rematando la faena mientras Roger tiraba por la borda todas sus ocasiones: ni una bola de rotura supo certificar para prolongar la película. A punto de recibir un rosco que maquilló, trató de desquitarse con un juego en blanco al inicio de la tercera manga, pero Andy no tenía gana de supurar por herida alguna en la mayor tarde de su vida tenística.

A nadie se le escapa que a las órdenes de Ivan Lendl, el escocés ha mejorado el servicio, además de en autosuperación y concentración. Judy, su madre, que le recibió con un sentido abrazo, reconoce que es un alivio ver jugar ahora a su hijo sin maldecirse constantemente a sí mismo. En su zurrón hay 8 Másters 1.000 y 22 títulos individuales pero su historia es la de un tenista que nació en el instante equivocado, castigado por el absolutismo impuesto por los Federer, Nadal y Djokovic, lo que no tapa que Murray sea un jugador descomunal que tiene la virtud de jugar muy bien y de provocar que se le tuerzan las cosas a su enemigo. Pero le faltaba liberarse, demostrar ante su gente que su talento puede triunfar en las jornadas cruciales. Todavía le falta ese grande pero sacará a relucir este oro para tratar de mitigar el maleficio. ¿Y el de Federer? En Río... ¡Quién sabe!

El bronce recompensa a Del Potro

La medalla de bronce acabó por recompensar el esfuerzo olímpico de Juan Martín del Potro, restablecido del varapalo de la semifinal, en la última oportunidad de la lucha por ascender al podio, donde superó al serbio Novak Djokovic por 7-5 y 6-4. El de Tandil consiguió el primer metal para Argentina en un torneo individual masculino en toda la historia de unos Juegos, pero además ha evidenciado que de nuevo está ahí dispuesto a codearse con los grandes, al nivel de 2009, cuando conquistó el USA Open. Atrás queda aquel paso el quirófano para sanar la muñeca dolorida, que le tuvo al margen de la competición durante casi un año. Ayer se aferró a su saque en la lucha contra el serbio. No perdió su arma, que le sacó de más de un apuro cuando 'Nole' buscó su reacción. Rompió el saque de Djokovic en el undécimo juego del primer set y en la segunda manga se hizo pronto con un servicio de su rival. En la final del dobles femenino se demostró que con Serena no hay color en la pista. Junto a su hermana Venus Williams derrotaron a las checas Andrea Hlavackova y Lucie Hradecka (6-4 y 6-4) para sellar el segundo oro consecutivo después de Pekín 2008 y el tercero global en su experiencia olímpica.

El suizo se pasó casi una hora sin ganar un juego y ratificó la maldición olímpica de quien suele llegar como número uno