Jerusalén. PALESTINA participó en los Juegos Olímpicos por primera vez en 1996, tras la firma de los Tratados de Oslo con Israel que, entre otras tantas cosas, valieron la aceptación del Comité Olímpico Palestino por parte del COI. Desde entonces, el número de representantes, aunque siempre invitados por el Comité Internacional, ha crecido hasta llegar a cinco.
Durante los Juegos Olímpicos, los deportistas de Palestina son tratados como los de un país independiente y soberano. Sin embargo, sobre el terreno, la situación política complica la elección de los atletas que la representarán. Existen cuatro millones de habitantes en los Territorios Ocupados, pero otro millón y medio habita en Israel y otros tres millones más en el resto del mundo, lo cual ha obligado a poner una norma específica al respecto. Según Amani Awartani, de la Federación Palestina de Natación, "cualquier palestino que se inscriba en una federación palestina puede representarnos en los Juegos. No importa si vive en Cisjordania, o es de Nazaret y tiene la nacionalidad israelí, o vive en Nueva York y posee la carta verde." Ello ha facilitado la inclusión en el equipo del nadador Ahmed Gibril, que habita en Egipto, y la del judoca Maher Abu Rmeileh, que vive en Jerusalén Este, reconocida por la leyes internacionales como territorio palestino pero considerada por Israel parte de su capital única e indivisible.
Algunos de los atletas señalan la falta de mentalidad olímpica de las propias federaciones palestinas como un obstáculo más. Sus portavoces se felicitaban recientemente en la prensa de haber avisado a los atletas participantes con un año de antelación pero, según la corredora Wurud Sawalha, "no es para nada suficiente. Los atletas olímpicos entrenan por lo menos dos años". A Wurud, estudiante de educación física, le faltaba un semestre para acabar la carrera cuando le comunicaron su participación. Consciente de que no podría conseguir una marca de alto nivel con tan poco tiempo para prepararse, pensó en rechazar la invitación y terminar sus estudios; fue su familia la que le convenció de que participar sería bueno para su carrera. "Es una lástima que no nos descubriesen y preparasen hace años", lamenta.
En todo caso, las pesadillas terrenales en Palestina hacen difícil creer en el sueño olímpico. Los nadadores son los que mejor lo saben: "Las únicas piscinas adecuadas para entrenar están al otro lado del muro, donde los palestinos no tenemos acceso. Aquí, la mayoría no están cubiertas, por lo que en Ramala, capital administrativa, sólo se entrena en verano", explica Awartani, entusiasta exnadadora de la federación que trata de propulsar todas las innovaciones posibles. La apertura de una piscina cubierta de 25 metros en Belén hace varios años facilitó las cosas. Zakiya Nassar, la nadadora olímpica palestina de Pekín 2008, entrenaba en la otra instalación disponible en Belén, una piscina cubierta de 12 metros de longitud, esquivando a los niños de los cursillos. Acabó dominando la técnica del giro, pero esto en Pekín no le sirvió de mucho.
En Gaza también existe la Federación de Natación, "aunque allí nadan en la mar y dan gracias si los soldados israelíes no les disparan cuando se alejan de la orilla", señala Awartani. Tras la división del territorio derivada de los Acuerdos de Oslo (1995), el gobierno palestino pasó a controlar solamente las áreas ya urbanizadas, y se ha visto obligado desde entonces a pedir permisos a Israel para edificar fuera de ellas. Rara vez se le da luz verde, por lo que se vuelve prácticamente imposible obtener nuevas instalaciones. "La Academia de Policía de Jericó ha proyectado construir una piscina olímpica. Si lo hace, la federación podrá usarla para entrenar a nuestros atletas", anuncia Awartani. Y mientras los cambios van llegando poco a poco, "haremos opinión mediante el deporte, mostraremos al mundo que existimos, que somos los palestinos, que en los Juegos Olímpicos tenemos los mismos privilegios, derechos y normas que cumplir que cualquier otro país, y ese es nuestro camino".