ROUEN-SAINT-QUENTIN
1º. André Greipel (Lotto)4h31:30
2º. Matthew Goss (Orica-GreenEdge)m.t.
3º. Juan José Haedo (Saxo Bank)m.t.
General
1º. Fabian Cancellara (RadioShack) 24h45:32
2º. Bradley Wiggins (Sky)a 7".
3º. Syilvain Chavanel (Omega Pharma)m.t.
Etapa de hoy: 6ª etapa (Épernay-Metz, 210 km; ETB-1, 14:15).
alain laiseka
El miércoles por la tarde el cielo se abre sobre Rouen. Es una descarga furiosa e intermitente que perdura cuando se apaga el día. La noche es oscura y húmeda en la ciudad de las catedrales. De drama. En la habitación de Jonathan Vaughters, mánager del Garmin-Sharp. En sueños, suena su teléfono. Ring, ring… o la melodía que tenga. Es la USADA.
Amanece, la tormenta ha cesado y despuntan los primeros rayos de sol, pero de lo que le habla Travis Tygart, director de la Agencia Antidopaje de Estados Unidos, es de una nube negra, la nube negra de casi siempre que se corre el Tour, el caso Armstrong y su historia interminable. Esta vez, perturba la paz de julio la información publicada por varios medios internacionales que cuentan cómo la USADA habría pactado una rebaja de la sanción, prácticamente un indulto, de dos años a seis meses, con Hincapie, Leipheimer, Zabriskie y Vandevelde, que habrían reconocido haber recurrido a sustancias dopantes durante su carrera, a cambio de testificar contra Armstrong en el juicio abierto al tejano como responsable y gran beneficiado de una supuesta trama de dopaje sistemática desde 1999 a 2005, los años de sus siete Tours, lo que está por demostrar. A cambio, también, habrían recibido inmunidad para correr el Tour, Hincapie para batir el récord de participaciones, 17, y Leipheimer para luchar por el podio, lo que suena más a persecución selectiva, la cabeza codiciada de Armstrong, que a justicia deportiva.
Cuentan que la charla entre Vaughters, que también sería uno de los testigos contra el texano, y Tygart la guió la incredulidad. Que no hay nada de eso. Ni de sanciones ni de indultos ni de conspiraciones. A saber, pero nada más colgar, Vaughters no dejó el móvil y tecleó en Twitter: "Corrigiendo la información de un medio holandés: No hay seis meses de sanción para ningún miembro del Garmin. Ni hoy ni nunca".
En la salida de Rouen, en la ribera del río, bajo el puente de la Juana de Arco a la que los franceses quemaron viva, los periodistas caminan con antorchas hacia los autobuses en los que se refugian los señalados. Hay algunas preguntas y pocas respuestas.
Hincapie contó que estaba disgustado porque esta basura volviese a salir otra vez, pero que no le distraía, que estaba centrado en el Tour, en ayudar a Evans a ganarlo, y que iba a seguir así, pese al revuelo. Luego, añadió que hace tiempo que no cruza palabra alguna con Armstrong, que le disgusta lo que le está pasando y que a veces se olvida todo lo bueno que ha hecho por este deporte. "No comment", dijo Jim Ochowicz, mánager del BMC que hizo de padre del joven Armstrong en sus primeros años del Motorola, antes del cáncer. "Puedo decir que no hemos recibido ninguna notificación oficial sobre este asunto y que no hacemos comentarios sobre cosas que se escriben en la prensa y sobre las que no tenemos ninguna información. George (Hincapie) está aquí para correr el Tour". "No voy a decir nada sobre esa noticia. No creo que la especulación ayude mucho a este deporte, así que voy a seguir a lo mío, que es dar el cien por cien", respondió lacónico Leipheimer. Ni Vaughters ni Vandevelde ni Zabriskie hablaron. El Tour, Prudhomme y los demás, tampoco. Silencio, se corre. Huían de la nube negra.
Urtasun, en la orilla Por delante, en el horizonte, al otro lado de la nube negra, ayer asomaba Saint-Quentin, la meta cubierta por otra nube negra gorda y llorona que al mediodía había convertido las calles en canales. Horas después, cuando desembarcó el pelotón tras un día largo y muy llano, estaba seco. Pablo Urtasun, el navarro de Euskaltel-Euskadi, hubiese preferido que las calles de Saint-Quentin siguiesen inundadas cuando entró en compañía de Ladagnous, Simon y Ghyselinck, con el pelotón pisándoles los talones al final de un día de desgaste. El riesgo les habría dado algo más de vida. "Lo habíamos dado casi todo para poder tener alguna opción en los últimos kilómetros, pero guardamos algo para jugar nuestra baza final", contó luego Urtasun, cuyas opciones pasaban por esperar a que los dos franceses perdieran los nervios y él se aprovechase de ello. Lo malo de la estrategia era el pelotón, que venía zumbando. Y lo bueno, que su marcha la entorpeció una caída a tres kilómetros de la que Euskaltel volvió a sacar maravillosamente a Samuel. Ninguno de los favoritos quedó atrapado. Solo Sagan, que bailó sobre la bicicleta encabritada hasta acabar empotrado contra la acera.
Al último kilómetro llegaron los cuatro con una decena de segundos y el belga Ghyselinck con un puñado de metros por delante. Era una recta de 700 metros que se inclinaba al fondo. La meta se ocultaba tras una curva a 300. "Yo tenía en la cabeza dejarles hacer y empezar a remontar a 500 metros", dijo Urtasun. Allí comenzó su escalada. Antes, echó una última mirada atrás. Al fondo bufaban las fieras.
El navarro pasó por encima de los dos franceses y a 400 metros agarró, superó y soltó al belga. Delante, ya no había nadie. Detrás… "No quería mirar". Giró hacia la meta y la altura del desvió de coches oficiales, Urtasun, deslomado, se acabó sentando en el sillín. Los ruidos le taladraban los tímpanos. El público golpeando las vallas con la palma de la mano, la emisora ladrando ánimos… A 150 metros, cuando golpeaba la mirada con la pancarta, dejó de dar pedales. "Me pasaron como rayos". "Si el sprint llega a ser llano y no tan duro como este, o si hubiesen entrado con tres segundos más, quién sabe, quizás ahora estaríamos hablando de otra cosa", lamentó Gerrikagoitia, que, de todas maneras, celebra como notable la primera semana del equipo.
El sprint, "el más duro que he hecho nunca", lo dominó de nuevo André Greipel, que esta vez no necesitó que Cavendish, otro al que persigue una nube negra, se cayera para tumbarle, lo que, dijo luego el australiano, tampoco significó nada especial para su ego.