Annonay Davézieux. Ayer fue un día inglés en el Tour de Francia. Bradley Wiggins sigue su camino amarillo a París sin contratiempos, pese a que ayer se dio un buen susto con unos fuegos artificiales que los vecinos de un pueblo cercano a meta lanzaron al paso del pelotón y le provocaron algunas quemaduras leves en brazos y piernas. David Millar ganó la cuarta etapa para los británicos tras las de Mark Cavendish, Chris Froome y el propio Wiggins, y lo hizo el día que se cumplían 45 años de la muerte en el Mont Ventoux de Tom Simpson, uno de los primeros héroes ciclistas de los ingleses. El Tour rueda a las mil maravillas para el conjunto Sky pese al desliz del jueves en la Toussuire, donde un ataque de Froome a cinco kilómetros de meta casi deja desvalido a su líder. En el seno del equipo el suceso apenas ha alterado la convivencia. A las preguntas de los periodistas sobre la fortaleza de uno y la debilidad de otro, Sean Yates responde sin titubear que no hay ninguna fisura y que la jerarquía está clara y es la misma que la del inicio del Tour: Wiggins es el líder que agradece su trabajo abnegado a Froome, y este, no discute las órdenes. El lío, en cambio, está entre sus mujeres. Ocurrió tras la etapa de la Toussuire, cuando la de Wiggins agradeció vía Twitter a las compañeras de Richie Porte y Michael Rogers el trabajo de estos durante la etapa para ayudar a seguir siendo líder a su pareja. Al poco, respondió la mujer de Froome, preguntando, también a través de Twitter, si no se estaba olvidando de agradecer el trabajo de alguien. Wiggins no pierde la compostura, al menos en apariencia. El líder del Tour aseguró tras la etapa que esta fue muy nerviosa y restó importancia a un pequeño ataque que protagonizó en el ascenso al Granier, segundo gran puerto de la jornada. "Fue simplemente para ahorrar un poco de esfuerzo a los compañeros cuando vi que se formaba una pequeña escapada. Han trabajado muy duro y quería ayudarles", afirmó.