Uno de los principales entretenimientos en las jornadas previas al arranque de los Juegos Olímpicos son las bolillas, las predicciones sobre lo que acontecerá en las diversas modalidades deportivas. En la gimnasia rítmica, que arranca hoy con las pruebas por equipos, los puestos de relumbrón están copados por adolescentes, sobre todo en categoría femenina. Así, se dice que el concurso general será una lucha sin cuartel entre las estadounidenses Grabrielle Douglas (16 años) y Jordyn Wieber (17) y la rusa Viktoria Komova (17). En la prueba de potro, se cita a la también yankee McKayla Maroney (16) y a la suiza Giulia Steingruber (18), pero entre las aspirantes al podio se cuela por derecho propio y palmarés una rara avis, una leyenda que se resiste al paso de los años y que responde al nombre de Oksana Chusovitina. Chusovitina disputará desde hoy en Londres, a sus 37 años, sus sextos Juegos Olímpicos en una disciplina en la que las veinteañeras son consideradas ya auténticas veteranas y en la que la insultante juventud de las participantes ha levantado no pocas polémicas. De hecho, ninguna de las gimnastas anteriormente citadas había nacido aún cuando ella se presentó en sociedad en los Mundiales de Indianápolis de 1991 para ganar el oro en suelo, ni siquiera cuando debutó como olímpica en Barcelona'92 ganando el oro por equipos como componente del Equipo Unificado. Desde entonces, salvo lesión, Chusovitina no se ha perdido ninguna gran cita internacional. En Pekín'08 firmó la plata en potro compitiendo ya por Uzbekistán, repitió metal en los Mundiales de Tokio del año pasado y ahora ha anunciado su retirada definitiva a la conclusión de la cita londinense, donde quiere decir adiós desde el podio representando esta vez a Alemania.
Dos han sido las razones por las cuales Chusovitina ha alargado tanto su carrera deportiva. Es innegable su pasión por la gimnasia, deporte que practica desde los siete años y que le llevó a empezar a defender la bandera de la Unión Soviética desde los trece, pero el principal motivo de su longevidad tiene nombre propio y se llama Alisher, su hijo, superviviente de leucemia linfática aguda. Alisher vino al mundo en 1999, lo que no impidió a Oksana, que por aquel entonces tenía 24 años, regresar a la alta competición poco después del parto como antes habían hecho leyendas como Larysa Latinina. Pero la fatalidad no tardó en cruzarse en su camino y en el de su familia. Tres años después, en 2002, Chusovitina y su marido, el luchador de grecorromana Bakhodir Kurbanov, salieron de Tashkent para participar en los Asian Games que se celebraban en Corea del Sur, dejando a Alisher al cuidado de sus abuelos. Cuando partieron, el niño tenía algo de fiebre y todo apuntaba a una gripe, pero cuando Oksina llamó a casa después de completar su participación le dijeron que su hijo se encontraba en el hospital. A su regreso a Tashkent, fue a visitar a Alisher al centro médico y recibió el mazazo: su hijo padecía leucemia. Como la capital uzbeka carecía por aquel entonces de unidades oncológicas, Bakhodir se desplazó a Moscú con su hijo, pero los tratamientos que le ofrecieron costaban, como mínimo, 10.000 dólares, cantidad de la que no disponían, por lo que el horizonte de Alisher se oscurecía por momentos.
Fue entonces cuando Oksina recibió la llamada salvadora de Gert-Peter Brueggermann, profesor de Biomecánica de la Universidad de Colonia y manager del Toyota Gymnastics Team. Ambos se conocieron en 1996 y desde un año después Chusovitina pasaba un par de semanas en Alemania entrenando al equipo femenino. Brueggermann, enterado del delicado estado de salud de su hijo, le dijo que viajara a Colonia con muestras de sangre del niño, le puso en contacto con el director del Departamento de Oncología del Hospital Universitario de Colonia y solucionó todo el papeleo para que Alisher pudiera recibir el tratamiento que necesitaba. El pequeño comenzó con sus sesiones de quimioterapia el 25 de octubre de 2002 y acabó el 22 de julio de 2003, un mes después de que su madre ganara el oro en potro en los Mundiales de Anaheim. Fueron nueve meses durísimos para la familia, que vivió durante esa época en un hospicio ubicado en el sotano del centro médico. El pequeño Alisher, muy debilitado por el tratamiento y por complicaciones propias de su enfermedad -superó una sepsis y diversas infecciones sanguíneas- estuvo varios meses entre la vida y la muerte, pero finalmente consiguió salir adelante. Oksina apenas se separó de su cama durante todo ese tiempo y encontró en sus entrenamientos una válvula de escape perfecta.
Cuando Alisher fue dado de alta, la familia tuvo que hacer frente a una factura hospitalaria de 100.000 dólares, a pesar de que los médicos que le trataron donaron sus servicios. Toyota, el patrocinador del equipo al que entrenaba, se volcó con ella, así como distintos sponsors particulares, la Iglesia Luterana de Colonia y diversos donantes particulares. Para agradecer esa ola de solidaridad que no encontró en su país de origen, Chusovitina decidió defender desde entonces el pabellón alemán en las competiciones internaciones, algo que pudo empezar a hacer desde 2006, cuando recibió la nacionalidad germana. Desde entonces, su pasión por la gimnasia y porque su hijo pudiera verla competir han hecho que su carrera se haya alargado mucho más de lo normal en una gimnasta. En 2009 llegó a anunciar su retirada, pero una lesión en el tendón de Aquiles le impidió participar en el Mundial, por lo que decidió postergar su adiós. Ahora ha asegurado que Londres'12 pondrá el punto final a su dilatada carrera y allí estará aplaudiéndola Alisher, un chaval de 12 años completamente sano que se ha convertido en el primer fan de su madre, su salvadora.