Vitoria. Aparentemente, nada tienen que ver George Hincapie, neoyorquino de origen colombiano, Joop Zoetemelk, tímido y sigiloso holandés, Lucien Van Impe, pequeño y conformista flamenco y Viatcheslav Ekimov, un ruso que acabó en el mayor imperio ciclista norteamericano jamás conocido. Nada les emparenta salvo su profesión ciclista y su pasión: el Tour. Son los que más participaciones cuentan en la carrera francesa. Media vida de Hincapie corre estos días sobre el récord imbatible de Zoetemelk y suma 17 participaciones, está en el Tour. Allí conoció en 2003, durante la celebración del quinto Tour de Armstrong, a la mujer con la que se casó y tiene dos hijos. El holandés cuenta 16 Tours seguidos y una victoria, como Van Impe, aunque el belga corrió un Tour menos, 15. A esa cifra llegaron también el ruso Ekimov, Jens Voigt, que está también en este Tour y quizás siga un año más, Stuart O'Grady, Guy Nulens o Christophe Moreau. De los vascos, Indurain es el recordman. Disputó 12 Tours, ganó cinco y acabó diez, los mismos que Zubeldia, que ha corrido uno menos, once, tantos como el gran Paco Galdos, pero sigue en activo, fuerte y sano.

George Hincapie, Estados Unidos, 17 Tours

George Hincapie, neoyorquino de padre colombiano que aprendió a andar en bicicleta en Central Park, tiene media vida ligada al Tour y a Francia. Corre este año para batir el récord de los 16 Tours de Zoetemelk que se creía eterno, acompañó a Armstrong en sus siete Tours victoriosos y, desde la retirada del americano, sumó otros dos a su palmarés de gregario, el de Contador en 2007 y el de Cadel Evans el año pasado. Hincapie representa el paradigma del coequipier, entregado a un jefe sin titubear, aunque en el camino tuviese la oportunidad de regalarse una etapa (Saint Lary Soulan, ante Pereiro, en 2005). "Todos los Tours son especiales", suele contar; "por ejemplo, doy el mismo valor sentimental al primer Tour que gané con Armstrong en 1999 que al del año pasado con Cadel. Los dos los sentí como el primero".

De todas maneras, ninguna edición más especial ni ningún momento más recordado para el americano que el Tour de 2003 y las celebraciones del quinto Tour de Armstrong, donde conoció a su mujer, azafata, con la que tiene dos hijos. Hincapie explica su longevidad en el ciclismo y en el Tour, la carrera más agotadora, diciendo que nunca ha sentido que tuviese su sitio ganado. "Siempre he trabajado como si tuviese que ganarme el dorsal". Ha hecho más de 60.000 kilómetros en bicicleta colgado de un dorsal del Tour y este agosto deja de dar pedales. Se retira. Lo anunció antes de partir de Lieja. Antes, de que se supiese que es uno de los cinco excompañeros de Armstrong (los otros son Zabriskie, Danielson, Leipheimer y Vaughters) que testificará en el juicio abierto contra el texano por la USADA por una supuesta trama de dopaje durante sus siete Tours victoriosos. Preguntado estos días por ello, Hincapie apenas pronuncia los nombres de Armstrong y el US Postal.

Joop Zoetemelk, Holanda, 16 Tours

El récord de participaciones en el Tour de Zoetemelk, que parecía imborrable, lo ha sepultado este año Hincapie, aunque la impronta del último holandés que ha ganado el Tour (1980), fuese más honda que la del norteamericano. Zoetemelk, un ciclista que no se ganó el calor y la pasión del público -tanto que Luis Nucera escribió sobre él: "Es tan discreto que sus mayores gritos son sus silencios"-, tuvo la desdicha de encadenar dos generaciones tan sobresalientes como la de Eddy Merckx y Bernard Hinault, que entre los dos no llegan a sus dieciséis participaciones (siete el belga; ocho el francés), pero suman diez Tours victoriosos, cinco cada uno.

Pese a ello, pocos lo han hecho tan bien en la grande bouclé como Joop, que ha sido cinco veces segundo y solo en cinco ocasiones no se metió entre los diez mejores. Lo ganó, finalmente, en 1980, con 34 años y tras la retirada del joven y hambriento Hinault. Fue, quizás, lo peor que le pudo pasar, pues la ausencia del bretón fue la excusa de la prensa gala para desprestigiar el triunfo del holandés, que hasta entonces había sido vejado y tratado como un ruedero sin carácter ni clase para ganar el Tour. Zoetemelk no respondió, pero años después abrió su mente al mundo y dijo sobre aquel Tour que siempre había pensado que un corredor que renuncia porque ha agotado todas sus reservas es un corredor vencido. "El abandono es frecuentemente un signo de impotencia" (La gran historia del Tour). Por el contrario, Zoetemelk era elegante en sus derrotas. En 1976 corrió el Tour con una úlcera que perforaba su estómago, pero no quiso decir nada para no empañar la victoria de Van Impe. En 1985, con 38 años, ganó el Campeonato del Mundo y un año después se despidió del Tour vestido con el maillot arcoíris antes de retirarse a Germigny-l'Evëque, donde pasa igual de desapercibido que cuando corría en bicicleta.

lucien Van Impe, Bélgica, 15 Tours

A Van Impe le apodaban Tití porque era pequeño como ese mono, pero tenía una arrancada en la montaña que jamás se vio antes, ni después, en un ciclista belga, ni siquiera en Merckx. Se contentaba con eso, con ser un escalador sublime que dedicó su carrera a ganar etapas de montaña en el Tour y el maillot de puntos rojos que conquistó en siete ocasiones, tantas como Bahamontes y una menos que Richard Virenque, una injusticia histórica porque el francés no era ni la mitad de ágil y demoledor en la montaña como el flamenco y el toledano. Van Impe, además, tenía una lucidez extraordinaria para descifrar los secretos de la carrera, lo que hacía aún más inexplicable que nunca hubiese pensado ni luchado a ciegas por ganar el Tour.

