La burbuja olímpica sigue hinchándose, alcanzando una inflación que seguramente no pudo imaginar el barón Pierre de Coubertin, pedagogo e historiador francés, fundador de los Juegos Olímpicos de la era moderna a finales del siglo XIX y que nacieron con el espíritu que representa una frase acuñada por Ethelbert Talbot que es más que popular. Es universal: "Lo importante no es vencer, sino participar". Así los dibujó en su mente Coubertin, como símbolo de la hermandad y la unión mundial, del ser humano, obligado a entenderse y a abogar por razones comunitarias en su paso por el mundo. De 245 atletas a más de 10.000; de 14 países a más de 200. Solamente los conflictos bélicos que asistieron a Europa durante el pasado siglo interrumpieron el megalómano acontecimiento, el coloso del deporte.

Los Juegos han soportado los cambios sociales, se han blindado al transcurso del tiempo. Se iniciaron recobrando los de la antigüedad, con origen en la griega Olimpia y de carácter sagrado en honor a la deidad Zeus, sobrevivieron a las Exposiciones Universales del marco en el que fueron encuadrados, para acomodarse definitivamente en su regreso a Europa en 1908, cuando se produjo el primer desfile por países.

Un cuatrienio más tarde, los cinco continentes ya se vieron representados, extendiéndose los Juegos por todo el mapamundi. Si bien, después de dejar atrás la Primera Guerra Mundial, en 1920, vetados países como Alemania, Austria, Hungría y sus aliados como factura de la guerra, las mujeres se incorporaron al círculo olímpico para ser protagonistas activas del mayor escenario deportivo. El espectro, cada vez más extenso en cuanto a fronteras y más fiel respecto a las sociedades contemporáneas. Un símbolo fue y sigue siendo la llama olímpica, encendida en 1928 por primera vez.

Dado el altavoz que es la cita, comenzaron a nacer los mitos. Los iconos mundiales empezaron a brotar para alcanzar con sus ramas a todos los rincones. El espíritu de superación fue quebrando récords y con ellos se alimentaron la creación de figuras. Desde el fondista y mediofondista finlandés Paavo Nurmi al nadador Michael Phelps, de la gimnasta rumana Nadia Comaneci a la atleta norteamericana Marion Jones. Los Juegos han sido cuna para mecer a los mitos, pero también para leyendas que pudieron reinar y jamás se coronaron.

También los políticos han sido protagonistas con sus inmersiones, aprovechando la atención suscitada por los Juegos, y con la voluntad de condicionarlos para arrojar luz sobre sus intereses. Adolf Hitler los utilizó en Berlín 1936 para fomentar el concepto de superioridad de la raza aria. El estadounidense Jesse Owens contrarrestó las intenciones del Führer, a quien le hizo abandonar el Estadio Olímpico después de convertirse en el primer atleta en ganar cuatro medallas de oro.

El atleta checoslovaco Emil Zatopek prolongó las doradas páginas olímpicas agotada la Segunda Guerra Mundial, antes de que Abebe Bikila deslumbrara al imponerse en el maratón de Roma 1960 ante los focos de las cámaras de televisión, una herramienta que potenció la repercusión hasta niveles insospechados y globalizó el deporte. En este sentido, Dick Fosbury y Bob Beamon se proyectaron en la fama en México 1986, cuando el Black Power ejercía su poder bajo el manto del abanderado Martin Luther King.

Múnich 1972 trajo las siete preseas doradas de Mark Spitz. Sin embargo, aconteció el momento más sensible de los Juegos. Una organización terrorista palestina, autodenominada Septiembre Negro, secuestró a once de los veinte componentes de la delegación israelí y terminó con la vida de ellos. El que entonces era presidente del Comité Olímpico Internacional, Avery Brundage, instó a que no se interrumpieran los Juegos. "Deben continuar", sentenció. Solo se aparcaron un día. La polémica decisión cambió el curso de la historia. La tragedia se desencadenó ante los ojos del mundo y desembocó en una espiral de violencia.

La década de los años 80 estuvo caracterizada por el boicot de Estados Unidos al certamen de Moscú, cuyo bloque soviético replicó más tarde, con la cita de Los Ángeles 1984, donde el norteamericano Carl Lewis emuló a Owens con sus cuatro oros. A esas alturas, los Juegos ya habían adquirido el halo de negocio del que nadie quiere quedar ajeno. Los deportistas ya se habían transformado en los nuevos gladiadores de la sociedad contemporánea.

De hecho, el gigantismo del acontecimiento deportivo se agudizó. Los intereses se multiplicaron y la competencia, también. No en vano, se comenzaron a poner trabas a los ventajistas. Ben Johnson deslumbró en los 100 metros de Seúl 1988 al detener el crono en los 9,79 segundos, antes de que se descubriera que se había dopado. A esas alturas, el profesionalismo se extendía como un virus benigno, para bien de la salud y el crecimiento deportivo. La persecución de la gloria, de la excelencia y las marcas, nutrió la lacra del dopaje. Una representación fue Atlanta 1996 con Marion Jones, la primera atleta en ganar cinco metales y que devolvería tras ser acusada de dopaje. En ese mismo contexto se produjo un atentado con dos muertos.

Antes, en 1992, Barcelona marcó un antes y un después. La ceremonia de presentación, superada después en Pekín 2008 con su megalomanía, y la organización generaron tendencias.

2004 fue romántico por retornar los Juegos a su origen. Si bien, cualquier sede quedó minimizada con el hacer chino, los Juegos más caros de la historia con sus 44.000 millones de dólares de presupuesto, triplicando el acotado económico de su antecesor.

Ahora es el turno de Londres, donde la crisis económica mundial dejará su huella una vez acontecido el derroche de Beijing 2008. Si bien, el sueño de Coubertin sigue en pie y más arraigado que nunca en el siglo XXI. La cita londinense albergará a un 40% de mujeres participantes y, por primera vez, Estados Unidos contará con más féminas que varones en su delegación. Y es que todos los países, como loable novedad, contarán con representación femenina. Además, serán los más digitales de la historia. El boom de las redes sociales, a buen seguro, los convertirán en los más comentados. La audiencia estimada es de 4.800 millones de espectadores. Y un hito será la participación del sudafricano Oscar Pistorius, el primer atleta con doble amputación en participar en los Juegos.