A primera vista no intimida aunque ayer todo su país despertó contemplando su silueta en la portada del prestigioso diario deportivo L'Equipe. Seguramente él le echó una simple ojeada a los papeles del gabinete de prensa francés, y pronto se pondría a otra cosa, fruto de la hiperactividad que delata a Yannick Agnel, el portento galo que en 4x100 libres vengó aquella recta final en Pekín'2008 del estadounidense Lezak devorando a Bernard. Se tomó cumplida revancha ante Ryan Lochte y 24 horas después demostró que no fue producto de la casualidad, coronándose en los 200 libres (1:43.314), en la enésima carrera del siglo - gustazo para los amantes de la natación aunque faltara Phelps-, y dejando de paso sin metal al neoyorquino, superado por el surcoreano Park y el chino Sun, que compartieron la plata con el mismo tiempo (1:44.93), por lo que el bronce quedó desierto.
Preparó la prueba como siempre, entre disperso y concentrado, a mil cosas, entonando canciones dentro del vestuario para distraer y encoger de hombros a sus rivales. Entre ellos, la bestia china, Yang Sun, que en los 400 libres otorgó al país asiático un oro histórico, antes del logrado por su compatriota Shiwen Ye. Pondría de los nervios a Paul Bierdermann, el alemán que ha sido noticia por su noviazgo con la también nadadora germana Britta Steffen, la misma que le envalentonó en busca de la plusmarca mundial (1:42.00) y que le alentó en el Mundial de Roma de 2009 antes de ahogar a Phelps forrado de poliuretano. Y desquiciaría a un pensativo Lochte, todavía preguntándose qué demonios pasó en esos 25 metros de su posta en la que anegó las opciones yankees. A todos ellos dejó K.O.
En definitiva, una carrera sideral aunque para muchos careciera del misticismo del triple duelo que se vivió en Atenas'2004 entre Thorpe, Van den Hoogenband y el propio Tiburón de Baltimore. El entrenador de Agnel, Fabrice Pellerin, todo un melómano que antes de saltar a la piscina enchufa a los nadadores un mp3, sabe cómo manejar los cambios de conducta de su pupilo, a quien define como "un niño grande al que siempre le tengo que recordar que no se olvide el bañador o su documentación". "Es un chico que piensa a 3.000 por hora y que se interesa por todo, desde las matemáticas a la música. El deporte es una disciplina más. Lo más difícil es mantenerlo concentrado en la natación". Rebuscando en el Twiiter de Yannick -que así se llama porque su padre jugaba al tenis y admiraba al ganador de Roland Garros en 1983-, él mismo se contempla como "un escualo de piscina municipal", pero el de Nimes, de 20 años, se asemeja más a una piraña, especialista en los 200, que llegaba con el mejor registro mundial del año (1:44.42), y que se apoya en su espigada morfología de 2,02 metros y 90 kilogramos de cara a combatir con los fortachones del líquido elemento.
Delicada brazada, cadencia brutal, Agnel engancha por su carisma y el toque intelectual que demostró antes de los Juegos Olímpicos, cuando colgó en su Facebook poemas de la condesa Anna de Noailles al tiempo que recitaba a Montesquieu: "La gravedad es el escudo de los tontos. Londres es una experiencia apasionante aunque no hay que perder la cabeza". Ayer ofreció otra sinfonía en pos de entonar nuevamente La Marsellesa. Y dio la nota, en positivo, de principio a fin, encrespando a Lochte tanto que, aunque el estadounidense firmó una buena salida, se fue descolgando hasta acabar cuarto, desesperado y desnortado, a modo de moviola, en los últimos 50 metros, asfixiado ante la avalancha del surcoreano Taehwan Park y el chino Yang Sun.
grevers amarga a lacourt Lástima que Francia no pudo completar la fiesta en los 100 espalda, la que tenían preparada para su otro sex symbol, Camille Lacourt, agasajado además como uno de los deportistas más apuestos por su sonrisa cautivadora. Aunque pasó liderando la prueba en el medio hectómetro, terminó hundiéndose frente al poderío de Matthew Grevers, quien estableció además un nuevo récord olímpico para la modalidad de 52.16 segundos, aventajando a su compatriota Nick Thoman, plata con 52.92, mientras que el bronce fue para el japonés Ryosuke Irie, que se quedó a 81 centésimas de la segunda plaza. Grevers, plata en Pekín en esta misma modalidad, se hizo famoso este año por proponer matrimonio a su novia, compañera del equipo nacional de Estados Unidos, Annie Chandler, en el Missouri Grand Prix. Lloró ayer Lacourt, el chico que intuía el éxito que se le negó. "Espero batir récords. Si se mira a la luna, se puede alcanzar las estrellas", había dicho. Por el momento tendrá que conformarse con su contrato como embajador de los productos masculinos de la firma cosmética Clarins, que le reporta 200.000 euros anuales, y como imagen de los relojes Chanel, por lo que cobra 70.000 euros. A su vez, la casa automovilística japonesa Lexus apalabró cambiarle el coche cada año, abandonando su viejo Fiat Punto y estrenando un Lexus CT200h. Pero no fue su noche, reservada a Agnel, a quien le lloverán ofertas parecidas y que otra vez amanecerá hoy titulando tabloides. Él se dedicará a otra cosa, a canturrear su próximo éxito. El caos de Lochte, llamado a figura en Londres, marca un punto de inflexión. Oh là là, la France! ¡Dios mío, Francia! ¡Qué descubrimiento!