Tuvo que llegar Cyrille Guimard para convencerle de que era capaz de ello. Guimard había corrido con Tití las últimas tres temporadas antes de retirarse y dirigir el equipo y estaba absolutamente convencido de que Van Impe, más aún sin Merckx en carrera, tenía un Tour en las piernas. Era el de 1976. Aquel Tour lo corrió el flamenco teledirigido, como si tuviese un pinganillo, por el director francés, que en todo momento le decía dónde tenía que estar, cómo y con quién. Años después, con 41 y aún corredor profesional, se recuerda en el libro La gran historia del Tour que declaraba a un periódico: "En la bicicleta me tomé la revancha de mi pequeña estatura y de todas las burlas que mi talla motivó a lo largo de mi infancia y mi adolescencia. Les cerré el pico a todos los grandes de mi pueblo: ellos nunca ganaron un Tour". Se conformó con eso el ciclista elegante y bromista que se hacía rizar el pelo para correr en bici.

Viatcheslav Ekimov, Rusia, 15 Tours

A finales de 2001, Viatcheslav Ekimov (San Petersburgo, 1966) dijo que ya bastaba, que lo dejaba, que colgaba la bicicleta. Tenía 35 años, llevaba en la élite desde los 20, desde los Juegos de Seúl en los que ganó la contrarreloj por equipos con Rusia cuando también era recordman amateur de la hora (a 50 por hora rodó el angelito), y cargaba con once Tours en las piernas. Los dos últimos los había hecho llevando a Armstrong de amarillo a París, así que cuando el americano se enteró de que su lugarteniente Eki le dejaba, no paró hasta convencerle de que permaneciera a su lado, que le necesitaba tanto como a su inseparable Hincapie. Ekimov se resistió durante cinco meses. En abril claudicó y anunció su regreso al US Postal. Corrió con Armstrong cuatro Tours más, hasta 2005, y se retiró entonces, con 15 Tours, junto al texano.

Cuando empezó en el ciclismo, esa relación rusa-norteamericana era impensable. Ekimov era la joya de la corona de la escuela de Kuznetsov y su disciplina espartana a quien con la caída del telón acero se le abrió la puerta del ciclismo capitalista. Le fichó Peter Post para reforzar la maquinaria precisa del Panasonic y, a diferencia de otros compañeros rusos que tuvieron que buscarse la vida de mala manera (Ugrumov o Konishev, por ejemplo), Ekimov firmó su primer contrato por 500.000 dólares. Debutó en el Tour de inmediato, en 1990 y con 26 años. Desde entonces, solo se perdió uno, precisamente, el primero de Armstrong en 1999, cuando corría en el Amica Chips. Un años después volvió con el americano, con el que se cruzó por primera vez en 1994, en el Tour du Pont. Ekimov le ganó una crono. Cuentan que al texano le dolió tanto en el orgullo que desde entonces empezó a trabajar esa especialidad concienzudamente. Un año después se vengó del ruso en el mismo escenario. Sus caminos no se cruzaron en el US Postal de 1997 y 1998 porque aquella era la época en la que Armstrong luchaba en la intimidad contra el cáncer y por su vida. Cuando volvieron a encontrarse en el Tour de 2000, Ekimov amagó con un primer abandono del ciclismo y Armstrong le convenció para que siguiera a su lado. Unos días más tarde, en la crono de los Juegos de Sidney, el ruso ganaba la medalla de oro y el americano se conformaba con la plata.

Miguel Indurain, Euskadi, 12 Tours

Antes de que llegase su era extraordinaria, Miguel Indurain corrió seis Tours. Fue la manera paciente con la que José Miguel Echavarri y Eusebio Unzue prepararon el asalto del navarro al trono del ciclismo mundial. Indurain ganó cinco Tours consecutivos, de 1991 a 1995, igualando a los grandes de la historia, y cuando perdió el sexto antes Bjarne Riis en 1996 decidió colgar la bicicleta porque, solía decir los últimos años, no estaba seguro de ser capaz de seguir sacrificándose de esa manera si no estaba convencido de poder volver a ganar la carrera francesa. Lo dejó después de disputar 12 Tours, los primeros, a la sombra de Pedro Delgado, que suele recordar la etapa de Luz Ardiden del Tour del 88 en la que subiendo el Peyresourde tuvo que mandar al navarro que levantara el pie porque le estaba ahogando. Esa noche en el hotel, el segoviano le dijo a Indurain que ganaría un Tour. Miguel pensó que estaba loco o que le vacilaba. Se convenció en 1990, el que algunos dicen debería de haber sido el sexto.

Indurain dejó el Tour tras 12 participaciones consecutivas, una más entonces que el gran Paco Galdos, y ahora Haimar Zubeldia está a un Tour del campeón navarro. El guipuzcoano ha corrido once, todos desde que debutara en 2001 con Euskaltel-Euskadi, salvo la edición de hace dos años, en la que debía ayudar a Armstrong a luchar por el séptimo pero le borró a última hora una fea caída en la Dauphiné que le dobló la muñeca. Zubeldia, 35 años, se encuentra en este Tour en tal plenitud de forma que es fácil pensar que en 2013, si no media desgracia alguna, pueda igualar a Indurain en número de participaciones en la carrera francesa. Para Haimar, como para todos los demás, el Tour es media vida. O más: la descubrió cuando tenía 15 años en un cruce de Aguinaga el año que la carrera salió de Donostia y desde entonces no concibe un julio sin la carrera francesa.